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¿Cuál sujeto de la emancipación?

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Toni Neri

Hace casi cuatro décadas, cuando ingresé a estudiar la

carrera de licenciatura en Historia en la Facultad de Humanidades y

Educación de la Universidad de los Andes (en Mérida-Venezuela) las

corrientes teórico-filosóficas dominantes que regían la estructura

curricular y los pensum de estudios humanísticos en la Ulandina casa

de estudios superiores estaba mayormente influenciada por las

concepciones teóricas-metodológicas del marxismo, seguido de cerca de

otras concepciones científico-filosóficas que aún gozaban de más o

menos cierto prestigio académico y universitario en universidades del

campo anglosajón. Fue en aquel contexto histórico cultural que en

alemán se conoce con el nombre de Kulturkreis que me inicié en la

formación de un espíritu académico universitario bajo los fuertes

influjos de la teoría marxista. No era para menos; a la ULA llegaban

mensual, trimestral, semestral y anualmente, decenas de publicaciones

bibliohemerográficas de carácter periódicas provenientes de

prestigiosas universidades europeas, canadienses, norteamericanas y

también latinoamericanas. Por aquella época de fervor revolucionario

el abc de la cartilla de la izquierda filomarxista  mayoritariamente

socialista y comunista proclamaba mecánicamente, cual lorito de Lenín,

que el destacamento político, y eventualmente militar, de la

inevitable y necesaria revolución social en Venezuela, así como en el

resto del continente hispanoamericano, debía inexorablemente estar

conformado por el proletariado fabril y urbano en estrecha alianza con

los vastos sectores campesinos (trabajadores manuales del campo)

complementado con el necesario apoyo político de cierta clase media

profesional e intelectualizada en la cual obviamente se encontraba esa

figura social conocida con el genérico nombre de movimiento

estudiantil. Luego, entonces, el catecismo revolucionario de la

izquierda latinoamericana sostenía a pie juntillas que la vanguardia

de la transformación social y política (económica) la conformaría la

clase obrera integrada por los trabajadores manuales e intelectuales

del campo y la ciudad. Naturalmente, los partidos y organizaciones

políticas de la izquierda latinoamericana, especialmente, los partidos

comunistas que orbitaban como satélites ideológicos del social

imperialismo chino-soviético no daban tregua en su insistencia

ortodoxa de que el futuro luminoso que supuestamente aguardaba a la

sufriente humanidad que no cejaba en su lucha por su emancipación del

yugo explotador y alienante dependía de lo que haría el proletariado

internacional. Las hordas intelectuales  del evangelio marxista

insistían en subrayar la tontera de consigna utópica decimonónica

sintetizada en la pendeja frase de “proletarios de todos los países

uníos” y el no menos bobalicón llamado de los marxistas ortodoxos que

flameaban la frase huera inscrita en los estandartes de la Asociación

Internacional de los Trabajadores que rezaba: “La liberación de la

clase obrera será obra de la clase obrera misma o no será”.

Con las revueltas e insurgencias estudiantiles y juveniles que trajo

consigo el Mayo francés, los movimientos contestatarios manifiestos en

torno al rock y luego la expansión de la sensibilidad juvenil

antiautoritaria refugiada en los claustros académicos universitarios

de Latinoamérica y la proliferación en los ámbitos de los estudios

humanísticos del continente hispanohablante de nuevas vetas de

análisis teórico-metodológico con la adopción de los métodos y

herramientas conceptuales procedente de las corrientes

estructuralistas (Claude Levi-Satrauss et al) los enfoques

funcionalistas (con Bronislaw Malinowsky a la cabeza) las perspectivas

neoevolucionistas y neopositivistas que anidaron en las escuelas y

facultades de ciencias sociales del continente permitió la recensión

de otras lecturas y ángulos de análisis epistemológicos procedentes de

escuelas y corrientes heterodoxas y críticas como por ejemplo la

Escuela de Frankfurt y los enfoques del marxismo crítico italiano que

se nucleó en torno a los estudios y análisis de cierto marxismo

crítico de impronta gramsciana que enfatizaba el protagonismo

teorético del bloque histórico de clases y la teoría de la

contrahegemonía y de la contracultura anticapitalista. Comenzando las

década de los setenta emerge al proscenio intelectual de la extrema

izquierda teórica-metodológica en Italia y España la figura

intelectual de Toni Negri que fue adoptado como figura totémica por

los movimientos violentos y armados de guerrilla urbana de las

Brigadas Rojas italianas y la Fracción del Ejército Rojo alemán que

adoptaron y subscribieron las tesis políticas de Negri en torno a la

teoría y praxis de los tristemente célebres Consejos Obreros de

Fábrica que dio carta de nacimiento a los movimientos consejistas

italianos y a los movimientos espartaquistas alemanes y holandeses con

Antón Pannekoek a la cabeza y figura destacada y notable de dichos

movimientos insurreccionales del espíritu crítico y subversivo.

En cuatro décadas largas y dilatadas –el paréntesis cronológico que va

de1980 a 2021– el sistema capitalista mundial, como era de esperarse

obviamente, se ha visto en la insoslayable necesidad de reinventarse y

desplegar su inagotable capacidad regenerativa valiéndose de su

asombrosa potencia innovadora en lo que respecta a su poderosa

racionalidad tecnocientífica y de su poder ontolumínico y

metatécnico. El sistema capitalista central posindustrial

representado en las economías metatécnicas y transdigitales y de

inteligencia artificial ha logrado impactar y producir una especie de

giro copernicano a nivel de las estructuras y tejidos socioculturales

de los modelos societales alterando y modificando las viejas y

anquilosadas figuras socio-antropológicas de naturaleza política que

el viejo y anacrónico método marxismo tanto ensalzó y elevó al olimpo

de las categorías sociológicas para caracterizar y consecuentemente

taxonomizar a las sociedades y civilizaciones del vertiginoso y

evanescente presente histórico. Obviamente, no puede ser de otro modo:

los giros y movimientos telúricos que sacuden la dinámica en

permanente mutación y metamorfosis de lo social obliga, quiérase o no,

a repensar los registros de percepción e intelección que podrían

eventualmente permitirnos repensar reorganizativamente los sistemas

nocionales y conceptuales que abren cauces discursivos a los cambios y

desplazamientos micromoleculares al interior de los grupos, clases,

estamentos, segmentos sociales emergentes que los aluviones de cambios

sacuden y estremecen a las sociedades centro-periféricas. Es

inevitable encarar desprejuiciadamente la interrogante: ¿en cuál

figura clasista recae hoy el peso sustantivo del papel protagónico del

proceso emancipador hic et nunc –esto es: aquí y ahora- en virtud del

surgimiento de novísimos actores que hacen su aparición con las

inéditas dinámicas ontotecnológicas que producen las sociedades de

control y vigilancia del fascismo tecnocrático?

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