“Para saber que debo vencer, basta conocer a los que me rodean”.
Simón Bolívar
Nadie sabe a ciencia cierta si fue Albert Einstein quien afirmó en alguna oportunidad que esperar resultados distintos al hacer lo mismo una y otra vez era una locura. Menciono ese pensamiento con mucha desesperanza, al referirme a esta lucha interminable y casi infinita que tenemos los ciudadanos de mi país, para restituir nuestros valores constitucionales y democráticos. Venezuela es víctima de un gobierno felón y oclocrático, de inmorales uniformados vendepatria, de un pueblo ignorante y cretino. También de una oposición dirigida por políticos sin principios, sin formación doctrinaria y, lo más triste, sin el deseo de transformar a nuestra sociedad en una nación grande, noble y próspera.
No podemos pedir peras al olmo. «La luna no es de pan de horno, pero tampoco es de queso», Raúl Fuentes (dixit). No hay, ni puede haber, una solución mágica con quienes ni siquiera conocen el arte de ilusionar a las masas. Con esos profanadores de la definición del concepto de un político al servicio del país. Bellacos carentes de comportamiento y de la visión de un estadista. Decepción presente y representativa, de esa generación de relevo que eligió su bienestar, antes que esculpir su nombre en las páginas de nuestra historia.
¿Dónde está la gente buena? Dónde están esos ciudadanos decentes. Los maestros por vocación, los profesionales honestos, los periodistas valientes, los políticos que reediten la generación del 28. ¿Dónde está el futuro de mi patria?
¨Bajo la dirección del Libertador solo la victoria debemos esperar¨. Sucre.
La esperanza de la reencarnación del pensamiento libertario de Simón de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, se diluyó con ese encantador de serpientes que resultó Hugo Rafael. Fraude guiado por el mendigo más orgulloso del mundo. Fidel Castro – quien sí se hará eterno en la historia -. Desde otra perspectiva.
El último aliento. Exhalación de la vida. Emanación que sale del alma. Estímulo inspirativo que nos impulsa a la creación. Esperanza para los desesperanzados. Leitmotiv simbólico con fondo musical de Wagner. Arquetipo abstracto y alegórico de la utopía de un país. Sueño para quienes anhelan el compromiso moral y patriótico para desarrollar un país distinto. Una nación ejemplar.
Sin gente luminosa, sin poetas, sin la inocencia y la conciencia moral, no ganaremos ninguna batalla. Sin virtudes ciudadanas – cualquier victoria es pírrica – y perentoria.
En el libro de Repensar el mundo, una invitación. Maja Göpel nos invita a visualizar las nuevas realidades, a repensar la nueva interacción entre los seres humanos y la naturaleza. Nos ilustra a moralizar nuestro actual concepto de justicia. Continuar en esta épica libertaria por rescatar nuestro derecho a una democracia pulcra y amplia. Jamás la lograremos repitiendo los mismos errores, con la misma gente, con el mismo criterio de hace 20 años. ¡Venezuela no es la misma!
Pretender construir un país distinto sin la participación de quienes conservan la ética, la moral, los principios familiares y la preparación académica necesaria -a pesar de los años y las canas- ¡Es un absurdo! Rodearnos de una generación y una juventud inspirada en esos patrones, en esa mística, con la fortaleza, con la alegría y con la ilusión requerida para construir un país desde las ruinas, solo dependerá de nuestra disposición a aceptar que, con estos líderes que nos representan en los actuales partidos políticos, no es posible.
Construyamos la esperanza al formar desde la niñez, a esa generación que cambiará para siempre el destino de la patria.
“Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia”.
@CarluchoOJEDA
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