I
En mi artículo del pasado 10 de enero, aquí en El Nacional, escribí que, tras los eventos posteriores a las elecciones de finales de julio de 2024, había aumentado el número de videos en YouTube que predecían lo que sucedería ese 10 de enero mediante la utilización de cartas de tarot. Mi conclusión fue que el número de videos reflejaba, además de una oportunidad de monetización para quienes así los materializaban, una necesidad humana, totalmente insatisfecha, de certidumbre en tiempos de crisis. Tal fenómeno se vincula con el efecto Barnum-Forer, en donde descripciones ambiguas y genéricas se ajustan a las expectativas personales. Así, las creencias esotéricas y la búsqueda de certidumbre hacen perfecto match para la aceptación de predicciones que no tienen fundamento científico.
II
Ya ustedes seguro habrán tenido la oportunidad de leer artículos que versan sobre las profecías de Nostradamus para 2025. Sin embargo y antes de abordar a Nostradamus (1503-1566) necesito referir tres antecedentes a su nacimiento. Se trata de Heinrich Corneliuis Agrippa von Nettesheim y Teofrasto Paracelso von Hohenheim y antes de ellos, el invento de la imprenta en 1440, cuya muestra de perfeccionamiento fue la biblia, con los primeros ejemplares listos hacia 1454 o 1455. La imprenta es importante porque era la “internet de esa época”, y se constituyó en el medio de publicación y transporte para la posterior difusión «masiva» de los espectaculares abordajes ocurridos hacia los finales de eso llamado El Renacimiento.
Heinrich Corneliuis Agrippa von Nettesheim (1486-1535), alemán, fue un escritor, reconocido experto en ocultismo, filósofo, alquimista, cabalista, médico y nigromante. En su obra principal «De occulta philosophia libri tres», impresa completa en 1533 en Colonia, oeste de Alemania, recogió todo el conocimiento medieval sobre magia, astrología, alquimia, medicina y filosofía natural y lo respaldó teóricamente.
Por su parte Teostrato Paracelso von Hohenheim (1493-1541), suizo, fue un alquimista, médico y astrólogo. Fue conocido porque se creía que había logrado la transmutación del plomo en oro mediante procedimientos alquímicos y por haberle dado al zinc su nombre, llamándolo zincum. Es considerado a veces como el «padre de la toxicología» con su célebre frase «dosis sola facit venenum», es decir, “solo la dosis hace al veneno”, máxima de esa disciplina. Paracelso publicó en vida cinco obras entre 1529 y 1536, así como catorce obras póstumas, por parte de sus discípulos, entre 1549 y 1568.
Las ideas de Agrippa sobre la correspondencia entre el cuerpo humano y el universo podrían haber influido en la visión holística de Nostradamus sobre la salud. La revolución médica de Paracelso, que enfatizaba la observación directa de los pacientes y la experimentación con nuevos tratamientos, resonó en Nostradamus. El boticario de Salon-de-Provence, Francia, probablemente incorporó algunos de estos nuevos compuestos en sus fórmulas. También, tanto Agrippa como Paracelso, creían en la influencia de los astros en la salud y las enfermedades. Esta creencia compartida podría haber llevado a Nostradamus a formular medicamentos específicos basados en temas astrológicos.
Por ese tiempo, según refiere María José Pérez-Fontán, farmacéutica por la Universidad Complutense de Madrid, los medicamentos químicos de Paracelso fueron ganando adeptos progresivamente en Alemania, en Inglaterra y en el resto de Europa, salvo en España y en Francia, cuyas instituciones médicas, profundamente conservadoras, seguían instaladas en el mas estricto “galenismo” negándose a cualquier innovación.
En Francia, este enfrentamiento resultó especialmente conflictivo al darse la circunstancia agravante de que la mayoría de los médicos paracelsianos eran protestantes o reformistas y, por lo tanto, considerados, por sus ideas religiosas, como enemigos del poder establecido. Dos hechos confluyeron para la expulsión de Nostradamus de la Universidad de Montpellier, fundada en 1220, y donde estudiaba medicina: descubrieron que era boticario -y no podía serlo sin estar graduado- y peor aun, su botica, es decir, su farmacéutica, era «paracelsiana».
Según la National Geographic, en 1555 salió a la luz en Lyon, Francia, un libro titulado «Las profecías del señor Michel Nostradamus». La obra estaba compuesta de 353 cuartetas, poemas de cuatro versos escritos con términos enigmáticos que pretendían anunciar los sucesos del futuro próximo en Francia y en toda Europa.
El éxito de las Profecías fue tan espectacular que opacó totalmente su obra como boticario y le dio fama a escala europea. Sobre todo después de que en 1559 se produjera un acontecimiento trágico que Nostradamus supuestamente había pronosticado en 1555: la muerte del rey de Francia, Henri II (1519-1559), en el curso de un torneo. Esta es la cuarteta 35, Centuria primera, con la predicción:
«El joven león dominará al viejo
En campo bélico, por duelo singular,
En jaula de oro le saltará los ojos,
Dos clases una, luego morir con muerte cruel».
En los años siguientes, Nostradamus publicaría sucesivas ediciones de sus profecías, ampliadas cada vez con nuevas cuartetas, de manera que la última edición contaba con 942 cuartetas agrupadas en un total de diez centurias –de ahí que su obra se conozca también con el nombre de “Centurias”. Tras su muerte en 1566, y hasta hoy en día, se le ha recordado siempre como astrónomo y adivino y muy poco como boticario.
Según la National Geographic, para comprender quién fue realmente Nostradamus y el sentido de sus profecías, hay que situarse en el momento histórico en que vivió. El siglo XVI (1501 a 1600) fue una época caracterizada por toda suerte de crisis y tensiones –guerras, carestías, epidemias, revueltas– que los contemporáneos vivieron con auténtica angustia y ansiedad, y es en el marco de ese clima de conmoción y temores colectivos donde se ubican las profecías de Nostradamus.
III
La dificultad de atribuir centurias específicas de Nostradamus a años concretos como 2025, radica en la naturaleza misma de sus profecías. Las cuartetas de Nostradamus están escritas en un lenguaje poético, lleno de metáforas y alusiones históricas, lo que dificulta una interpretación literal y directa. Cada cuarteta puede tener múltiples interpretaciones, dependiendo del contexto histórico y de la perspectiva del intérprete. Las centurias no contienen fechas, lo que dificulta aún más su vinculación con eventos específicos. Por tales razones, cualquier atribución de centurias a años concretos es, en el mejor de los casos, especulativa y totalmente abierta a debate.
De hecho, el lector puede comprobar que todos los artículos con profecías que hacen referencia a lo que sucedería en el mundo este año de 2025 (o cualquier otro año), son repetitivos y contienen casi que el mismo texto. Sin embargo, no indican nunca –subrayo nunca- las centurias y cuartetas específicas a la que se refieren las profecías y mucho menos, el nombre del intérprete, es decir, de aquel que le asigna un significado a determinada cuarteta de cada centuria.
IV
Para demostrar el punto me he fabricado una cuarteta ficticia, a la que he llamado «Cuarteta 943». Aquí su texto:
«Pronto el adalid su cabeza asomará,
ante la ciudad dividida hablará,
la página se pasará,
pero enferma la nación permanecerá».
Así, tal cual esta redactada la cuarteta, su texto se adapta a las peculiaridades de intérprete y audiencia. A modo de ejemplo y aquí en Venezuela, el adalid ha podido -o puede- ser, cualquier líder que usted imagine e incluso podría tratarse también de algún empresario presidente de cualquier cámara de empresas o gremio de empresas industriales. Observe también el lector, que dicha cuarteta es posible interpretarla a nivel latinoamericano e incluso a nivel global.
Ese, estimado lector, es el llamado Efecto Barnum-Forer: una misma descripción vaga y genérica que el “adivino”, con interés, audacia y astucia, le vende completamente a cualquier ciudadano desinformado, angustiado, desbordado por la ansiedad y ávido de certidumbre.
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