El socialismo en el mundo ha insistido a lo largo de la historia en repartir la torta de la economía y denigra de quienes insisten en que hay que agrandar la torta. El problema con el socialismo es que estanca las economías en bajo o nulo crecimiento y cada vez hay menos que repartir.
Viendo esto más cercanamente por nuestro barrio, el socialismo carnívoro del siglo XXI no solo no ha permitido que crezca la economía, sino que la ha destruido y achicado. En 1998 Venezuela tenía una economía de 100.000 millones de dólares. Hoy, 25 años después, está alrededor de 70.000 millones de dólares, al borde nuevamente de la hiperinflación, con una población masivamente pobre, servicios públicos desastrosos, bajísima calidad de la educación pública, un sistema de salud en ruinas y una industria petrolera que pasó de ser un jugador mundial con 3,4 millones de barriles diarios hace los mismos 25 años, a uno de ligas muy menores con apenas poco más de 700.000 barriles por día. A la Unión Soviética le pasó lo mismo, igual que a Cuba y a China hasta que Den Xiaoping se dio cuenta que tenían que rectificar y abrazar el capitalismo. Desde entonces China ha crecido de manera fenomenal, creó una enorme clase media y sacó de la pobreza a millones de chinos. Si Venezuela hubiera seguido la tendencia de crecimiento de hace 25 años, hoy hubiera podido ser una economía de más de 600.000 millones de dólares, con una masiva clase media, un jugador mundial en petróleo con 6 millones de barriles por día y una prosperidad envidiable en toda la región. Hubiera sido el país más rico de América Latina. Hoy es uno de los más pobres del mundo.
Es sorprendente que todavía haya gente por ahí que cree que lo que hay que hacer es repartir en vez de hacer que la economía crezca para hacer la torta más grande. Veamos esto con algo más de detalle.
Repartir sin producir es pan para hoy y hambre para mañana. El dinero no crece en las matas como si fueran mangos para que la gente simplemente pase al lado a recogerlos. A los socialistas carnívoros del siglo XXI les fue bien mientras expropiaban y destruían la economía. El precio de la cesta de crudo venezolano estaba por las nubes, alrededor de 100 dólares por barril por varios años, mientras a finales de 1998 se cotizaba por debajo de 7 dólares por barril. Con ese ingreso petrolero desmedido, que llegó a más de 1 millón de millones (1.000.000.000.000) de dólares entre 1999 y 2019 hicieron desastres. Lo robaron, lo repartieron, lo regalaron a los amigos a lo largo y ancho de América Latina para sembrar socialismo por todas partes. Una fiesta inolvidable.
Pero, aún las fiestas más ruidosas y rumbosas se acaban. Al caer la producción petrolera por la desastrosa administración de Pdvsa, especialmente precipitada desde 2014, el modelo de reparto empezó a hacer agua por todas partes. Se acabaron las dádivas, se recortaron los regalos a los amigos de otras latitudes, se apagaron las luces (literalmente).
Cuando la marea bajó se vio que no quedaba mucho. La economía privada arrinconada y disminuida, con una demanda reducida a niveles de subsistencia, no pudo tomar el relevo de la sequía petrolera. Felizmente para los socialistas carnívoros del siglo XXI, se podía echar mano a la excusa de las sanciones. Sin embargo, hay un pequeño detalle de fechas. La declinación de la producción viene desde muchos años atrás, y la debacle final se produjo entre 2014 y 2015. Las sanciones contra la comercialización del petróleo venezolano fueron impuestas en 2019. Y a pesar de que las sanciones dificultan la venta de petróleo desde esa fecha, la verdad es que siguen vendiéndolo a quienes quieran comprarlo. La OPEP reporta sin problemas los volúmenes de exportaciones de Venezuela. El problema no son las sanciones, que en este caso no previenen de manera eficaz la comercialización del petróleo venezolano. El problema es que se les cayó la producción porque han estado demasiado ocupados en repartir (especialmente entre ellos mismos) en vez de en estimular el crecimiento de la economía.
Tratar de repartir una torta cada vez más pequeña es muy difícil. Para hacerla crecer se requiere poner orden en la economía, acabar con la inflación eliminando el pernicioso financiamiento del déficit fiscal con emisión monetaria, privatizar las empresas públicas incluyendo Pdvsa, implementar un programa de inversiones masivas en infraestructura, educación, salud, electricidad, agua, saneamiento y equipamiento de las ciudades para poner el país al día. Esta será la base que permitirá al sector privado crecer, ser más productivo y crear centenas de miles de empleos. Se requiere presentar un plan económico serio al Fondo Monetario Internacional y a los bancos multilaterales de desarrollo para obtener financiamiento para la inversión y asegurar una trayectoria de crecimiento sostenible del país. Pero, sobre todo, se requiere crear confianza en los inversionistas nacionales e internacionales con reglas de juego claras, respeto irrestricto a los derechos de propiedad y un poder judicial justo, independiente y eficiente. Hacer todo esto está fuera del alcance de los carnívoros socialistas del siglo XXI. No lo conciben, no lo entienden. Y si alguno se dio cuenta, se le puede decir aquello de “too little, too late”.
*Rafael de la Cruz es miembro del equipo económico de María Corina Machado y ex gerente general de países andinos del BID.