“La violencia crea más problemas sociales que los que resuelve”. Martin Luther King
En los últimos días, Ecuador ha vivido una ola de violencia y terrorismo, que ha puesto en riesgo la democracia y la paz del país y de la región. Detrás de esta crisis se esconde la sombra del régimen de Maduro, que estaría utilizando al Tren de Aragua para desestabilizar a los gobiernos que se oponen a su dictadura. En ese sentido, la crisis de seguridad en Ecuador no solo afecta a la población ecuatoriana, sino también a la democracia y la paz en América Latina, particularmente, en esta Tierra de gracia. Un ejemplo de cómo la violencia en Ecuador afecta a la democracia y la paz en América Latina es el caso de las mujeres venezolanas refugiadas que han sido víctimas de trata de personas y explotación sexual por parte del Tren de Aragua. Según un informe de Amnistía Internacional, estas mujeres han sufrido una doble desprotección por parte de los Estados de origen y destino, que no les han garantizado sus derechos humanos ni les han brindado asistencia adecuada. Esta situación evidencia la falta de solidaridad y cooperación regional para enfrentar la crisis humanitaria y de seguridad que vive la región.
Algunos analistas y políticos han señalado la posible injerencia del régimen de Nicolás Maduro en la crisis de seguridad en Ecuador, con el fin de desestabilizar la región y socavar los proyectos democráticos como el que encarna el presidente Noboa, quien ha mantenido una postura crítica y firme frente al gobierno venezolano. Algunas de las evidencias que se han presentado para sustentar esta hipótesis son: la presencia y expansión del Tren de Aragua en Ecuador, que ha sido responsable de actividades ilícitas y varios atentados con explosivos, secuestros y asesinatos; los vínculos del Tren de Aragua con el ELN, la guerrilla colombiana que también recibe apoyo de Maduro, y que opera en la frontera entre Colombia y Ecuador, donde se han registrado enfrentamientos armados y ataques a la infraestructura; y las declaraciones de algunos exfuncionarios y disidentes del régimen de Maduro, que han denunciado que el gobierno venezolano financia y entrena a grupos armados para infiltrarse y generar violencia en países vecinos, especialmente en Ecuador, donde busca desestabilizar al gobierno de Noboa y favorecer a sus aliados políticos.
El Tren de Aragua sería uno de los instrumentos del régimen de Maduro para generar violencia y caos en Ecuador y otros países de América Latina, aprovechando la migración masiva de venezolanos y la debilidad de los controles fronterizos para infiltrarse y generar caos en Ecuador. Una presunción nada alejada de la realidad, el accionar de esta megabanda lo confirma: en Perú, las autoridades rescataron a 40 venezolanas que habían sido engañadas con ofertas de trabajo y luego forzadas a prostituirse por una facción del Tren de Aragua; en Colombia, aunque parezca contradictorio con lo dicho anteriormente, el Tren de Aragua ha tenido enfrentamientos con la guerrilla del ELN por el control de la frontera con Ecuador, donde se han registrado ataques a la infraestructura y a las fuerzas de seguridad; y, específicamente en Ecuador, el Tren de Aragua ha sido señalado como responsable de varios atentados con explosivos, secuestros y asesinatos, que han generado una crisis de seguridad y una ola de violencia en el país.
Ante la violencia y el terrorismo que auparía el régimen de Maduro para desestabilizar la región y socavar los proyectos democráticos como el del presidente Noboa, surge la pregunta: ¿qué se puede esperar en Venezuela, donde se prevén elecciones presidenciales este año, que podrían suponer el fin del mandato de Maduro? Pregunta que se torna compleja en un escenario en el cual cursa en el TSJ la Demanda de Reclamación conjuntamente con Amparo Cautelar contra vía de hecho, presentada por María Corina Machado, la líder opositora con mayor aceptación y mejor posicionada en el panorama político venezolano. Algunas de las posibles consecuencias de la situación política de Venezuela, que podrían variar según el desarrollo de los acontecimientos, serían: una posible respuesta del régimen de Maduro a la demanda de Machado, que podría ser favorable o desfavorable a su habilitación política, lo que generaría reacciones de la oposición, la comunidad internacional y la sociedad civil; una posible convocatoria a elecciones presidenciales por parte del Consejo Nacional Electoral, que podría ser aceptada o rechazada por la oposición, dependiendo de las condiciones y garantías que se ofrezcan; una posible participación o abstención de los electores venezolanos, que podría estar influenciada por el clima de violencia, la crisis humanitaria, la desconfianza en el sistema electoral y la polarización política; y una posible victoria o derrota de Maduro o de Machado, que podría ser reconocida o desconocida por las partes, lo que generaría tensiones, conflictos, protestas o negociaciones.
Si nos vemos en el espejo de Ecuador, el de la violencia desatada por estos días, con suma facilidad se pueden entrever posibles consecuencias derivadas de la manifiesta negativa del régimen a dejar el poder: una mayor crisis humanitaria, con escasez de alimentos, medicinas, combustible, electricidad y agua, que afecta a millones de venezolanos e incrementa la migración a otros países; una mayor violación de los derechos humanos, con casos de tortura, ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, censura y represión, que han sido denunciados por la ONU y otras organizaciones internacionales; una mayor desigualdad social, con una creciente dolarización de la economía, que beneficia a una minoría privilegiada y excluye a la mayoría de la población, que vive en condiciones de pobreza y vulnerabilidad; y, motivo de gran preocupación, una mayor inestabilidad política, con una falta de legitimidad y reconocimiento del gobierno de Maduro, que enfrenta el rechazo de la oposición, la presión de la comunidad internacional y el descontento popular.
La violencia y el terrorismo que azotan a Ecuador son el reflejo de la tragedia que vive Venezuela bajo el régimen de Maduro, que no solo oprime a su propio pueblo, sino que también amenaza a los países vecinos que defienden la democracia y la libertad. Frente a este escenario, es urgente que la comunidad internacional se solidarice con las víctimas de la violencia, que exija el respeto a los derechos humanos y que apoye una salida pacífica y democrática a la crisis. Asimismo, es necesario que los venezolanos se movilicen para reclamar sus derechos políticos y electorales, y que respalden a la líder opositora María Corina Machado, quien representa una esperanza de cambio y de reconstrucción del país. Solo así se podrá poner fin al sufrimiento de millones de personas y se podrá recuperar la paz y la estabilidad en la región.
@robertveraz
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