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CPI: justicia falaz

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CPI crímenes Argentina Apoyo

Foto Archivo

El mundo de hoy, cada vez más demandante exige constantemente tener evidencias al momento que pretendamos obtener justicia, la cual debería ser robusta y siempre triunfante, además de expedita e inmediata.

La Venezuela de hoy agotada, destruida, y sobre todo inundada de injusticias, adquiere algunas esperanzas en la Corte Penal Internacional, luego de la destitución  de la fiscal, Fatou Bensouda, quien mantuvo una conducta parcializada, obstaculizando el proceso contra el régimen de Nicolás Maduro, recayendo sobre ella denuncias por sociedades mercantiles con Haifa el Aissami, hermana de Tareck el Aissami, pieza clave del terrorismo y narcotráfico internacional a quien la justicia norteamericana ha puesto precio a su cabeza. Siendo así Bensouda no solo debió ser destituida, sino investigada y sancionada, su despacho no generó justicia sino todo lo contrario.

Desde la academia internalizamos que la justicia debe ser pronta y expedita para todos por igual, solo si la justicia se lleva a cabo a tiempo y respetando todos los procedimientos y requerimientos que protegen a las partes en conflicto, puede concebirse que la justicia tendrá posibilidades de realizarse, en el caso venezolano, la justicia se ha demorado cada vez que se ve empañada por trampas y artilugios propios de funcionario corruptos al amparo de organismos internacionales que lucen pálidos sin administrar sanciones a quienes los desacreditan. El nuevo fiscal Karim Khan, especialista en criminología de origen británico, no solo debe mantener la credibilidad que le precede a esta responsabilidad, sino revertir la inacción corrompida del despacho que hereda, que se puede traducir en un organismo que viola las normas del que es garante.

Thomas Hobbes, el padre del Estado moderno, estableció la peor enfermedad de una sociedad es el peligro de la violencia. Parte de allí la necesidad de construir organismos como la ONU, la CPI, para entregarle la justicia y así  poder garantizar la vida en plena convivencia armoniosa, llena de paz y sobre todo de seguridad, se trata del desarrollo de la justicia para impedir a toda costa la vulneración de los derechos humanos y la proliferación de la inseguridad de los Estados.

De acuerdo con estos razonamientos es necesario que el pueblo venezolano en todos sus factores sociales, amplíen el debate sobre los beneficios de la CPI. ¿Será acaso expedita la justicia de este organismo en el caso venezolano? Nadie en su sano juicio debe concluir en que sí lo es, y siendo negativa la respuesta, entonces jamás será justicia. Algunos ven positiva las últimas declaraciones de esta instancia donde finalmente se abriría juicio al régimen, solo porque alcanzaríamos mayor presión política para obligar a una negociación y constreñir las inversiones de capitales internacionales con la tiranía, ¿pero a estas maniobras políticas acaso las podremos llamar justicia internacional? La verdad es que salir de Nicolás Maduro por la vía de la CPI, que es el mayor deseo del pueblo venezolano, tardaría unos cuantos años. De toda esta realidad solo podemos afirmar que existe una gamma de derechos y garantías que no son efectivos, y solamente son útiles para que estos organismos ganen desprestigio por el fracaso muchas veces cómplice.

El físico Albert Einstein hablaba el mundo no será destruido por quienes hagan el mal, sino por quienes lo vean y no hagan nada al respecto. La actuación de los organismos internacionales con respecto a la sistemática violación de los derechos humanos del pueblo venezolano, nos expone al desamparo legal,  evidencias que sustenten las investigaciones existen por doquier, el dolor que padece cada hogar que ha sido mutilado por el régimen de una u otra forma en su capacidad infinita de reproducir el mal es ya desconsolador, por consiguiente las actuaciones de la CPI, deberían de buscar más allá de descomponer al régimen afectándolo con procedimientos a funcionarios medios, ejecutores de decisiones que han menoscabado los derechos humanos de la población, su deber debe centrarse e imponer justicia que sea ejemplar en América Latina que tiende a reproducir aceleradamente el modelo de la “revolución bolivariana”.

En lo sucesivo todos debemos preocuparnos por explorar nuevos y mejores caminos para fortalecer la justicia, si realmente deseamos democratizar al mundo debe existir justicia, sin subterfugios. Es hora de abandonar la oscuridad de las instituciones y la oscuridad de las leyes de lo contrario iremos de un mal a otro superior hasta la destrucción. “Si es un mal la interpretación de las leyes, es otro evidentemente la oscuridad que arrastra consigo necesariamente la interpretación. Cesare Becaria”.  Debo añadir que la justicia debe tener un valor que se debe fundamentar en la ética, mientras los funcionarios estén de espalda a los valores será muy difícil hallar la verdad e imponer la justicia, pues no responden a códigos morales, ni a los fundamentos legales contenidos en las millones de normas existentes, responderán a sus intereses y a los acuerdos de carácter geopolíticos que dominan el planeta sin contemplar el dolor ajeno.

Los juristas venezolanos, académicos e intelectuales, que son muchos y de gran calidad, deben actuar de forma diferente y exponer con franqueza, sustentados con la filosofía  y toda la carga moral del bien contenido en las leyes, el valor real de nuestra situación actual, para así construir junto al pueblo venezolano una posición al unísono frontal contra la tiranía, que permita expresar nuestra sólida voluntad hacia la justicia, la libertad y la democracia, y no permitir la imposición de falsas esperanzas que cultivan decepciones sociales, y de estas determinaciones la imperiosa necesidad de reconfigurar las instituciones internacionales, las cuales evidentemente están enrostradas de profundos vicios que impiden el avance de la verdad dentro de los parámetros en los que se concibe la justicia; expedita e inmediata.

Antes de finalizar este artículo, pido que asuman para ustedes, la cita contenida en (1 Pedro 3:15) “estad siempre preparados para presentar la defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.

Venezuela atraviesa la peor crisis de su historia, ahora cuando las debilidades de la dictadura abren cauces a posibles acuerdos, es donde esta sociedad necesita de guía y templanza. La dictadura en medio de su crisis se cimenta en su capacidad de hacer el mal, si bien las divisiones en su interior provocan ánimos de romper para salvarse, esa no es la determinación de la dirección fundamental que se ancla a los intereses de naciones como; Cuba, Rusia e Irán, indefinidamente son proclives a mantener el clima de negociación si esto permite el sostenimiento del poder y el debilitamiento de la institucionalidad internacional ya hábilmente corrompida.

La posición ciudadana no debe ser otra que mantener la presión y aumentarla sin debilidades, hasta alcanzar la justicia y con ella la libertad y la democracia de Venezuela.

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