I
Cuando lo nombran, a Donatien Alphonse François de Sade se le conoce inmediatamente, pues su fama le ha seguido a través de la historia. Era conocido por las aberraciones que practicaba y porque se atrevió a documentarlas para su propio placer.
Era un personaje sombrío, que se atrevió a dar rienda suelta a sus propias locuras. En sus manos quedaron muchas mujeres que fueron sus víctimas. También participó en la política, en la época de la Revolución francesa.
Fue secretario del club de jacobinos bajo el reino de Robespierre, pero curiosamente renunció al cargo porque le parecía aberrante que mataran a tantas personas “anónimas”, de acuerdo con una reseña del periódico español La Vanguardia. Al parecer, para él, la tortura y la muerte deben tener un fin más elevado, procurar placer.
Escribió textos políticos en aquella época cuyas conclusiones eran escandalosas. Consideraba que la sociedad no debe castigar ningún delito, ni siquiera el asesinato y que el único crimen que merece una pena es el suicidio.
II
Este peculiar marqués le dio vida a un concepto que ha sido objeto de profundos estudios, el sadismo. De acuerdo con la Real Academia Española, en su segunda acepción se puede definir como “crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta”.
Hay trabajos psiquiátricos que relacionan directamente el trastorno sádico de personalidad con los asesinos seriales o simplemente los homicidas. Es decir, que sale del campo de lo meramente sexual y se aplica a otros hechos en los que el denominador común es la maldad, la crueldad hacia el otro.
¿Cuántas veces no vemos las noticias de todo lo que ocurre en el país y pensamos que los responsables realmente gozan con el daño que hacen? Parecen no saciarse nunca. No los conmueve el sufrimiento ajeno como no sea para infligir más dolor. “Si no tienes comida, tampoco tienes agua ni medicinas, mucho menos sitios seguros donde trabajar, y despídete de tu familia”.
III
Pero la mayor de las crueldades la demuestra el régimen con los presos políticos. Sobre todo porque son inocentes de cualquier cosa que se les acuse y sin embargo llevan años enfrentando torturas. Hay alguien que debe gozar con eso, la reencarnación del marqués de Sade, no hay otra explicación.
La maldad se puede incluso palpar ahora que el covid-19 sin duda está paseándose por todos los reclusorios en donde tienen a los más de 420 detenidos. El régimen se ha ensañado con todos, desde los policías metropolitanos que fueron los primeros presos políticos de Chávez, pasando por Requesens y muchos otros.
¿Qué les importa que estén a merced del virus si a veces ni siquiera les dan agua? ¿Qué les importa que puedan morir sin asistencia si muchos con enfermedades crónicas se han apagado lentamente en los calabozos?
Eso se llama crueldad, aunque no muy refinada, sino de la más brutal. Son fieles discípulos del marqués, que se sienten satisfechos con el sufrimiento del otro.
Pasarán a la historia como lo que son. Pero nada de refinamiento.
@anammatute