Acaba de finalizar en Johannesburg, Suráfrica, la reunión del grupo BRICS cuyos miembros originales fueron Brasil, Rusia, India, China y luego  Suráfrica. En esta oportunidad fueron invitados a ser parte también Argentina, Emiratos Árabes, Irán, Egipto y Etiopía, con lo cual un grupo que pudo haber tenido alguna relevancia económica y hasta política mundial evolucionó para convertirse en una caimanera cuya trascendencia ahora no pasa de ser irrelevante por más que sean parte de ella países que si bien en su conjunto suman más de un tercio de la población de la humanidad generan una proporción mucho menor del producto bruto mundial.

Un grupo que originalmente incluyó países democráticos (Brasil, India y Suráfrica) más dos países no democráticos (Rusia y China) ahora, con las nuevas incorporaciones, salvo Argentina que mantiene su democracia, viene a reunir a algunos de los peores violadores de los derechos humanos del planeta siendo que Emiratos, Egipto, Saudí Arabia, Irán y Etiopía nada tienen que ver ni con la democracia ni tampoco con el concepto inicial de “países en desarrollo con buena perspectiva” que animó a los fundadores. Tampoco se trata de una variante de los “No Alineados” sino que a estas alturas puede decirse con acierto que todo está quedando en un escenario para dirigir discursos hacia las gradas.

Iniciativas como la de desplazar el dólar como moneda de intercambio para el comercio internacional y reemplazarlo con el yuan o la rupia india no dejan de ser fantasías de habladores de paja que parecen olvidar la incontrastable realidad de que entre dólar y euro se transa el 90% del comercio mundial y se atesoran las reservas. Idéntica idea tuvo el Comandante Eterno cuando en un rapto de su incontenible verborragia propuso el sucre como moneda de intercambio para el comercio andino que sería acompañada de reservas en esa denominación, un banco de desarrollo y las demás “boutades” engendradas por una mente desquiciada apoyada por una billetera generosa.

Esas son las pérdidas de tiempo y recursos que se generan cuando la realidad política y económica son elementos que impiden ver el panorama de la realidad real.

Otro ejemplo es la recientísima reunión de los jefes de Estado de América Latina (Celac) con sus homólogos de la Unión Europea que, como es sabido, culminó con un rotundo fracaso expresado en un comunicado lleno de lugares comunes opacados por el par de besitos propinados por el español Sánchez, anfitrión del evento, a nuestra fulgurante Delcy llegada a Bruselas en el sigilo de la noche y en uso de una excepción oscuramente gestionada puesto que su presencia está prohibida en el espacio de la Unión Europea. ¡Menos mal que en ese caso no se prendió el zaperoco que se generó alrededor del beso “no consentido” del señor Rubiales a una señorita deportista! Con eso la cita hubiera tomado la notoriedad que sus realidades no alcanzaron.

Esa misma reunión, inútil como lo fue para ambos grupos (Latinoamérica y Europa), fue marco para que la iniciativa de Macron y con presencia de Petro, Lula, etc. acorralaran al bueno de Gerardo Blyde para venderle gato por liebre con el cuento de la flexibilización de las sanciones a cambio de la liberación de fondos hasta ahora retenidos por la Asamblea 2015 y por tribunales ingleses y portugueses. Pobre Gerardo, sólo entre aquella jauría con la única excepción del presidente francés a quien suponemos como operador de buena fe.

¿Recuerda usted, amable lector, aquello de Unasur? Decían que iba a ser el lugar de encuentro  para la construcción  de la “patria grande”, digna y soberana predicada por los “progre”. Lo único que consiguieron fue construir un lujoso edificio en Quito para albergar   aquel foro que no pasó de ser un desagüe de recursos que a poco no pudo ni ponerse de acuerdo en la elección de su segundo secretario general. El deslucido final fue el abandono de la idea y del edificio, más la remoción de la estatua de Néstor Kirchner de la entrada. De tanto en tanto hablan de reflotar Unasur, pero no pasa de declaraciones y buenos propósitos.

En este plan de contrastar sueños con realizaciones caemos en Mercosur, en el que los socios casi nunca pudieron acordar nada importante, ni lograron hasta la fecha finalizar el anhelo de un convenio con la Unión Europea, ni los grandes Brasil y Argentina pudieron ponerse de acuerdo entre ellos ni con los menos grandes (Uruguay y Paraguay). En lo único que sí estuvieron de acuerdo fue en suspender a Venezuela en diciembre de 2016 en aplicación del Protocolo de Ushuaia de 1998, que es la Carta Democrática de Mercosur.

Si de exclusiones se trata, no olvidemos la sufrida por Venezuela este mismo año 2023 cuando la correlación de fuerzas que desde 2019 había favorecido la representación de Venezuela en la persona del embajador Tarre Briceño, designado por el interinato AN 2015, sufrió los cambios consecuencia de nuevas circunstancias electorales en Perú, Brasil, Colombia, Argentina y algunos de los pedigüeños profesionales del Caribe. Eso es así porque la Venezuela chavista, que se había autoexcluido de la Organización en 2017 cuando su régimen percibió que el ambiente no le favorecía, hace tiempo que ha dejado de ser parte de ese foro, junto con Cuba (¡casualidad!).

Muy distinto es el panorama en países serios como los de la Unión Europea, que comenzando hace cerca de setenta años por aproximaciones económicas y monetarias han logrado constituirse en un factor determinante del quehacer mundial con veintisiete países que acatan las reglas de juego e imponen estrictos compromisos para el ingreso y la permanencia en el grupo, como es el caso de varios más que están candidateados pero en proceso de evaluación. Allí nadie se hace el loco y por eso funciona.

Vivimos tiempos turbulentos que bien pudieran definirse como un cambio de época que como tal genera esperanzas y tensiones. Está en la dirigencia de  cada nación buscar y conseguir superar esta lamentable situación. El reciente ganador de las elecciones primarias en Argentina, Javier Milei, pronostica que si llega a la Casa Rosada y logra encaminar su proyecto económico liberal, requeriría de treinta a cincuenta años para ver la transformación. En Venezuela nos prometen Disneyworld para el año que viene.

@apsalgueiro1

 


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