Lo qué está pasando, ahora, en Nicaragua, es igual a lo que vienen haciendo en Cuba y, también similar, a los métodos aplicados por la narcotiranía venezolana. No hay libertad de expresión, no se respetan los derechos humanos, no hay posibilidades de elegir libremente a los gobernantes, disentir es un riesgo muy grande ante regímenes que no son tolerantes a las críticas y por eso “opinar es un delito”. En Cuba las cárceles siguen siendo el recinto destinado para los que se atrevan a discrepar de la sacrosanta palabra de los mandamás que mantienen el control de esa isla por casi setenta años continuos. La familia Castro se adueñó de los poderes públicos, montaron su propio ejército, sus particulares medios de comunicación y un relato que se inspira en una historia también muy particular.
Lo mismo que en Venezuela, país controlado por fuerzas de ocupación extranjeras que le sirven al régimen chavomadurista. En Venezuela la Fuerza Armada Nacional es ahora un circo militarista que obedece ciegamente a los jerarcas que usurpan las instituciones que dejaron de ser libres, desde que Chávez resolvió confeccionar su propia Constitución Nacional. Desde entonces también tienen lo que dan por llamar «hegemonía comunicacional», lograda a través de asaltos, compras o estrangulamiento de los medios de información. Cuentan con sus cadalsos tribunalicios para linchar a los disidentes condenándolos a la cárcel o inhabilitándolos políticamente. O sea, así como en Nicaragua, en donde una familia, marido y mujer, controlan los poderes que les hace posible, igual que en Cuba y Venezuela, sacar del camino a sus potenciales rivales.
Es así como a Cristiana Chamorro Barrios, reconocida periodista nicaragüense, la acechan para hacerle pagar “el delito de oponerse a los Ortega”: fue inhabilitada el pasado 2 de junio por el “Poder Judicial” de la pareja que simboliza la narcobrujería, esa yunta que no admite competencia y le temen a mujeres valientes, inteligentes y capacitadas como Cristiana Chamorro, que además tiene casta que le viene de sus progenitores, de quienes heredó esos valores que la animan a luchar, a costa de lo que sea necesario arriesgar, con tal de no claudicar en su empeño por recuperar la libertad de su país.
Joaquín Chamorro Cardenal era un nombre que sonaba constantemente en mi hogar donde sentíamos el olor a tinta permanentemente. Provengo de una familia dedicada a la prensa escrita y por lo tanto doliente de los padecimientos que el histórico editor nicaragüense escarmentó en cabeza propia, cuya vida le fue arrebatada por la dictadura somocista en 1978. Cristiana siguió los pasos de su padre asumiendo la conducción de su periódico La Prensa, secundando a su ilustre madre Violeta Barrios de Chamorro. A Cristiana le temen porque es una voz que retumba adentro y afuera desde la tribuna de la Fundación de Libertad de Prensa que el régimen de los Ortega acorrala, igual como lo hacen los Castro en Cuba y Maduro Venezuela, respectivamente. Igual como lo hacen las tiranías de Cuba y Venezuela, en Nicaragua allanan moradas y oficinas, montan expedientes con pruebas falsas, elaboran y difunden campañas sucias.
Hago un llamado a todos los ciudadanos del mundo libre a que acompañemos a esta mujer valerosa en estas horas de opresión, que bien sabemos no la amilanaran, pero siempre es indispensable saber que no se está sola en estas encrucijadas.