OPINIÓN

Cuando España delinque sin pudor

por Ramón Pérez-Maura Ramón Pérez-Maura

Edmundo González, entre Delcy y Jorge Rodríguez en la Embajada de España en Caracas. De espaldas el embajador de España, Ramón Santos

En estas páginas se ha sostenido desde el 8 de septiembre que Edmundo González Urrutia no había pedido asilo político, sino que había sido deportado de Venezuela con la complicidad del Gobierno español. Ahora se demuestra que no sólo fue así, sino que incluso se permitió la comisión de uno o varios delitos en territorio español, como lo es nuestra embajada en Caracas.

El delito más flagrante, el que se perpetró sin pudor, fue el de consentir que dos altos cargos de la República Bolivariana, nada menos que la vicepresidente y el presidente de la Asamblea Nacional perpetraran un flagrante chantaje, dentro de nuestra embajada y en presencia del embajador, al hombre que había ganado las elecciones presidenciales. A estas alturas ya sabemos que mentir no tiene ninguna consecuencia. Incluso sospecho que seguir denunciando las mentiras puede ser contraproducente. Pero Napoleonchu debe tener un rostro de hormigón para salir a decir que España sólo hizo de agencia de viajes como ya se denunció aquí el 9 de septiembre. Y reiterar ahora que España no tuvo nada que ver con la «negociación» entre los hermanos Rodríguez y Edmundo González pese a que tuvo lugar en nuestra embajada.

Como Napoleonchu parece creerse sus propias mentiras –ésa es una patología psiquiátrica bien conocida– el jueves en Antena 3 ha salido a decir que ni el embajador ni nadie invitó a Delcy y Jorge Rodríguez a entrar en la embajada. Entonces ¿cómo o por qué entraron? Eso es una violación de la soberanía nacional. ¿Por qué no la ha denunciado España?

Que se perpetrara en territorio de soberanía española una operación en la que Delcy Rodríguez, la de las maletas de Barajas y su hermano Jorge, el que pide romper toda relación diplomática, comercial y consular con España, coaccionan a Edmundo González Urrutia amenazando su propia integridad y la de su familia, sobrepasa toda indignidad conocida bajo este Gobierno. Napoleonchu está muy orgulloso de sus labores de mediación en Venezuela mientras que Maduro y sus asistentes criminales tienen bajo la bota a la oposición, y chantajean al presidente electo de la República y encarcelan a turistas españoles. Realmente nuestra «política de mediación» es como para que nos den un premio.

En un acto al que se está forzando a renunciar a la Presidencia de la República a quien la ha ganado pese a lo injusta de la contienda, el embajador del Rey de España, Ramón Santos, de blanco y de espaldas en la foto que podemos ver antes de estas líneas, asiste –en definición de un embajador de España con mando en plaza a día de hoy– vestido con «una especie de camisa maricona con capucha y mechas en esa melena al vent». Y la mesa para la firma está «con mantel, como si fuera una casa en Aluche».

Se da el agravante de que no hay una explicación clara a por qué abandonó la Embajada de los Países Bajos y se fue a la de España. Lo hizo, evidentemente, con el consentimiento de las autoridades venezolanas a pesar de que en ese momento González era fugitivo de la justicia chavista. Y, a falta de esa explicación, lo que ahora se entiende es que en la Embajada de los Países Bajos no estaban dispuestos a permitir la coacción al ganador de las elecciones, pero en la de España había una total disposición a cooperar con la dictadura para quitarle el problema Edmundo González de encima. Ese es el respeto que tiene este Gobierno a la democracia.

Y por cierto, una vez que el Parlamento Europeo ha reconocido la victoria de Edmundo González Urrutia, a ver cómo argumenta Napoleonchu que estamos liderando en Europa lo que hay que hacer en Venezuela. Y, dicho sea de paso, los únicos socialistas decentes en el Parlamento Europeo que han reconocido la victoria de González Urrutia han sido los portugueses. No en vano hay una gran colonia portuguesa –de Madeira básicamente– en Caracas, tenderos la mayoría, que ha sido particularmente agredida por el chavismo.

En estos tiempos, las embajadas españolas se emplean para cosas cada vez más raras. Cualquier día nos hacen un Khashogui en una embajada y no nos enteramos. Y si nos enteráramos nos dirían que ha sido una operación de pacificación y concordia. Con un par.