“La muerte también debe
sorprender al lenguaje”.
Alberto José Barrera Tyszka
La miseria humana resulta, desde luego, incompatible con los avances que en materia de derechos humanos hemos venido observando a nivel mundial. En este orden, ha sido respetuoso y progresivo el tratamiento que se le ha dado a esta materia, y evidente el reconocimiento que las legislaciones modernas han dado en áreas de defensa, promoción y protección de los derechos humanos, de allí que se hable de personas con discapacidad, violencia de género, adultos mayores, libertad sexual, transgénero, en fin, de la pronunciada tendencia a procurar la eliminación o reducción al mínimo de la discriminación, con un marcado respeto por la dignidad humana y en el entendido que cualquier diferencia o condición debe ser considerado un valor y nunca un defecto.
Viene al caso este introito por la vergüenza ajena y el dolor que produce saber que la peste chavista contactó a la diputada Addy Valero con el fin de ofrecerle dinero para su tratamiento contra el cáncer, a cambio de retirarle su apoyo al presidente encargado de República, al propio tiempo presidente de la Asamblea Nacional.
La muerte de la diputada a la Asamblea Nacional Addy Valero a causa de cáncer, sin tratamiento adecuado y oportuno, nos confirma en la certeza de que a diario en Venezuela se viola el derecho a la protección de la salud, como contenido fundamental del derecho a la vida.
Su condición de enferma nunca la doblegó en sus principios ni en los valores democráticos que decía profesar, los cuales pudo demostrar con entereza al negarse a pactar con delincuentes empeñados en arruinar, aún más, la poca democracia que queda en pie, representada por el único poder legítimo que existe en el país, apoyado por más de 50 países.
Delincuentes que no entienden ni procuran entender la democracia como la rectitud de conciencia como base del sistema, la honestidad como norma permanente, la pulcritud en las ideas y en las formas de comportamiento.
Decía Fabio Quintiliano: “Cuando queremos vaciar un líquido en un frasco de boca pequeña, tenemos que actuar lentamente. Si actuamos precipitadamente el líquido se bota y el frasco no se llena”. Y agrega: “No se le puede dar instrucción, educación, formación a una persona que no tiene capacidad para adquirirla, que la adquisición no puede hacerse bruscamente sino por etapas, lentamente”.
Esta reflexión del pedagogo romano-español aplica también para aquellos que quieren hacer de la política su oficio, pero que no han sabido entenderla a cabalidad, y por tanto se han servido de ella alegremente.
Pactar con el hampa es delito. Eso parece haberles dicho la malograda diputada, cuya dignidad debe servir de ejemplo a quienes se dedican a la política, a los malandros que intentaron trocar la curación de su cáncer por monedas, en una pretendida operación “política”, de suyo deleznable, que serviría a los oscuros intereses del ch… abismo y de sus acólitos originarios y sobrevenidos.
¿Qué puedo decir? Puedo decir algo: Son veinte años, once meses y veintidós días de esta desgracia inmerecida, este rojo castigo.
Una espantosa cronología, un contar el tiempo que parece no acabar nunca, el eterno pasajero, pero no. Y aquí quiero insistir en la conveniencia de unir esfuerzos, quizá invocando el espíritu del 23 de Enero, la impronta de aquella fecha del siglo pasado, para que en aumento vayan nuestros esfuerzos y mayor sea nuestro interés en salir de la caverna que significa la actual usurpación, hoy aposentada en la casa de Misia Jacinta.
Aunque siempre he procurado librarme del autoelogio, ello no impide afirmar con orgullo y satisfacción ante nuestros hijos y ante la sociedad, que mi vida está libre de procesos criminales y de estafas al Fisco, que ante cualquier acto inhumano, represivo, discriminatorio o insultante a la dignidad de las personas, no puedo permanecer inmutable. La miseria humana no va conmigo.
No se puede estar tan cerca del dolor y seguir viviendo con normalidad. El sufrimiento es una miseria y exaltarlo una perversión más. Sufrir es malo en sí mismo y punto.