OPINIÓN

Crónica de un fracaso anunciado

por Adolfo P. Salgueiro Adolfo P. Salgueiro

 

La IX Cumbre de las Américas está a punto de comenzar pasado mañana 6 de junio en Los Ángeles, California. Aun cuando en nuestra columna del pasado sábado hicimos algunas consideraciones acerca del asunto y anotamos nuestra opinión poco favorable a la perspectiva de éxito de la reunión, en el curso de la semana transcurrida desde entonces han ocurrido acciones y omisiones que nos llevan a abordar el tema nuevamente.

Como venezolano, militante inconmovible de la causa de la democracia y por tanto decidido opositor del régimen instalado en Miraflores, sin compromiso con ninguna de las franquicias políticas que desgracian nuestra realidad, observamos -con desazón- cómo las circunstancias nacionales e internacionales muy difíciles que enfrenta el presidente Joe Biden han llevado a su gobierno a dar marchas y contramarchas contradictorias que, en definitiva, avizoran un fracaso no solamente de la Cumbre sino de la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina, lo cual -lamentablemente- es una constante en las relaciones continentales.

Lo primero que nos impacta es la notable contradicción entre los reiterados anuncios de altos funcionarios que reiteran el reconocimiento de Juan Guaidó como único y legítimo presidente encargado de Venezuela, pero no lo invitan a una reunión en la que el tema de la defensa de la democracia se anuncia como uno de los asuntos centrales del evento. Dicen que es porque la presencia de Guaidó pudiera constituirse en un factor de fricción entre algunos de los restantes invitados. Seguramente ello sería así, pero por más que le demos vuelta al asunto no deja de lucir contradictorio excluir al que ellos proclaman legítimo representante de Venezuela, dejándolo fuera igual que a la cuerda de tiranuelos o autoritarios provocando con ello un ruido que supera a todas luces la razón de ser de la cumbre que se convoca. Nada importa ni importará lo que se trate allí, sino el escándalo suscitado a cuenta de la lista de invitados y excluidos.

Otro de los aspectos que ya no sorprenden pero sí irritan es el caso de Alberto Fernández, presidente de Argentina, quien en los últimos días se ha ofrecido o encargado de ser la voz de Cuba, Nicaragua y Venezuela en el evento. Lo lamentable del caso es que en esa actitud no juega el interés internacional de Argentina sino la disputa interna, a cuchillo ya, entre el jefe del Estado y su vicepresidenta, Cristina de Kirchner. Hace apenas días que el mandatario tuvo que recurrir a los votos de la oposición, dividiendo la fracción oficialista, para conseguir la aprobación del acuerdo pactado con el Fondo Monetario Internacional desaprobado por parte de la bancada oficial legislativa. Hoy tiene que hacerle carantoñas al cristinismo.

Otro es el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien en su discurso se las echa de latinoamericano pero en sus ejecutorias no puede desconocer el hecho de que su vecino del norte pesa mucho en su presente y futuro económico, migratorio y consecuentemente político. No por nada Cantinflas aún es tan evocado.

Para quienes no lo tienen presente recordemos que en cada cumbre oficial se ha desarrollado paralelamente una tal “Cumbre de los Pueblos” que se reúne en algún estadio o calle cercana al evento y desde allí los “chicos malos” que asisten al salón oficial como presidentes de los países, aprovechan para proferir peroratas antisistema ante un público azuzado por la izquierda militante local y continental. Así lo hicieron Evo, Chávez y hasta el propio anfitrión Kirchner en la cumbre de Mar del Plata del año 2005.

En esta ocasión, quienes protestan contra la Cumbre de Los Ángeles han solicitado el permiso legal para manifestar pacíficamente y la autoridad municipal -hasta ahora- lo ha negado. Sea cual fuere la opinión o inclinación de cada quien es menester tener presente que en Estados Unidos, donde la ley se respeta escrupulosamente, el derecho de manifestar pacíficamente tiene rango constitucional nada menos que en la Primera Enmienda de su carta fundamental. Sin creer en pajaritos preñados sí sabemos que estas manifestaciones no suelen ser tan pacíficas como se anuncian, pero el país que ofrece la anfitrionía debe respetar las reglas de juego, más aún si las mismas son fundamentales en su legislación interna.

Para la semana entrante sabremos cómo se desarrolló la cosa y nos enteraremos cuáles fueron los compromisos adquiridos, como también de cuál fue el tono de las reuniones bilaterales o multilaterales con Biden. En algún tiempo podremos emitir juicio acerca de si se aprovechó el tiempo o si se perdió otra oportunidad.

@apsalgueiro1