Un par de notas publicadas la semana pasada por The Financial Times en Londres han puesto de relieve las consecuencias de la reacción del gobierno de México ante la crisis del coronavirus. Pero también han contribuido al debate sobre la viabilidad de muchas de las propuestas formuladas por distintos grupos y expertos en las últimas semanas, y que el gobierno ha decidido pasar por alto.
El editorial del periódico ha sido ampliamente comentado, incluso por el propio presidente: dijo que no pensaba leerlo (obviamente no es cierto). Pero muchos entendieron que parte de la condena del consejo editorial del diario londinense se debía a la ausencia de un proyecto fiscal contracíclico de López Obrador, más que a una crítica a sus posturas ideológicas.
La otra nota destacó cómo en marzo tenedores extranjeros de papel mexicano se deshicieron de más o menos el equivalente en pesos de 7.000 millones de dólares de dicho papel, es decir, la mayor cantidad desde que se tiene registro. Varios lectores concluyeron que la época de oro del “super-peso” de López Obrador y del “carry trade” había concluido.
De estos datos y comentarios se derivan elementos para intervenir en la discusión entre especialistas ̶ no soy uno de ellos ̶ sobre las posibles fuentes de financiamiento de un ambicioso programa fiscal ̶ altamente hipotético ̶ del gobierno. Hipotético porque AMLO no quiere aumentar impuestos ni endeudarse, que son las únicas fuentes posibles de financiamiento de un esquema de esa naturaleza. Pero por pura curiosidad intelectual, conviene examinar las dos posturas en cuestión.
Una sostiene que México no puede salir hoy a los mercados a buscar dinero porque no lo habría, o sería muy caro. Existiría un “standstill” de crédito externo para países emergentes en general, y para México en particular. La respuesta de AMLO a la crisis, su enfrentamiento con el sector privado (por cierto, ¿qué pasó con el cafecito con los empresarios anunciado para el 15 de abril?), la caída del precio del petróleo y las previsiones de crecimiento negativo constituyen factores todos ellos que imposibilitarían la obtención de dinero fresco, abundante y barato en los mercados internacionales. La tasa de interés a pagar sería de dos dígitos, me dice un amigo banquero escéptico. Si se quiere un paquete contracíclico de varios puntos del PIB, es preciso financiarlo dentro de México.
La otra versión es exactamente la opuesta, y la esgrimen economistas tan calificados como los que sostienen la primera. Abunda la liquidez hoy en el mundo; México sigue siendo un gran sujeto de crédito, si nos referimos al papel soberano y no al de Pemex o de empresas privadas; aún sin señales positivas como posponer Dos Bocas, pero sin duda enviándolas, el país, con todo y la 4T, podría conseguir carretadas de dólares a buen precio en los mercados internacionales.
Otro amigo banquero me comenta la siguiente. Perú salió a contratar deuda, alrededor de 2.000 – 3.000 millones de dólares. La demanda del papel propuesto llegó a 24.000 millones de dólares, a distintos plazos, a una tasa de interés (Tesoro norteamericano más riesgo en puntos base) de entre 2,5% y 3%. Se trata de una economía mucho más pequeña que la mexicana y por lo tanto de una suma muy significativa. Ciertamente, el gobierno de Martín Vizcarra ha sido elogiado por sus respuestas de salud pública y de política económica a la crisis, a diferencia de AMLO, pero México es México: vecino y socio de Estados Unidos, potencia exportadora, economía diversificada.
Este amigo banquero estima que México podría levantar grandes sumas de dinero, para bonos soberanos, a tasas entre 4,2% y 6% sin ninguna dificultad. No es dinero tan barato, pero tampoco se trata de un precio exorbitante. En vista de que la caída del PIB va a elevar en automático el peso de la deuda pública sobre el PIB, un poco más, en esas condiciones, no perjudicaría la viabilidad crediticia del país. Allí dejo dos puntos de vista, de economistas y de banqueros, con muchas más credenciales que yo para opinar.
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