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 Coyoacán, después de la revolución

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Grishka Holguín y Conchita Crededio

La historia suele hacerse de grandes acontecimientos, pero también de hechos pequeños, a veces inadvertidos. La historia de la danza contemporánea en Venezuela parte de un suceso desapercibido, la llegada a ese país de un solitario, enigmático y aventurero bailarín mexicano, Alberto Holguín de la Plaza, Grishka Holguín, nacido en Coyoacán en 1922, de cuyo fallecimiento en Caracas se cumplieron 20 años el pasado mes de julio.

Había triunfado la Revolución mexicana y un nuevo tiempo social se iniciaba en la nación norteamericana. El padre de Grishka era un hacendado y la familia había decidido emigrar a Estados Unidos, concretamente a Los Ángeles, California, a finales de los años veinte, justo en los momentos de la gran depresión económica en ese país.

Hasta cercana la veintena, Grishka Holguín vivió en Estados Unidos. Allí descubrió su gran interés por las artes escénicas, consideradas en sentido integral. “Siempre me gusto el teatro -rememoraba- y como en los colegios de allá se podían escoger materias libres, yo me incliné por la actuación, los deportes y la fotografía. También a los 10 años tomé clases de ballet clásico en el Conservatorio de Música y Danza de Hollywood. Claro, adquirí nociones básicas, pero el mundo del ballet no era lo que más me interesaba”.

Hollywood se mostraba ante Grishka adolescente en todo su brillante atractivo. Bajo el legendario y emblemático letrero que identifica a la meca del cine estadounidense. Iba con sus compañeros en bicicleta y entraba a escondidas en los estudios de la Metro donde  se encontraban elementos escenográficos de  las películas: aldeas africanas, iglúes, y decoraciones de barcos piratas. “Era realmente fantástico. Escalábamos la montaña y detrás del rótulo había unas tarimas en las cuales nos trepábamos. Yo tenía mi nombre pintado detrás”

A la edad de 18 años, Grishka Holguín se iniciaría formalmente dentro del mundo del teatro. Estudia con Katherine Moore, directora para le época del Guild Theatre de Los Ángeles. Un año después hace su debut en Muerte en la catedral, de T.S. Elliot, interpretando el personaje de El Mensajero. Para él, la danza era una consecuencia del arte teatral.

Lester Horton, Maestro de Grishka Holguín

Un curso de movimiento para actores de la mano del afamado coreógrafo estadounidense Lester Horton, maestro de Alvin Ailey e investigador de las danzas indígenas de su país, además de creador de una personal técnica de formación corporal que lleva su nombre, le reveló los postulados fundamentales de la danza moderna, disciplina que con el tiempo seguiría definitivamente.

Ante Grishka se desvelaba un universo sorprendente pleno de experimentación, totalmente inexplorado para él. Así refirió su primer encuentro con su maestro y con el universo de la danza: “Horton tenía un galpón inmenso en Beverly Hills. Recuerdo que entramos en silencio porque estaban a mitad del ensayo de la obra Salomé, basada en la leyenda, pero que no contaba la historia de una manera literal. Sonaba una música de percusión y el escenario estaba conformado sólo por cubos. Me quedé con la boca abierta cuando vi todo aquello. Los mismos bailarines construían la escenografía, que variaba de acuerdo a la disposición de los cubos, y generaba los sonidos. Fue algo muy importante”. A partir de ese momento, su camino artístico se orientaría en una doble dirección, siempre evidente en la obra creativa de Grishka Holguín: el movimiento  y la expresión dramática.

Tal vez en la búsqueda de sí mismo decide volver a México en 1945 donde la danza moderna comenzaba a establecerse. De esas primeras y fundamentales experiencias participó como bailarín. Emblemático es el registro fotográfico de su  actuación en  la legendaria obra En la boda, de la pionera Waldeen, a mediados de los años cuarenta, al lado de las fundamentales creadoras Guillermina Bravo y Ana Mérida.

Grishka Holguín en La Boda junto a Guillermina Bravo y Ana Mérida

Como precursor, a Grishka Holguín le correspondió la creación de los primeros proyectos artísticos y los iniciales desarrollos profesionales alrededor de la danza moderna en Venezuela, expresión impensada y lejana, que en un principio logró a seducir a teatristas y algún joven sensible proveniente de las disciplinas deportivas.

Poco conocido en México, Grishka Holguín resultó determinante en el advenimiento de la modernidad a la danza escénica venezolana.

 

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