Mientras nos entretienen sucesos absurdos que ocurren en la realidad, tal como los resultados declarados del referéndum, que anuncia más de 10 millones de votos, es decir la mitad del país en las calles haciendo cola para sufragar. Algo que jamás ocurrió, nos preguntamos hacia dónde va un país donde los temas centrales que definen la existencia permanecen sin respuestas. Como señala Roberto Casanova, cuando alude a lo que no hemos contestado, aquello que aún no hemos consagrado como la savia para construir una democracia plena portadora de libertades: “Una doctrina política y económica es, dicho de otra manera, un programa triple. Es, en primer lugar, un programa filosófico que identifica un conjunto de valores morales y principios políticos que debería tener vigencia en una sociedad. Es, en segundo término, un programa de investigación científica, es decir, un conjunto de modelos sobre la realidad social que comparten un mismo núcleo teórico y que, para ser científicamente válidos, deben estar abiertos a evidencias que puedan refutarlos. ¿Es, finalmente, un programa político, consistente en múltiples iniciativas de gobiernos, de empresas, de organizaciones civiles que nos permitirían, dada aquella comprensión de la sociedad, materializar los valores defendidos por la doctrina?”.
Ese nivel de definición no lo hemos alcanzado, mientras tanto nos envuelven con acontecimientos, cercanos territorialmente, pero lejanos de nuestra esencia como sociedad que aún busca una definición y un sentido.
Me atrevo entonces a persistir en algunas ideas que en la práctica veo aparecer, aunque no sean reconocidas. Lo primero sería cuál es el conjunto de valores morales que inspiran nuestra vida, qué profesamos y en qué medida actuamos en consonancia. Es importante en nuestra cotidianidad el valor de la verdad, o simplemente es algo circunstancial y manipulables. Acabamos de vivir una dramática experiencia, los venezolanos decidieron ausentarse de las mesas electorales en torno a un referéndum y el gobierno informa lo contrario. Anuncian la presencia masiva de ciudadanos, algo que no ocurrió, pero que comunican sin pudor desde sus posiciones de control de la institución electoral. Imposible evitar el sentimiento de asombro ante la incongruencia o la intención de instalar una mentira en la mente de los ciudadanos. En una sociedad en la que esto ocurre, donde se vive esta contradicción, hasta la cordura de los ciudadanos está en riesgo.
Vale preguntarse, ¿cuál es el modelo político que preside nuestra realidad, es el resultado de algún tipo de acuerdos o simplemente una imposición autoritaria. ¿Hacia dónde vamos? Intentamos vivir en una sociedad donde priven leyes consensuadas y un Estado de Derecho que iguale a todos los ciudadanos, existe la posibilidad de generar riquezas, intercambiar libremente y convivir con pensamientos distintos, pero capaces de integrarse en una opción sin ninguna reticencia.
Quizás la gran dificultad reside en que no aceptamos, quizás por ignorancia, la imposición de una doctrina filosófica como la esencia de la cual se derivan las ideas, la conducción económica y los preceptos políticos sobre cómo ejercer el poder.
Si quienes detentan el poder permanecen en un ostracismo teórico filosófico que les impide ver el mundo y los lleva a imponer caminos destructivos de la posibilidad de generar riquezas, si es así, estamos en una imposibilidad que se repite y de la cual subsisten muchos ejemplos. Basta con mirar a Cuba, el sufrimiento y las penurias de un pueblo condenado por la imposición de ideas políticas, filosófica que niegan la existencia del individuo responsable, que concentra en una institución estatal todo un poder sin límites. En esta circunstancia a los que detentan el poder no les importa ver ciudadanos huyendo despavoridos, intentando llegar a costas donde puedan respirar y ser libres, lejos de la tutela del Estado omnipotente. Un caso que se repite entre nosotros, ¿cómo se explica la huida de más de 8 millones de personas que anteriormente pensaban que vivían en una tierra de gracia?
¿Cómo puede ser indiferente un gobierno que ve escapar más del 20% de su población y no se pregunta por qué? ¿Qué lleva al caudal de hombres y mujeres a lanzarse a caminos inciertos, a correr albures que muchas veces terminan con sus vidas? Alguna vez ha intentado descifrar este tema la gente en el poder o cruelmente lo ven como una solución, un alivio, menos gente a quien repartir la bolsa CLAP o a quienes entregarles bonos para que se queden quietos.
¿Ese era el programa político? Exasperar a la gente para obligarlos a huir, callar todos los medios de comunicación que expresen molestias y críticas, castrar todas las iniciativas que no vengan del Estado y que favorezcan sólo a quienes no comparten los valores en juego. Es negar finalmente “un programa político, consistente en múltiples iniciativas de gobiernos, de empresas, de organizaciones civiles que nos permitirían, dada aquella comprensión de la sociedad, materializar los valores defendidos por la doctrina”, como puntualiza Roberto.
Quizás lo más impactante de esta visión histórica-política es comprobar que los ejemplos de sociedad donde se han implantado estas experiencias totalitarias, fracasadas, no sirven de nada. Menos de 200 millas separan a Cuba de Estados Unidos. Sin embargo, los que dirigen la isla cubana actúan y deciden como si estuvieran al lado de la Unión Soviética (cuando existía). La duración de un vuelo desde La Habana hasta Moscú suele ser de 11:54 horas de media, con una distancia aproximada de 9.753 km en el caso de vuelos directos. Estados Unidos está a 1 hora 10 minutos de vuelo, mientras Rusia está a casi 12 horas. ¿Por qué los dirigentes cubanos se niegan a ver la sociedad americana y se aferran a unos lazos con un país distinto con el cual comparten escasos vínculos culturales y ningún recuerdo histórico? Habrá algún instante de reflexión, en su intimidad, de los dirigentes cubanos donde valoren el modelo político que los ha inspirado para convertir esta isla en un modelo fracasado de sociedad. Cualquier delegación deportiva que salga de Cuba a un país democrático siempre estará presionada por la necesidad de los jugadores de escaparse del modelo opresivo que rige la isla.
La misma pregunta nos la podemos aplicar a Venezuela, ¿qué ha llevado a cierto grupo del liderazgo venezolano a imponer un modelo político contrario a la libertad, con gente escapándose por cualquier frontera y con millones de personas soportando una inclemente pobreza?
Cuando oímos las escandalosas cifras de participación en el referéndum reciente en Venezuela tenemos que aceptar que es parte de la realidad impuesta sobre nuestras cabezas y en nuestras vidas.
Es vital reconocer como predica Roberto: “La preocupación central del ordoliberalismo fue, desde sus inicios, cómo combinar la libertad y el bienestar de las personas con un orden institucional que evitase la acumulación de poder de cualquier naturaleza. Su búsqueda consistió en identificar, entre la diversidad de órdenes institucionales posibles, cuál sería el más compatible con la dignidad humana y el desarrollo económico”.
Estaremos muy lejos de entender y aplicar por voluntad popular, escoger un modelo como el ordoliberalismo, cuyas muestras tenemos cerca, no tan lejos como Irán, Rusia y China.
Para finalizar esta reflexión acudamos de nuevo a Roberto citando a Marina J. A. y de la Valgoma: “La economía social de mercado puede servir para movilizar creadoramente a muchas sociedades. Las élites tendrían en ella una poderosa narrativa para “…estimular la libertad, la iniciativa, la creatividad, la reciprocidad de los ciudadanos”. Lo harían “…fomentando instituciones, legislación, infraestructura, sistemas educativos”. Explicando a los ciudadanos que “… sólo aprovechando todos los talentos podemos alcanzar un nivel digno de vida”.
Los uruguayos ya iniciaron este viaje, esperemos que otros países latinoamericanos los acompañen, la esperanza es lograr integrarnos en ese nuevo espíritu que reina en países que aman y buscan la libertad.