OPINIÓN

Cuarenta y seis utopías

por Eugenio Fouz Eugenio Fouz

«En este mismo instante hay un hombre que sufre, un hombre torturado tan solo por amar la libertad» (JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO) 

Soñamos un mundo feliz donde la pena no existe. Soñamos un mundo en el cual el dolor viaja de incógnito. Todos decimos cosas bonitas. La gente es amable. Hace buen tiempo todo el año y paseamos ufanos por la calle, ajenos a cualquier preocupación porque no hay de qué preocuparse. Nos asaltan por doquier las sonrisas de los otros y los gestos de cortesía. No existe el mal. Nadie tiene frío. Nadie tiene calor. El tiempo ha cambiado a mejor. No se oyen gritos ni ladridos ni llantos. Los hombres aprendimos  a escucharnos. Resulta agradable ver a los hombres charlando en paz mientras caminan juntos.  

La lluvia no nos molesta. No se venden paraguas. Los adolescentes han entrado en razón y ya no reivindican causas perdidas estropeando los cuadros de los museos. La ciudad es una zona exclusiva para peatones. Los patinetes eléctricos ya han pasado de moda. Los inmigrantes vienen educados. La sanidad está garantizada para todos los ciudadanos. No hay guerras. La riqueza está bien repartida en el mundo. 

No se ve a gente abducida por dispositivos electrónicos. Leemos libros. Los hombres y las mujeres han despertado por fin. Los hombres no se maltratan entre sí. Los hombres no matan a las mujeres. Cuando sienten morriña, los inmigrantes regresan a su tierra para quedarse. Vuelven los periódicos de papel. Se habla español en España (y fuera de España también). 

No hay hambre. No hay sed. La justicia es un poder independiente, rápido y eficaz. La religión se ciñe al  ámbito personal. La democracia es el mejor sistema de gobierno (con ciertas condiciones). El presidente siempre dice la verdad, aunque le duela. No se contempla el fraude electoral ni el abuso de poder en ningún país del mundo. La educación importa. Nos gusta la fruta y cuidamos la agricultura como fuente de riqueza. Nadie odia a los turistas. No nos avergüenza la ternura. Todos somos hijos de Dios. Respetamos al prójimo y el prójimo nos respeta a nosotros