OPINIÓN

Cuckoo de Tilman Singer: el terror convertido en un espacio siniestro

por Aglaia Berlutti Aglaia Berlutti

En Cuckoo, el alemán Tilman Singer explora un tipo de terror relacionado con los espacios y los lugares macabros. Pero, además, utiliza el tópico de la realidad disociada, para crear la sensación perenne de que la realidad se desdobla en tres o cuatro versiones distintas. Lo que convierte a la cinta en una rarísima mirada acerca de lo que tememos y lo que puede representar los lugares en que acecha lo sobrenatural.

En la actualidad, el género del terror está explorando en varias regiones a la vez y todas, con el mismo éxito. Por un lado, con proyectos pequeños, ingeniosos, pero muy cercanos a los tropos tradicionales como Háblame (2022) y Smile (2022), demuestran que el terror profundiza en sus escenarios más conocidos, pero a partir de una óptica más moderna. Al otro extremo, experimentos afortunados como Humane (2024), De naturaleza violenta (2024) y Longlegs. Todas premisas que profundizan en la idea del mal y lo desconocido a partir de una perspectiva nueva y audaz.

Cuckoo (2024) del director alemán Tilman Singer pertenece al segundo grupo. En especial, porque no se prodiga demasiado en narrar su conflicto, más allá de dejar claro que tiene un centro evidente. Gretchen (Hunter Schafer), es una joven rebelde en busca de un nuevo lugar en su vida en medio de una evidente sensación de desplome emocional. El personaje, que Shafer profundiza desde el desorden y cierta sensación de desvarío que lo hace cada vez más interesante, no está en búsqueda de consuelo o refugio.

En realidad, se siente una extraña en todas partes y es esa singularidad — que el guion, también escrito por el director, muestra como un profundo desarraigo — la que obliga a Gretchen a tomar todo tipo de decisiones extrañas. Lo que allana el camino para lo que será después, un recorrido impredecible a través de la cordura, el miedo y el fino límite que divide la realidad de lo sobrenatural.

Mientras eso ocurre, Gretchen viaja de su natal Norteamérica a los Alpes alemanes con la nueva familia de su padre, Luis (Marton Csokas). En un giro previsible, no se lleva bien con su madrastra Beth (Jessica Henwick) y no conoce del todo a su hermanastra muda Alma (Mila Lieu). Todo lo cual, hace que la tensión en el encuentro se base en la incomodidad. Buena parte del argumento de Cuckoo se basa en esa sensación de que cada personaje no logra sentir que se encuentra en el lugar que desea o en cualquier caso, el que necesita. Lo que convierte a las relaciones entre los miembros de la familia de Gretchen en disfuncionales, complicadas y confusas.

El horror se muestra poco a poco 

En medio de esta situación, Gretchen termina por conocer al hombre que contrata a su padre, el señor König (Dan Stevens, de Abigail). Para lo que tendrán que viajar a un viejo hotel en remodelación. Desde su llegada, es evidente que el lugar entero guarda un secreto, pero en vez de hacer obvio lo que podría ser, el director evade explicaciones sencillas.

La cámara se abre entonces en paisajes nublados y una atmósfera levemente atemporal, que convierte a la construcción en un espacio singular, por su incapacidad para definirse con facilidad. ¿Es una obra que debe ser remozada a costa de su historia? Aunque pueda al principio parecer intrascendente, la pregunta se hará más retorcida cuando sea evidente que el terreno, los espacios, la propiedad entera, oculta algo.

Mientras eso ocurre, jefe del padre de Gretchen, se transforma en una figura inquietante. No solo es un hombre con un comportamiento extraño e incómodo que acentúa la sensación que algo está ocurriendo en la propiedad que regenta. También, vuelve más irrespirable la atmósfera que parece ofuscar a la joven, mucho más cuando situaciones inexplicables comienzan a ocurrir alrededor de ella. Primero, una persecución en el bosque y después, una aparición fantasmagórica que le inflige daño físico.

Un giro de tuerca sorprendente para Cuckoo

Lo cierto es que, poco a poco, Cuckoo ordena sus piezas para crear una sensación de urgente necesidad de comprender. Lo que traslada todo el peso de la narración a Gretchen y su investigación sobre el fenómeno que le persigue. Es entonces cuando el director logra que la película sea algo más que un conjunto de tropos de terror combinados entre sí — eso, por descontado — y la transforma, en una reflexión acerca del mal, la pérdida, el desarraigo y el sufrimiento. Todo a medida que Gretchen comprende que lo sabe — o cree saber — de su familia, apenas en un hilo que conduce hacia las regiones más oscuras y espeluznantes de un pasado compartido.

Para su final, Cuckoo muestra algunas de las respuestas que tan afanosamente ocultó, pero en un golpe de efecto, el gran misterio central sigue sin resolverse por completo. Lo que permite al director jugar con la idea que el terror jamás se explica de todo y que su historia es un artefacto de horrores que apenas descubre la superficie de uno. El punto más interesante, profundo y bien trabajado de la cinta.