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Cuatro años en la OEA

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Hace cuatro años, en enero de 2019, Juan Guaidó, recién encargado de la Presidencia de Venezuela, me designó, con el apoyo de todos los diputados comprometidos con la democracia en la Asamblea Nacional, embajador y representante permanente de nuestro país ante la Organización de Estados Americanos. Fue el primero de muchos nombramientos de embajadores que realizó el gobierno interino.

El 5 de enero de 2023 entra en vigencia una reforma del Estatuto que Rige la Transición a la Democracia para Restablecer la Vigencia de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en la que se estableció la eliminación del gobierno interino encabezado por Juan Guaidó Márquez. En el artículo 20 de este texto se indica que “todos los entes y funcionarios designados por la Presidencia Encargada quedan sin efecto a partir de la entrada en vigor de la presente ley”.  De esta manera, cesa mi condición de embajador ante la OEA.

Al terminar mi misión, quiero agradecer a Juan Guaidó por haberme designado como representante permanente ante la OEA.  Fue un honor y una gran responsabilidad la que me fue encomendada. Expreso al presidente interino mi respeto y mi admiración por el coraje y el temple demostrado en todos estos años. Igualmente agradezco el apoyo recibido de parte de la mayoría de la dirigencia política y social del país, con la que siempre procuré mantener comunicación y consulta con relación a las decisiones que me correspondió tomar.

Asimismo, expreso mi agradecimiento al reducido y muy valioso grupo de funcionarios que integraron conmigo la Misión de Venezuela en la OEA, por un estupendo trabajo desplegado en condiciones especialmente difíciles. Doy gracias también al embajador Carlos Vecchio y a su equipo por el apoyo que siempre nos prestaron y por el trabajo conjunto realizado.

Nuestra presencia en la OEA tuvo aciertos y errores, pero creo que  sirvió para que la voz de la democracia venezolana estuviera siempre presente en los debates que se llevan a cabo en la Casa de las Américas. Informamos al continente sobre las violaciones infinitas de la legalidad, de los derechos humanos, de la libre expresión del pensamiento y el irrespeto a la voluntad real de nuestro pueblo. Denunciamos el desastre económico, social, ambiental y humanitario que vive Venezuela.

Se dirá que los problemas del país no se arreglan con discursos, y es cierto. Pero tampoco puede negarse el valor de la palabra y la importancia de divulgar la verdad. La existencia de un mecanismo de seguimiento (Meseve) de la situación de los derechos humanos, ha sido especialmente significativa .

También quiero referirme  a la cesación de funciones del gobierno interino.

Creo que fue un error.

En primer lugar, lamentamos la ruptura con el marco constitucional, denunciada por la inmensa mayoría de los juristas que han opinado sobre la materia y que son los más destacados y brillantes abogados con que cuenta nuestro país. No me extiendo sobre el tema jurídico porque mi opinión fue expresada por el Bloque Constitucional en documento que lleva mi firma.

Se trata de un fiasco político.  Cualesquiera que hayan sido las razones que motivaron esta decisión, creo que ella beneficia a Nicolás Maduro y a todo el aparato de la usurpación. Se eliminó el contrapeso legítimo que se oponía a nivel nacional e institucional a la fuerza dictatorial de un régimen producto de un fraude electoral cuyo resultado fue desconocido por la mayoría del pueblo venezolano. Se termina favoreciendo una supuesta “normalización” de nuestra situación que sólo beneficia a unos pocos jerarcas y aprovechadores.

Fue un error internacional, porque la mayoría de las democracias del mundo había rechazado, bajo diferentes modalidades, al dictador usurpador, que hoy queda como el único gobierno que existe en Venezuela.

Pienso que el proceso de negociación que se lleva a cabo en México se ve afectado, porque se entregó, a cambio de nada, una de las pocas cartas con las que contaban nuestros negociadores.

Lamentaremos el efecto que se producirá en detrimento del patrimonio de todos los venezolanos, pues la defensa de los activos de nuestro país, se ve ahora debilitada y prácticamente queda pendiente de un compromiso no suficientemente explicitado, por parte de países aliados.

Se ha dicho que el gobierno interino no cumplió con su principal cometido: el cese de la usurpación.  Cierto.  Pero si la meta no se alcanzó, ¿tiene Juan Guaidó la exclusividad de la culpa?

Se han denunciado fallas y corruptelas.  Algunas de esas denuncias parecen tener fundamento. Pero, dice el dicho que cuando el agua con la que se baña a un bebé está sucia, hay que cambiarla. Pero que hay que ser muy cuidadosos, al botar el agua por la cañería, que no se bote también al niño.

Finalmente, recordemos que el 2023 se presenta para Venezuela lleno de incertidumbres, peligros y de crisis continuada.  Pero también será un año de oportunidades, de diálogo y de lucha.

En estos tiempos difíciles, siempre será válido el mensaje que san Juan Pablo II dirigió a quienes se dedican a la política.

Dijo el pontífice que “no se puede justificar un pragmatismo que, respecto a los valores esenciales y básicos de la vida social, reduzca la política a pura mediación de intereses o, lo que es aún peor, a una cuestión de demagogia o de cálculos electorales”…  “Esto adquiere particular relieve en esta fase de transformaciones intensas, que ve surgir una nueva dimensión de la política. El declive de las ideologías se acompaña de una crisis de formaciones partidistas, que constituye un desafío a comprender de modo nuevo la representación política y el papel de las instituciones. Es necesario redescubrir el sentido de la participación, implicando en mayor medida a los ciudadanos en la búsqueda de vías oportunas para avanzar hacia una realización siempre más satisfactoria del bien común”.

El futuro de Venezuela está precisamente en los ciudadanos. Les toca a ellos imponer el diálogo, buscar consensos y lograr la victoria final.

No es tiempo de diatriba, de cacería de brujas y de revanchas. Parafraseando una reflexión de Napoleón, les recuerdo a los líderes, a los analistas  políticos y a quienes escriben en las redes, que no debemos atribuir a la maldad lo que la irreflexión, la pasión y la improvisación explican suficientemente bien.

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