OPINIÓN

“Crecimiento postraumático”

por Gustavo Roosen Gustavo Roosen

 

Entrevistado por Moisés Naím, el psicólogo americano Adam Grant, dedicado a estudiar la persona especialmente en el mundo del trabajo, se refiere a un fenómeno que llama “crecimiento postraumático” y que marca la diferencia entre estancamiento y progreso. Se refiere a quienes son capaces de optar por el crecimiento cuando otros se sumen en la depresión. Son los que se dicen a sí mismos: “Voy a ser mejor por las adversidades que encontré”, aquellos que convierten las dificultades en motivación para definir o afirmar su propósito de vida.

En este orden de ideas, para quienes se preguntan sobre las posibilidades de superar la actual condición nacional hay dos tipos de repuesta y de actitudes: una pasiva y una proactiva. La primera, de brazos cruzados, espera el milagro, la acción de un tercero o la promesa populista. La segunda confía en su propia fuerza y dinamismo, en el poder de la organización, en la capacidad de la iniciativa y de la acción constructiva. De la primera solo se recoge frustración. La segunda exige un esfuerzo cuando ya las fuerzas parecen agotarse, pero es la única salida confiable y sostenible.

Un video sencillo circula en las redes con un origen local. No hace alarde ninguno de producción, pero es muy valioso como testimonio de una conducta inspiradora: estudiantes y profesores de la UCV, herramientas en mano, dedicados a recuperar los espacios de su universidad, abandonados o descuidados por la suma de las muchas crisis que nos agobian y entre las cuales la de pandemia es solo una.

La iniciativa de este grupo de universitarios de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo no es solo la expresión de esa voluntad de “vencer las sombras”, como declaran, sino un ejemplo más, de los muchos que se dan diariamente en el país y fuera de él liderados por connacionales nuestros. Son muchas las instituciones y personas dedicadas a algún proyecto de acción social y comunitaria de impacto nacional, organizaciones vistas con recelo desde el poder pero recibidas con entusiasmo y agradecimiento por quienes son objeto de su atención. Todas ellas evidencian una postura que encuentra razones para la acción y el optimismo. La inacción para ellas no es una opción. Se constituyen en ejemplos de organización, de búsqueda y puesta en marcha de soluciones, de apelación a la acción constructiva en todos los campos.

En el terreno de lo positivo es satisfactorio constatar cómo, en medio de la debacle colectiva, nacen liderazgos frescos, hacedores, prometedores (no cargado de promesas), populares (no populistas), liderazgos que transmiten fortaleza, seguridad, compromiso. Es el caso de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid. Representa a una dirigencia con principios, con firmeza en sus creencias y con fe en sí misma y, sobre todo, con propuestas. La ciudadanía es capaz de reconocer y apoyar un liderazgo de quien sabe lo que hay hacer y cómo hacerlo. Hablo de un tipo de personas que se parece a ti, que te oye, que te comprende, que pondrá lo mejor de sí mismo para velar por tus intereses. Un liderazgo así es, sin duda la mejor respuesta a la amenaza del populismo.

La pandemia ha puesto, por cierto, en evidencia el rostro de unos cuantos populismos exacerbados por la crisis que aqueja a todos. La experiencia de los populismos no puede ser menos aleccionadora. No solo “perpetúan la miseria que dicen combatir”, como escribe Loris Zanatta, catedrático de Historia de América Latina en la Universidad de Bologna, sino que, según añade, se apoderan de las instituciones del Estado para perpetuarse en el poder, incitan a la guerra entre ricos y pobres, se lucran del resentimiento y el odio, sacrifican la producción con el argumento de la distribución, el desarrollo con la promesa de dádivas.

La Venezuela pospandemia que tenemos el deber de construir aspira a contar con gente con capacidad de hacer, de sacudirse del pasado, de entender la educación y el trabajo como claves del crecimiento, de asumir la competencia, la meritocracia, la iniciativa, la apertura al mundo. El ejemplo de los universitarios nos muestra un camino. Constatar el surgimiento de personas u organizaciones que, lejos dejarse arrastrar por las dificultades, orientan su esfuerzo a la participación y a la construcción de algo positivo tiene la virtud de entusiasmar y de confirmar la convicción personal sobre las posibilidades de cambio y de recuperación.

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