La aguda crisis política y económica que aflige a Venezuela ha generado una seria preocupación en el hemisferio occidental. Muchos gobiernos observan con inquietud y consternación el giro autoritario del gobierno venezolano y la radicalización de la oposición. Sin embargo, hasta al momento se han mostrado incapaces de intervenir substantivamente en la crisis. La inacción es el resultado de una combinación de partidismo, indiferencia e impotencia. La polarización política y las consecuentes tensiones y conflictos sobre la dirección política de Venezuela emergió luego de que Hugo Chávez ganara su primera elección.
En correspondencia con la anterior, se conecta a la crisis política del madurismo creada por las políticas erradas que han arruinado la economía del país, se le suman las contradicciones de los herederos del comandante eterno, que han provocado la crítica de centenares o miles de militantes del chavismo contra Nicolás Maduro que ya no lo oyen con la fe de los incondicionales de otros tiempos, cuando los sermoneaba el extinto presidente Hugo Chávez y creían con rodilla en tierra en su palabra y en el cumplimiento de sus promesas, es decir, era todo un mesías.
El madurismo tiene varios desafíos en esta crisis política, la falta de apoyo popular, el desastre de la economía, el descrédito internacional y la pandemia. Con 80% de rechazo según nuestras encuestas, Maduro debe hallar alguna forma de solución para estos problemas si quiere darle continuidad a su poder hasta el 2024.
Es evidente que el compromiso revolucionario se mide precisamente en momentos de crisis, manifestando apoyo a un régimen sin duda con muchas fisuras pero que, aun así, representa la mejor opción de lucha social ante una oposición que, a pesar de su discurso en sentido contrario, no termina de reconectar con los estratos sociales D/E, para muchos analistas políticos una oposición con muchas estrategias de cambios que no terminan de fraguar, menos convencer a la mayoría de los venezolanos para salir a las calles y hacer fuerte presión a un régimen agotado.
Son tiempos de elecciones presidenciales, el amarre popular del chavismo se ha debilitado con el devenir histórico. Sin embargo, la sala situacional de Miraflores con revisar su big data y mover lo que les queda de militancia tendrían posibilidades estratégicas de seguir ganando espacios en minoría. Los recorridos proselitistas de la revolución presentan un aspecto gris.
El gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) está enfrentando conflictos de intereses para motivar a sus dirigentes comunales y promotores del voto en las zonas populares, antiguos bastiones rojos, rojitos. Comienzan a abundar spots publicitarios ofreciendo promesas y soluciones en la radio y la televisión, sobre la base de la mentira.
Es un axioma que el régimen flota desesperadamente sobre la magia de los medios de comunicación para mostrar lo que no existe, lo que no han hecho durante 23 años en el poder central, esta realidad se articula perfectamente con las expresiones muy críticas de algunos dirigentes revolucionarios que afirman que el Gobierno de Calle o los programas sociales han sido “puro pote de humo”, esta situación se visualiza y se siente en el rechazo en los sectores hacia los líderes y funcionarios del régimen, además, es significativo cómo últimamente la mayoría del pueblo chavista no sale a recibir ya con emoción a su máximo líder bolivariano Nicolás Maduro, gobernadores o alcaldes cuando los visitan con todo sus equipos de alto gobierno para darle arranque algunos de los programas estratégicos de “Gobierno de Calle”.
Esta postura no es más que una notable indiferencia hacia las diversas gestiones, según nuestros números es valorada en 85,1% de rechazo, incluso en los sectores populares del país los estoicos revolucionarios se unen a los opositores, sin miedo se atreven a decir que viven de puras mentiras y algo más, están pasando hambre… los estratos sociales D/E de la población que fue en mayoría fieles en su momento histórico al “comandante eterno”, valoraran según su percepción la gestión de Nicolás Maduro como muy mala y sin expectativas en 85,5%. Si el país transita por una crisis profunda en lo económico, político y social, las diferentes crisis inician de manera hasta natural las configuraciones de las distintas turbulencias que emergen con fuerza en su momento histórico por el desespero de la gente al no ver una luz al final del túnel en sus exigencias existenciales.
Pareciera existir una lejana esperanza, el gobierno y la oposición venezolana se reunieron de nuevo en México para tratar de encontrar una salida negociada a la crisis política en Venezuela, después de que hace un año el chavismo las dejara en suspenso tras la detención de un empresario colombiano cercano al presidente Nicolás Maduro.
De esa discusión debe surgir una fecha concreta para celebrar las elecciones presidenciales de 2024 con la presencia de observadores internacionales.
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