La Cancillería de Cuba enfiló sus baterías contra Colombia una vez que el país fue incluido de nuevo en la lista norteamericana de países que no colaboran en la lucha contra el terrorismo. Estamos hablando de sanciones que fueron reactivadas por el gobierno de Donald Trump hace unas tres semanas, penalidades que para Cuba no constituyen novedad alguna ya que ese país estuvo inserto en la categoría de países patrocinadores del terrorismo y sufrió sus consecuencias entre los años 1982 y 2015.
Digamos que las sanciones impuestas por los gringos no son concha de ajo: estamos hablando de vigilancia de sus exportaciones, restricciones a la ayuda económica y un conjunto de limitaciones financieras de variada índole que vienen a hacer más penoso para el gobierno insular, el manejo de la crisis económica que el país enfrenta, en parte por el coyuntural descalabro económico mundial, en parte por la reducción de la ayuda económica del padrinazgo venezolano y, en parte, por la tradicional incapacidad del gobierno de hacer un manejo eficiente de la dinámica económica del país.
Desde el advenimiento a la Presidencia de Donald Trump se ha producido un recrudecimiento del bloqueo a Cuba por razones que tienen que ver con la violación de los derechos humanos. En esta ocasión particular, es la connivencia con el terrorismo lo que motiva las nuevas sanciones.
Hay una que penaliza particularmente a La Habana y tiene que ver con el empeño norteamericano de impedir que terceros países y las empresas privadas efectúen transacciones con la isla en moneda americana. No es falso el hecho de que Washington aspira a estrangular a la economía cubana y así lo ha manifestado, en más de una ocasión, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez. Trump tampoco lo oculta. Esta vez, sin embargo, la razón de la particular molestia cubana tiene que ver con la vecina Colombia.
Y es que razón no le falta al gobierno de Cuba en darse por aludido en la batalla que Colombia está librando en contra de la colaboración que tenido con la guerrilla de su país, un asunto que tiene raíces en la historia binacional y que, de nuevo, es motivo de desacomodos por la connivencia del régimen comunista de la isla con la insurgencia del ELN.
Es un hecho cierto que el gobierno cubano rechazó una formal petición de Colombia de extraditar a 10 líderes del ELN instalados en La Habana después de que el grupo del que hacen parte reivindicó, en 2019, un ataque contra una Escuela de Cadetes de policía en Bogotá, que cobró la vida de 22 ciudadanos e hirió a más de 60. Los líderes guerrilleros se encontraban en Cuba, en medio de un proceso de diálogo con el gobierno colombiano, cuando el ELN perpetró el atentado.
Este enfrentamiento sería motivo suficiente para que Colombia pida ayuda de Estados Unidos, porque no hay duda de que Cuba se ha convertido en un refugio para terroristas colombianos confesos. Pero la realidad es que tanto en la Casa de Nariño como en la Casa Blanca están siendo particularmente activos en la persecución del terrorismo que les afecta a ambos por igual y en el desmontaje del narconegocio asociado, lo que resulta ser un drama que les aqueja en paralelo. Es dentro de este contexto que una parte de la flota norteamericana se encuentra apostada en el Caribe en operaciones conjuntas con Colombia que involucran terrorismo y narcotráfico que se origina en Colombia y Venezuela, un país cuyos vínculos con La Habana son activos e incuestionables. Y es también en atención a este interés conjunto que 48 militares estadounidenses de la Brigada de Asistencia de Seguridad acaban de llegar a suelo neogranadino a prestar asesoría a las Fuerzas Militares en la lucha contra el narcotráfico.
Es cierto, las relaciones entre La Habana y Bogotá se han estado pervirtiendo a partir del episodio criminal de la Escuela de Cadetes, pero esta circunstancia se agravará en la medida en la triada guerilla/terrorismo unida a los regímenes de Cuba y de Venezuela le continúen causando serias dificultades al gobierno de Donald Trump.
Cuba levanta un dedo acusador contra Colombia por estar sirviendo a intereses de Estados Unidos en su contra. Cuba se encuentra, con Venezuela, en el lado malo de la ecuación. Pareciera ser la buena hora para poner sus barbas en remojo.
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