Hace casi cuatro décadas, cuando ingresé a estudiar la
carrera de licenciatura en Historia en la Facultad de Humanidades y
Educación de la Universidad de los Andes (en Mérida-Venezuela) las
corrientes teórico-filosóficas dominantes que regían la estructura
curricular y los pensum de estudios humanísticos en la Ulandina casa
de estudios superiores estaba mayormente influenciada por las
concepciones teóricas-metodológicas del marxismo, seguido de cerca de
otras concepciones científico-filosóficas que aún gozaban de más o
menos cierto prestigio académico y universitario en universidades del
campo anglosajón. Fue en aquel contexto histórico cultural que en
alemán se conoce con el nombre de Kulturkreis que me inicié en la
formación de un espíritu académico universitario bajo los fuertes
influjos de la teoría marxista. No era para menos; a la ULA llegaban
mensual, trimestral, semestral y anualmente, decenas de publicaciones
bibliohemerográficas de carácter periódicas provenientes de
prestigiosas universidades europeas, canadienses, norteamericanas y
también latinoamericanas. Por aquella época de fervor revolucionario
el abc de la cartilla de la izquierda filomarxista mayoritariamente
socialista y comunista proclamaba mecánicamente, cual lorito de Lenín,
que el destacamento político, y eventualmente militar, de la
inevitable y necesaria revolución social en Venezuela, así como en el
resto del continente hispanoamericano, debía inexorablemente estar
conformado por el proletariado fabril y urbano en estrecha alianza con
los vastos sectores campesinos (trabajadores manuales del campo)
complementado con el necesario apoyo político de cierta clase media
profesional e intelectualizada en la cual obviamente se encontraba esa
figura social conocida con el genérico nombre de movimiento
estudiantil. Luego, entonces, el catecismo revolucionario de la
izquierda latinoamericana sostenía a pie juntillas que la vanguardia
de la transformación social y política (económica) la conformaría la
clase obrera integrada por los trabajadores manuales e intelectuales
del campo y la ciudad. Naturalmente, los partidos y organizaciones
políticas de la izquierda latinoamericana, especialmente, los partidos
comunistas que orbitaban como satélites ideológicos del social
imperialismo chino-soviético no daban tregua en su insistencia
ortodoxa de que el futuro luminoso que supuestamente aguardaba a la
sufriente humanidad que no cejaba en su lucha por su emancipación del
yugo explotador y alienante dependía de lo que haría el proletariado
internacional. Las hordas intelectuales del evangelio marxista
insistían en subrayar la tontera de consigna utópica decimonónica
sintetizada en la pendeja frase de “proletarios de todos los países
uníos” y el no menos bobalicón llamado de los marxistas ortodoxos que
flameaban la frase huera inscrita en los estandartes de la Asociación
Internacional de los Trabajadores que rezaba: “La liberación de la
clase obrera será obra de la clase obrera misma o no será”.
Con las revueltas e insurgencias estudiantiles y juveniles que trajo
consigo el Mayo francés, los movimientos contestatarios manifiestos en
torno al rock y luego la expansión de la sensibilidad juvenil
antiautoritaria refugiada en los claustros académicos universitarios
de Latinoamérica y la proliferación en los ámbitos de los estudios
humanísticos del continente hispanohablante de nuevas vetas de
análisis teórico-metodológico con la adopción de los métodos y
herramientas conceptuales procedente de las corrientes
estructuralistas (Claude Levi-Satrauss et al) los enfoques
funcionalistas (con Bronislaw Malinowsky a la cabeza) las perspectivas
neoevolucionistas y neopositivistas que anidaron en las escuelas y
facultades de ciencias sociales del continente permitió la recensión
de otras lecturas y ángulos de análisis epistemológicos procedentes de
escuelas y corrientes heterodoxas y críticas como por ejemplo la
Escuela de Frankfurt y los enfoques del marxismo crítico italiano que
se nucleó en torno a los estudios y análisis de cierto marxismo
crítico de impronta gramsciana que enfatizaba el protagonismo
teorético del bloque histórico de clases y la teoría de la
contrahegemonía y de la contracultura anticapitalista. Comenzando las
década de los setenta emerge al proscenio intelectual de la extrema
izquierda teórica-metodológica en Italia y España la figura
intelectual de Toni Negri que fue adoptado como figura totémica por
los movimientos violentos y armados de guerrilla urbana de las
Brigadas Rojas italianas y la Fracción del Ejército Rojo alemán que
adoptaron y subscribieron las tesis políticas de Negri en torno a la
teoría y praxis de los tristemente célebres Consejos Obreros de
Fábrica que dio carta de nacimiento a los movimientos consejistas
italianos y a los movimientos espartaquistas alemanes y holandeses con
Antón Pannekoek a la cabeza y figura destacada y notable de dichos
movimientos insurreccionales del espíritu crítico y subversivo.
En cuatro décadas largas y dilatadas –el paréntesis cronológico que va
de1980 a 2021– el sistema capitalista mundial, como era de esperarse
obviamente, se ha visto en la insoslayable necesidad de reinventarse y
desplegar su inagotable capacidad regenerativa valiéndose de su
asombrosa potencia innovadora en lo que respecta a su poderosa
racionalidad tecnocientífica y de su poder ontolumínico y
metatécnico. El sistema capitalista central posindustrial
representado en las economías metatécnicas y transdigitales y de
inteligencia artificial ha logrado impactar y producir una especie de
giro copernicano a nivel de las estructuras y tejidos socioculturales
de los modelos societales alterando y modificando las viejas y
anquilosadas figuras socio-antropológicas de naturaleza política que
el viejo y anacrónico método marxismo tanto ensalzó y elevó al olimpo
de las categorías sociológicas para caracterizar y consecuentemente
taxonomizar a las sociedades y civilizaciones del vertiginoso y
evanescente presente histórico. Obviamente, no puede ser de otro modo:
los giros y movimientos telúricos que sacuden la dinámica en
permanente mutación y metamorfosis de lo social obliga, quiérase o no,
a repensar los registros de percepción e intelección que podrían
eventualmente permitirnos repensar reorganizativamente los sistemas
nocionales y conceptuales que abren cauces discursivos a los cambios y
desplazamientos micromoleculares al interior de los grupos, clases,
estamentos, segmentos sociales emergentes que los aluviones de cambios
sacuden y estremecen a las sociedades centro-periféricas. Es
inevitable encarar desprejuiciadamente la interrogante: ¿en cuál
figura clasista recae hoy el peso sustantivo del papel protagónico del
proceso emancipador hic et nunc –esto es: aquí y ahora- en virtud del
surgimiento de novísimos actores que hacen su aparición con las
inéditas dinámicas ontotecnológicas que producen las sociedades de
control y vigilancia del fascismo tecnocrático?
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