OPINIÓN

Cuarta temporada de Umbrella Academy, una despedida fallida a un fenómeno entrañable

por Aglaia Berlutti Aglaia Berlutti

La cuarta temporada de Umbrella Academy es una trampa injusta para una serie que se volvió un fenómeno a fuerza de tener un gran corazón. Por lo que esta conclusión apresurada, incluso ridícula y endeble, es un adiós a personajes que hicieron historia, pero cuyo relato les traicionó.

¿Qué hace un fenómeno, serlo? La cultura pop tiene muchas respuestas para eso y la mayoría, tienen relación con la capacidad de un argumento, personaje o saga de ganarse el corazón de sus fanáticos. Es el caso de la franquicia “Volver al futuro”, que sin inventar gran cosa, es una de las más amadas por toda una generación de nostálgicos. O “Grey’s Anatomy”, que con 20 temporadas, sigue siendo el lugar seguro, feliz y querido para una buena cantidad de televidentes.

Algo entre ambas cosas, ocurrió con Umbrella Academy, adaptación del cómic del mismo nombre de Gerard Way y uno de los más conocidos fenómenos de Netflix. Pero más que eso, una producción que se sostuvo con éxito por casi medio lustro en una historia, que a pesar de su complejidad tenía un punto sencillo. La familia de superhéroes Hargreeves eran el resultado del egoísmo de su padre adoptivo, Sir Reginald Hargreeves (Colm Feore). Sin embargo, eso era lo menos importante en su relación. Lo realmente valioso de lo que unía a estos siete hijos dispares, imperfectos y llenos de traumas, era el amor. Uno tan grande que les llevó a lo largo de cinco años de diferentes apocalipsis, en un raro escenario de complicidad, cariño y solidaridad.

Los Hargreeves era un equipo de superhéroes que no querían serlo, como tantos otros. No obstante, también hermanos que se refugiaban entre sí en el territorio de seguridad que crearon a partir de una infancia en común y una lealtad tambaleante que se volvió su principal poder. Dicho de este modo, puede parecer una premisa sensiblera y sencilla. Solo que la serie jugó con ella, hasta crear una percepción acerca del bien profundamente sentida, audaz y desprejuiciada. Mucho más, convertida en una visión acerca de las pequeñas cosas que nos unen a los que amamos, que cautivó y emocionó por su inocencia. 

El brusco cierre de una historia dolorosa

Por ese motivo, sorprende la forma precipitada, cursi e incompleta en que la cuarta temporada, concluyó el relato de los Hargreeves. Con seis capítulos — en lugar de los acostumbrados diez —, mucho peor narrados e incluso, más cortos que los de cualquier otra entrega, el final de la producción no solo dejó una buena cantidad de puntos sin explorar. También, fue una despedida injusta para la única serie de Netflix, que sobrevivió al preciso algoritmo de la plataforma y no fue cancelada en mitad de su éxito o en cualquier caso, por razones poco claras.

Para su final, The Umbrella Academy muestra a sus personajes seis años después del final de la anterior. Lo que implica que todos ellos se han vuelto hombres y mujeres normales. En el mejor de los casos, intentando sobrevivir al tedio cotidiano. En el peor, hundidos en la confusión de haber perdido el mayor rasgo que los definía. Luther (Tom Hopper), sin sus superpoderes y con un cuerpo convencional, se gana la vida malamente en un club nocturno. 

Viktor (Elliot Page) subsiste en lo que parece una serie de decepciones amorosas en Canadá. Diego (David Castañeda), casado con Lila (Ritu Arya), es padre de tres y mensajero sin puntería. Por su lado, Allison (Emmy Raver-Lampman) y Klaus (Robert Sheehan) comparten casa y el cuidado de la hija de ella, en medio de una apacible cotidianidad. Por último, Ben (Justin H. Min) terminó en la cárcel y Cinco (Aidan Gallagher) cumplió su destino de agente secreto. 

Por supuesto, este escenario apacible y pesimista no podía durar demasiado, por lo que muy pronto todos deberán enfrentarse a un apocalipsis. Otro espectacular, disparatada e inexplicable excusa, para que los Hargreeves vayan de un lado a otro del mundo, demostrando su cariño, camaradería, rencores y tonterías, como cualquier otra familia corriente. Solo que esta tiene poderes — la serie no se tomó demasiadas molestias para hacer más impactante que todos los personajes los obtuvieran de nuevo — y está destinada a morir. 

De hecho, gran parte de la cuarta temporada de la serie parece enfocada en ese último punto. Los Hargreeves deben sacrificarse y esta vez será una hecatombe definitiva, porque no hay nuevos capítulos ni el último as bajo la manga que los ponga a salvo. En lugar de eso, la serie se desploma en explicaciones acerca del motivo por el cual es necesario su muerte y lo inevitable que es. Eso, sin explorar en la historia que plantea, las propias preguntas que hereda de la anterior entrega y hasta algunas de las más recientes. 

Un adiós insípido 

En lugar de eso, la temporada final de Umbrella Academy sabe a poco. Como si este acto apresurado de cerrar todas las historias fuera una burla a la inversión de tiempo, amor e identificación de los fanáticos con los personajes. Un escenario que se hizo tan seguro, amable y querido, como para que incluso Elliot Page decidiera descubrir su transición de género entre sus hermanos actores, un elenco que se sostuvo entre sí a través de una jornada de chistes flojos, risas a granel y al final, un capítulo de cierre sin la menor lógica o respeto por esa herencia.

¿Qué hace a un fenómeno, serlo? A Umbrella Academy fue la complicidad entre actores, su público y ese universo extravagante que lograron crear. Por lo que esta despedida, que tiene mucho de cerrar una puerta por puro compromiso, pareciera irrespetuoso, no solo con este universo en expansión. A la vez, con todos los que le amaron, le sostuvieron y creyeron en su belleza. El mayor problema de esta decepcionante temporada final.