Quo Vadis, Aida? fue nominada al Oscar en la categoría de película internacional, detrás de la cinta favorita de la temporada de premios, Another Round, llamada a obtener la estatuilla, según el parecer de los pronosticadores de oficio.
Aun así, el filme de origen bosnio merece verse y atenderse por la contundencia de su mensaje, sobre una mujer resuelta y decidida a salvar a su familia de una muerte inminente, a manos de las fuerzas represoras y hostiles de Serbia en el medio de la guerra civil de la ex Yugoslavia.
Al respecto existen los precedentes audiovisuales de Underground, ganadora de la Palma de Oro de Cannes, y de En Tierra de Nadie, consagrada en la vitrina de la academia para el año 2001.
Quo Vadis, Aida? expone el desastre de la gestión bélica, a cargo de los cascos azules de la ONU, incapaces de poner coto a las pretensiones de los matones y acosadores militares de la región.
Naturalmente, cualquier espectador venezolano vivirá como suya la historia de Aida, quien trabaja como traductora en un campo de refugiados de las Naciones Unidas, donde la burocracia uniformada y la comunidad internacional responden con lentitud e inutilidad a los avances del enemigo.
Por ratos, el absurdo del humor negro domina la puesta en escena, a la hora de representar el fiasco de la operación de salvamento.
Pero pronto la comedia involuntaria evoluciona como un melodrama colectivo y personal de una sociedad civil masacrada por una turba de facinerosos.
No hay piedad para las víctimas del genocidio, de la limpieza étnica cometida por los esbirros y secuaces de Slobodan Milošević, dictador de la nación fragmentada y fundador del partido socialista de Serbia, cuyo régimen de terror será condenado por crímenes de lesa humanidad. Murió solo en su celda de La Haya en 2006.
Por tanto, con él se comprobó la importancia de la jurisprudencia global, para sentenciar delitos que no prescriben en el tiempo.
El cine, por igual, ajusta cuentas tarde o temprano, desde la percepción crítica de los autores comprometidos.
Es el caso de la realizadora de Quo Vadis, Aida?, Jasmila Zbanic, digna integrante de la escuela de la Europa del este del deshielo soviético.
La tensión sube conforme pasan los minutos del conflicto, al punto de robarle el aliento a la audiencia, sofocada por tanta impunidad, delirio y atentado a la razón.
Las negociaciones dan al traste por la cerrazón y nula empatía de los verdugos, pintados como una pandilla de secuestradores deshonestos, populistas y gansteriles.
A una crítica progre no le cierra el retrato de los villanos, debido a su perfil de estereotipos carentes de humanidad.
Comparto y entiendo el diseño de guion de la directora, pues resume un malestar cultural, necesario de canalizar.
Los bosnios son conducidos a una escabechina brutal. Los vemos antes resignados, incomunicados y hambreados en un campo de concentración.
Lamentablemente, los refugios masculinos terminan en un paredón y sus viudas asisten al acto terrible del reconocimiento de unas osamentas, sacadas de unas fosas comunes.
Aida intenta rehacer su vida como profesora, observando a los oportunistas de ocasión y a los lobos disfrazarse de inofensivas ovejas, durante la posterior transición.
La memoria resiste.
No permitamos que vuelva a suceder.
Menos en Venezuela.