Me curo en salud: llevo más de veinte años en la oposición al chavismo y, más aun, al madurismo. Lo he hecho y lo hago con mi medio: la pluma. Una pluma que no cesa, como el rayo del poeta Miguel Hernández. Sobre esta base, guste o no, ejerceré una crítica a la oposición. Decían los profesores Imre Lakatos, Alan Musgrave y Karl Popper, en el libro que recoge y comenta críticamente las Actas del Coloquio Internacional de Filosofía de la Ciencia, celebrado en Londres en 1965 ―la obra recibe el nombre de La crítica y el desarrollo del conocimiento (Grijalbo, 1975)― que el ejercicio del pensamiento crítico era capaz de abrir nuevos horizontes no solo en el conocimiento, sino en la sociedad misma. Tal es el espíritu de estas líneas.
Con honrosas excepciones personales, y contra la mínima pero activa “oposición recalcitrante”, diré que los partidos, ONG y grupos de oposición no han estado a la altura que les exige un país sumergido en una profunda emergencia humanitaria compleja. El dolor del pueblo, los venezolanos todos, ha sido sacrificado en el altar de la ambición, los intereses particulares, el egoísmo rabioso, las triquiñuelas, el fraccionalismo y otras plagas políticas. La AN, hostigada, perseguida y desconocida por un régimen usurpador, ha hecho más de lo posible, pero diré que, desde sus inicios, incurrió en errores y omisiones cuyas graves consecuencia estamos sufriendo desde hace más de cinco años.
Una de las más fuertes afecta a lo mejor de nuestra tierra: los niños. En una nueva edición del portal Cocuyo, bajo la sabia dirección de Luz Mely Reyes, de fecha 10 de junio de 2019, leo: “De los diez millones de niños que hay en Venezuela, 3,2 millones urgen de esa asistencia básica, así como de beneficiarse de medidas de protección (…). Según datos de la ONU (…) en apenas siete meses los refugiados y migrantes venezolanos aumentaron en un millón y se ha disparado a más de 4 millones para mediados de este año. Actualmente, Colombia acoge a 1,3 millones de ellos; sigue Perú, con 768.000; Chile, con 288.000; Ecuador, con 263.000; Argentina, con 130.000, y Brasil, con 168.000”.
En un tuit de Mariano de Alba, abogado y especialista en relaciones internacionales, leo a Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos: “Nuestro problema, que es mantener a la oposición unida, ha resultado ser tremendamente difícil. En el momento en que Maduro se vaya, todos levantarán sus manos y dirán: ‘Apóyame, soy el próximo presidente de Venezuela”. En otro tuit De Alba leí más de Pompeo: “Sin una oposición cohesionada alrededor de una estrategia y principios básicos, es más improbable que #Venezuela pueda alcanzar la transición a la democracia que necesita para reconstruir al país (por lo que) será mucho más lenta y difícil”.
¡Ficción de la sorpresa! Lo extraño es que Pompeo haya tardado tanto en darse cuenta del caos opositor. O no quiso decirlo. Es una realidad. En una conversación en una reunión de decanos de la Universidad Central de Venezuela, que estos solicitaron, sobre la situación y perspectivas políticas del país, el presidente de Datanálisis, José Antonio Gil Yepes, mostró resultados de sus estudios: todos los partidos de oposición son grupúsculos, cuya valoración por el pueblo va de 1,5% a no más de 4%, salvo AD, con 8% y algo.
En el espacio Con la Luz, la gran periodista Luz Mely Reyes entrevistó, el 6 de junio, a la directora ejecutiva de Archivo Cuba, María Werlau. Dijo lo que ya sabemos: que en Venezuela hay alrededor de 25.000 cubanos espiando y controlando todo, en especial a la FAN. “Cuba desarrolló un software que se llama Estela para efectuar la represión cibernética en Venezuela. Monitorean las redes sociales, identifican a periodistas, a opositores, y siguen con quiénes se comunican, quiénes son sus amigos. El control es casi absoluto”.
Está bien, señora Werlau, pero le faltó algo esencial: 12.000 cubanos son las neuronas de la FAN, la manejan a su antojo y conveniencia para Cuba, un país que lleva más de veinte años explotando a Venezuela. Un país ultrasubdesarrollado que ejerce un poder imperial sobre un país emergente. ¡La paradoja chavista!, la llamaría Lenin.
La encuesta de Datanálisis, mayo de 2019, revela: 1) una enorme impopularidad de Nicolás Maduro: 84,5%, con solo un magro respaldo de 10%. 2) Una caída vertiginosa del PSUV, desde 53% en marzo de 2013 a un minúsculo 10% en mayo de 2019. 3) La monumental caída de la ANC: 82% de los encuestados evalúa mal su actuación pero con apenas 9% positivo. 4) Escribe mi colega, el destacado economista y profesor José Guerra en el portal Finanzas Digital el 9 de junio de 2019: “Finalmente, destaca en el estudio el liderazgo de Juan Guaidó con 57% de valoración, con lo que iguala a Chávez en su mejor momento, siendo presidente con todos los medios a su favor y con disponibilidades financieras literalmente infinitas”.
¿Cuál es la lectura política de las, combinadas, opiniones de Gil Yepes y los resultados de Datanálisis? Decepción, incredulidad, desconfianza hacia todos los partidos, la MUD, el Frente Amplio, el PSUV. Confianza depositada enteramente en un líder opositor. Él y solo él será capaz de sacarnos del sufrimiento. Entonces, ¿por qué esta debacle no genera un levantamiento, una poblada, una sublevación tras el líder? ¿Emigración, resignación, malvivir antes que morir?
De todo un poco, el miedo pesa. Se comprende: ahí está la FAN, una organización criminal (es vox pópuli) que tiene vínculos con grupos terroristas: Sebin, Dgcim, el grupo de exterminio sello nazi llamado FAES, FARC, Hezbolá, dizque milicianos… Pero ¡somos millones los empobrecidos, los descontentos! Maduro está perdiendo la guerra de desgaste: millones de carpinteros con sus cintas métricas, lápices, tiza, serruchos, punzones, cepillos, escofinas, lijas, limas… socavan la Silla. Sin cesar, sin descanso. En las horas más oscuras. Si nuestra historia se cumple, el grueso de los militares se sublevará en esas horas, haciendo honor a su juramento, a su patria, a su pueblo. Las armas son de la República, que yace moribunda.
Y líderes regionales, municipales, distritales, de cuadra, de esquina, de edificio, de caserío, de barrio convergiendo su apoyo con compromiso hacia el vértice de la pirámide, habiendo difundido, impregnado de la estrategia, la táctica de la emboscada final, de la Operación Libertad. Con el Proyecto País en los tuétanos, señalando la ruta. ¿Ilusión? No lo creo. ¿Esperanza? Sí, es mi credo.
Sugerencia a la oposición: primero, buscar un intérprete para su Torre de Babel y, luego, la ciencia de lo obvio: ¡cohesión, unidad crítica!, con un único fin: orientar a las fuerzas mancomunadas, aliadas hacia un propósito común: remover al enemigo principal: Maduro, quien debe irse. Él es el gran responsable de esta catástrofe sin precedentes en nuestra historia republicana. Como no tiene la ética para renunciar, es imperativo forzar su salida.
Dixi et salvavi animam meam.