La política monetaria restrictiva dejó sin liquidez a la banca, restringió el crédito bancario y redujo la demanda de divisas, cuyo precio se frenó en comparación con el resto de los precios. Así, mientras la mayoría de las mercancías registra aumentos significativos, el precio del dólar no sube a la misma velocidad y por eso las familias y empresas tienen que cambiar cada vez más dólares para pagar en bolívares la misma cantidad de productos. Esta brecha da origen a una sobrevaluación de la tasa de cambio que genera en la gente la impresión de una inflación en dólares.
En septiembre de 2020 la tasa de cambio superó los 430.000 Bs/$. Agréguele a esta cantidad los 8 ceros que le quitaron a los billetes viejos y le dará una cantidad que pocos pueden leer (43.000.000.000.000 Bs/$). Nuevamente el precio del dólar se ha desquiciado y su impacto sobre la hiperinflación no se hará esperar. Esto se debe a la reciente medida del BCV de liberar 30 billones de bolívares semanales del 90% de las captaciones del público que los bancos están obligados a congelar bajo la figura del encaje legal. Este monto equivale a unos 80 millones de dólares.
Un impacto positivo de la reinyección de este dinero a la banca es que se reactivarán los préstamos a la producción y el consumo. El efecto no deseado es que inmediatamente estos bolívares los convierten en dólares para proteger su poder de compra, presionando así el aumento de su precio. Adicionalmente, esto tiene un inevitable impacto sobre el saldo en bolívares de los préstamos comerciales que están indexados a la evolución de la tasa de cambio.
Como la conversión de bolívares a dólares no solo se hace para protegerse de la inflación, sino también para pagar operaciones de compra-venta en una economía cada vez más dolarizada, la mayor demanda de divisas ejerce una permanente presión al alza de la tasa de cambio que aumentará mientras el BCV siga inyectando liquidez a la banca y emita dinero que transfiere a Pdvsa y empresas públicas deficitarias para que estas puedan pagar nóminas, proveedores y contratistas, quienes también se protegerán de la hiperinflación comprando divisas.
La política monetaria que intenta frenar el precio de la divisa ha degenerado en un incentivo perverso a la especulación cambiaria, toda vez que los especuladores aprovechan las semanas en las que la tasa de cambio se frena para comprar divisas a un precio menor al que realmente deberían tener y revenderlas cuando la contención cambiaria se hace insostenible y nuevamente se desquicia el precio del dólar. Los especuladores cambiarios revenden lo acumulado y obtienen así cuantiosas ganancias sin haber realizado ninguna inversión productiva.
Esta arritmia cambiaria se prolongará debido al colapso de la producción petrolera que merma el ingreso en divisas, a la prolongada contracción de la economía interna, al déficit fiscal y su financiamiento con emisiones de dinero inflacionario, así como a la reinyección a la banca de la liquidez represada en el BCV.
Por todas estas razones, es previsible que en lo que resta de año la tasa de cambio y la hiperinflación seguirán subiendo considerablemente, azotando el presupuesto de los hogares, empresas e instituciones.
@victoralvarezr
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