Hace un año, el 7 de octubre de 2023, los terroristas de Hamás ingresaron en territorio israelí, asesinaron a más de 1.200 personas, tomaron a más de 250 rehenes y dejaron miles de civiles heridos.
La masacre fue reprobada de forma contundente por la comunidad internacional. Pero la repulsa no fue unánime. Cuba —como Venezuela y Nicaragua— eludió la condena. En su lugar, emitió un comunicado justificando los atentados como «consecuencia de 75 años de permanente violación de los derechos inalienables del pueblo palestino y de la política agresiva y expansionista de Israel».
No era la primera vez que Cuba se posicionaba del lado del terror. La dictadura caribeña tiene un largo historial de antisemitismo y apoyo a organizaciones terroristas en Oriente Medio.
En 1966, Castro convocó en La Habana la primera Conferencia Tricontinental. En ella se dieron cita organizaciones terroristas de todo el mundo: irlandeses del IRA, etarras vascos, tupamaros uruguayos y un largo etcétera en el que también había representantes palestinos. Era el inicio de una estrecha y continua colaboración en materia militar y de inteligencia.
El 6 de octubre de 1973, durante la guerra Yom Kippur, trasciende que en el frente sirio hay una brigada de 800 tanquistas cubanos luchando en apoyo a la ofensiva contra Israel. Era solo una parte de los 3.000 cubanos enviados para participar en la guerra.
La cooperación continuaría. Agentes cubanos participarían en campos de entrenamiento palestinos en el Líbano; a su vez, numerosos palestinos se formarían en los campos de entrenamiento clandestinos desarrollados en la isla. Se estima que entre 1976 y 1982 al menos 300 terroristas palestinos recibieron entrenamiento en Cuba.
En 1975, Castro apoyó una resolución de Naciones Unidas que declaraba que el sionismo era sinónimo de racismo. Pero, sobre todo, durante todo este tiempo, Cuba —directamente y a través de Venezuela— estableció una relación estable de cooperación con los grupos terrorista de Hamás y Hezbolá.
Son muchos y numerosos los encuentros y declaraciones públicas de mutuo apoyo entre la dictadura cubana y estas organizaciones terroristas. Pero la relación va más allá de pura retórica.
El 2016, Vice News informaba que entre los cientos correos electrónicos recibidos por Hillary Clinton a su correo personal había uno extremadamente preocupante. El correo electrónico, fechado el 9 de septiembre de 2011, alertaba de que el grupo terrorista libanés Hezbolá estaría estableciendo una base operativa en Cuba diseñada para apoyar ataques terroristas en todo América Latina. Según las fuentes, el establecimiento de oficina de Hezbolá en la isla estaría bajo las órdenes directas de su líder, Hassan Nasrallah, que habría llevado directamente las negociaciones secretas con el Servicio de Inteligencia cubano. Nasrallah también prometió tomar medidas para evitar cualquier rastro de evidencia que pudiera llevar de regreso a Cuba en caso de un ataque de Hezbolá en América Latina.
El pasado 28 de septiembre, Hassan Nasrallah, jefe terrorista de Hezbolá desde 1992, fue abatido por las fuerzas armadas de Israel. Esta vez Cuba no tuvo reparo en condenarlo.
Artículo publicado en Libertad Digital