“No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso”. Walt Whitman
Insistiremos en poner el acento en la mayor o menor viabilidad de las salidas que se proponen para resolver la gran tragedia de un país que ya se desdibuja en el imaginario del venezolano. Con esa angustia, entre tanta penuria, está ganado a creer todo aquello que lleve consigo cualquier expectativa. Solo hemos pedido sinceridad desde estas líneas, pues, como bien dice un buen amigo “tantos orgasmos fallidos dejan un desencanto insalvable”.
Dos hechos trascendentales para el país, aún en curso, lo constituyen la invocación de la responsabilidad de proteger (R2P) en el marco de la Asamblea de la ONU y la reactivación -por combustión espontánea- de fuertes protestas de calle, con Yaracuy como epicentro. Desde esta columna, hemos abordado, en extenso, el tema de la eficacia y viabilidad de posibles salidas propuestas en el ámbito internacional, como también de aquellas que pudieran surgir en una Venezuela contestataria que pase a la acción, dejando la sumisión.
Con respecto a la propuesta del R2P, tantas veces requerida y pocas veces entendida, debemos asumirla en su verdadero alcance: Mostrar al mundo entero el alto grado de desesperación que nos lleva al extremo de su invocación. Articulada con el informe elaborado por la Misión de Determinación de los Hechos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, específicamente en lo que refiere a la perpetración de delitos de lesa humanidad, la pertinencia de la solicitud es incuestionable. Pudiera tener sentido a los efectos de una mayor sensibilización de la comunidad internacional y, posiblemente, alguna disuasión en el accionar criminal de aquellos que al descubierto quedan por los términos del informe. Igual puede imprimirle alguna fuerza a la iniciativa en la jurisdicción penal internacional. Hasta allí.
Entendemos su aprovechamiento para denunciar el drama nacional, pese a su obviedad, pero sería irresponsable hacerle ver a los venezolanos que de verdad tenemos por delante una panacea que resuelva nuestros problemas. De la ONU y sus órganos poco podemos esperar los venezolanos para la efectiva y definitiva solución de la grave crisis humanitaria que nos aqueja. Su estructura burocrática e instrumentos normativos son limitantes insalvables; principalmente el Consejo de Seguridad que por su integración y el derecho a veto impedirían una acción sintonizada con nuestra terrible realidad. Allí va a parar nuestra solicitud y allí van a morir nuestras expectativas. Sería absolutamente irreal creer que China y Rusia le den paso franco; y mucho mas irreal, que ambos países pasen a ser factores de solución cuando son parte esencial de nuestro problema. Los venezolanos debemos entender que puede solo venir apoyo puntual de la ONU que nos ayude a sobrellevar la crisis, pero no nos la resolverán. A este régimen les resbalará cualquier otra sanción emanada de la ONU, saben que jamás vendrían los cascos azules.
La misma suerte corren las expectativas sobre el informe y una cónsona decisión por la mayoría de los integrantes del Consejo de Derechos Humanos, entre los que se encuentran países de la misma cilindrada que tiene este régimen en materia de violación de DDHH como son Nicaragua, Somalia, Filipinas, Sudán, China, Libia, Nigeria, Eritrea y la República Democrática del Congo, entre otros. ¿Así, o más claro?
La Venezuela contestataria, ya en efervescencia con su epicentro en el valiente Yaracuy, por su lado, representa sí una viva llama que no ha podido extinguir el régimen. Es el corazón que aún late para desconcierto de los perpetradores de la destrucción del país. Es salir de la animación suspendida, en la que nos postró la sumisión, para desafiar con coraje a la dictadura y vencerla. Solo falta un liderazgo genuino que no calcule sus pasos en función de intereses partidistas.
Definitivamente, creo más en Yaracuy que en la ONU.