Cuando se escriba la historia venezolana de este tiempo nos encontraremos con un periodo cruento. Un régimen conducido por la exaltación megalómana de un hombre que vomitó sus profundas carencias afectivas para esparcir su veneno. La impronta del mal adquirió robustez gubernamental para desde el poder pasar a quebrantar la democracia y la libertad. Fue un proceso que fue adecuándose al estilo totalitario de actuar. Fue llenando de muerte a la familia venezolana cuando la gran mayoría se rebeló ante las pretensiones hegemónicas de la dictadura.
Las cárceles se atiborraron de valientes, mientras las balas asesinas coleccionaban victimas para su curriculum. Sus grupos violentos sembrando el terror en las calles de la nación. La mayoría delincuentes de amplio prontuario queriendo intimidar a honestos ciudadanos. La escoria humana pontificando desde los atrios de su gobierno corrompido.
La libertad de expresión fue ahorcada en la plaza pública. Degollaron el derecho a disentir. La imposición de un pensamiento único fue su idea primigenia. El antivalor en las banderas de la infamia.
La vorágine sediciosa continuó su proceso exterminador. Auspició la corrupción administrativa hasta convertirla en la brújula del gobierno revolucionario. Se notaba el regocijo en cada escándalo en donde estaba involucrado un nuevo desfalco. Era el mecanismo perfecto para envenenar al poder judicial con su bilis. Ultrajaron a las instituciones hasta dejarlas desgarradas, con los arañazos propios de quienes solo responden al instinto animal.
La dictadura logró la huida de seis millones de venezolanos. Doloroso capítulo que se sigue escribiendo en el alma desgarrada de las familias. Las historias de sufrimiento son de tal magnitud que hasta los glaciares, terminarían derritiéndose al escuchar tantas muestras de crueldad y penurias.
Somos un cementerio de empresas quebradas. Con la inflación más alta del mundo. La mayor tasa de desempleo que conozca el planeta, la moneda más débil y el gobierno más ladrón. En el horizonte rural el campo está arrasado. Sin cosechas ni crédito sigue crecimiento la maleza y la incertidumbre, mientras el perro del campesino duerme sobre las promesas.
Han colocado en el paredón a nuestro idioma. El lenguaje del socialismo es procaz. Tiene el oloroso aroma del estiércol que hace puchero en la charca. Sus discursos son un atentado contra la civilización de la lengua. Sus escritos tiene el trazo del pérfido ignorante cuando su oración es el cadalso.
Este sistema es el bocado de la ruindad infinita. Un gobierno desfigurado que solo sabe hacer daño. Que tiene su origen en la sangre inocente de venezolanos. Tocará a los biógrafos hacer que la tinta vaya marcando el derrotero de esta época tan funesta que deseamos una nueva aureola en donde la democracia logre renacer de las cenizas.
@alecambero