No hay respuesta alguna para la interrogante que sirve de título a nuestro artículo de hoy. No pasa entonces de ser una barrabasada el señalamiento hecho por un alto líder de la fatídica “revolución bonita” cuando, orondo y satisfecho de su altiva posición revolucionaria, dijo: “Gobernaremos 50 años más”. Es un exabrupto monumental, además del escaso soporte, hacer predicciones claramente estrambóticas en un campo como el de la política y la vida misma, en el que hoy se puede estar y mañana no. Estamos hablando de un terreno en el que se impone la prudencia y en el que no es para nada recomendable hablar con oscuras intenciones.

En lo personal, nunca imaginé que la dictadura de Hugo Rafael Chávez Frías  y su actual sucesor en Miraflores pudieran mantenerse en posición dominante durante tanto tiempo: estamos hablando de 23 años de desgarraduras y sufrimientos, lo que no es poca cosa. Lo cierto es que aquí estamos todavía, en franco retroceso, buscando sin descanso la salida de tan nefasto mal. Lo realmente significativo es que no hemos parado en la dura tarea; ello es, sin duda, una clara manifestación de que no se han perdido las esperanzas.

Tarde o temprano nos liberaremos del actual karma, esa energía o ley cósmica invisible e inmensurable que se genera a partir de los actos de las personas. Debemos confiar entonces en que tendremos tiempos mejores. Hacia ese horizonte hay que dirigir la mirada, poniendo nuestro grano de arena para alcanzar tan anhelada meta. Después de todo, la democracia es y será siempre la mejor forma de gobierno. La otra opción es ese adefesio que hoy tenemos y que es rechazado contundentemente por la gran mayoría de los venezolanos y las democracias del mundo entero.

Quienes hemos tenido la dicha de vivir en democracia sentimos todavía el placer de lo que ella significa y representa. Lo que la mayoría experimenta en el antro acuartelado que hoy es Venezuela son latigazos permanentes al cuerpo, miedos que se desprenden de la mirada y de cada uno de los demás sentidos, así como el conformismo que se deriva de la entrega total, la cual se resume así: “Esto es lo que hay”.

Soy firme creyente de que Estados Unidos de América es el ejemplo a seguir en cuanto a una buena forma de gobierno. El ejercicio de la presidencia no debe exceder a dos periodos de gobierno, los cuales podrían incluso ser de hasta cinco años cada uno. Eso de mantenerse gobernando per saécula saeculórum es propio de las dictaduras, no de las democracias verdaderas.

La situación política y social de nuestro país ha alcanzado ese punto en que es indispensable abrir las puertas a la democracia plena. Ya basta de tantas sinvergüenzuras y arbitrariedades. El pueblo venezolano está cansado, experimentando una realidad que exige un cambio de rumbo.

Si bien es cierto que no hay una respuesta final a la interrogante que titula nuestra columna de hoy, también es verdad que no podemos limitarnos a dar nuestra conformidad a las manifestaciones del Mal. Contra él tenemos que luchar siempre, hasta vencerlo.


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