Como lo hemos indicado en varias ocasiones el esquema del fraude electoral del chavismo para seguir en el poder es sofisticado, involucra varias instancias y definitivamente no se limita a la manipulación del voto. Para una rápida comprensión del proceso los explicaremos nuevamente en forma muy breve.
El fraude comienza con la ausencia de condiciones y garantías para una elección transparente. Esto a su vez se desagrega en tácticas específicas como el secuestro judicial de las tarjetas de los partidos opositores, la inhabilitación de candidatos, la infiltración de agentes del chavismo en la plataforma opositora, el uso de bienes públicos y equipos militares para campana, la incertidumbre de lapsos y actividades del proceso electoral, la reubicación arbitraria de electores, la negación del derecho al voto, un sistema automatizado que arroja resultados a la carta y no es auditable, el linchamiento moral y físico de opositores, y por supuesto el As bajo la manga que es reservarse siempre el derecho a suspender las elecciones por razones de seguridad.
Todo esto es posible no porque el régimen chavista tenga una sólida base social que le respalda sino porque hasta ahora ha contado con el respaldo de los militares y sus armas.
Con este esquema de fraude un candidato opositor, cualquiera que sea, en las actuales circunstancias podría comenzar con una base real de apoyo electoral de 60%. Para el momento de anunciar los resultados esa cifra quedará reducida a 18%-22% luego del desguace de votos perpetrado por el Consejo Electoral chavista y por todo el régimen político en su conjunto.
Frente a esto la oposición de la PU/MUD argumenta que si la mayoría acude a vomitar y no se abstiene es posible derrotar todas y cada una de esas instancias de fraude. Esto no es cierto ni es realista pues parte del supuesto de otorgarle un cierto grado de confianza al sistema electoral chavista lo cual en las actuales condiciones implica un gran acto de fe ciega. Además porque tal como hemos explicado no solo está el problema del robo directo de los votos sino de la activación de un sistema pseudojurídico capaz de producir decisiones “legales” para justificar un resultado favorable al régimen.
Sin embargo, es importante considerar las matemáticas y las proyecciones de la falsa oposición en favor de su argumento para tratar de entender su lógica. Asumiendo el escenario improbable que todos los otros factores no relacionados con el voto se puedan neutralizar, la falsa oposición apuesta a una polarización electoral entre su candidato y Nicolás Maduro.
En teoría ese candidato, cualquiera que sea, en unas elecciones con condiciones y garantías de transparencia le ganaría fácilmente a Maduro. Pero ese no es el caso de Venezuela.
Si nos atenemos exclusivamente a lo que tiene que ver con el voto y hacemos a un lado todo lo demás habría que comenzar por considerar que para enero de 2022 el CNE chavista admitía que 21 millones de venezolanos estaban inscritos para votar. Según las cifras aportadas por el mismo organismo en abril de este año tan solo se inscribieron aproximadamente 604.000 nuevos electores, aunque el CNE no pudo explicar cuántos de estos serían jóvenes nuevos votantes o venezolanos.
Algunas ONG que hacen seguimiento a estos asuntos habían proyectado que en el proceso de depuración del Registro Electoral habían quedado por fuera y sin derecho a votar aproximadamente 6 millones de venezolanos residentes en Venezuela y 4 millones de venezolanos migrantes. Si estos electores son de alguna manera el reflejo del resto que sí están inscritos es altamente probable que la gran mayoría de haber podido votar lo habrían hecho por un candidato opositor y en contra de Nicolás Maduro en una proporción de 8-2.
En pocas palabras el chavismo le ha arrebatado prácticamente 10 millones de votos a esa oposición en su cara. Por lo que no se entiende que esa oposición no haya hecho de ese reclamo su punto de honor para decidir si debía participar o no en esa cayapa electoral. Por el contrario, muy conscientes de que estos eventos merman sustancialmente su capacidad electoral ellos insisten que nada, ni siquiera una evidencia monumental de fraude, los sacará de la vía electoral.
Queda pendiente por valorar la cifra de aproximadamente 1 millón de personas que fueron reubicadas según reportes del CNE. ¿Estamos frente a reubicaciones voluntarias o arbitrarias? No lo sabremos hasta el día de las elecciones cuando muchos comiencen a denunciar que aparecieron votando en ciudades distantes hacia las cuales es materialmente imposible trasladarse para votar. Sin descartar la utilidad que todavía hoy tiene la Lista Tascón para el chavismo, bastaría que el régimen cruce el Registro Electoral con la base de datos del carnet de la patria para proteger a los suyos y reubicar a los demás que no aparezcan en sus listas.
Hemos suscrito en redes sociales la tesis que en tiranía no se vota, la cual podría aparecer como radical y negacionista. Estamos dispuestos a debatir esto frente a algunos argumentos que sugieren la pertinencia del voto aun bajo un extremo clima de violencia cuando este es parte de una estrategia más amplia y comprensiva, no como un negocio de quienes trafican con ilusiones. En otras palabras, podemos conceder que bajo ciertas circunstancias votar en un régimen tiránico podría tener una racionalidad siempre que esto sea una táctica de lucha parte de una estrategia y no simplemente un voluntarista salto al vacío con la esperanza de que del otro lado encontrarán a unos déspotas arrepentidos listos para entregar el poder.
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