OPINIÓN

Covid y pulverización del bolívar impulsan economía no monetaria

por Víctor Álvarez Víctor Álvarez

 

Foto REUTERS/Manaure Quintero

Para el sistema tradicional de cuentas nacionales, la actividad económica formal es aquella que se concreta cuando una mercancía pasa de una a otras manos a cambio de dinero y esta operación de compra-venta queda registrada en una máquina fiscal que genera una factura. Pero en Venezuela, la crisis humanitaria, el aislamiento social que impone la pandemia del covid-19 y la pulverización de la moneda nacional han estimulado la producción e intercambio de bienes y servicios para satisfacer necesidades vitales, sin utilizar el dinero.

Estamos en presencia del desarrollo de una economía no monetaria, compuesta por una amplia gama de actividades socialmente cohesionadoras, que no es debidamente registrada por las estadísticas económicas convencionales. Estas se enfocan en las relaciones monetario-mercantiles y no miden la riqueza que se crea a través de las relaciones de cooperación que rigen el trabajo voluntario y solidario de las organizaciones no lucrativas.

Los protagonistas de este esfuerzo productivo son emprendedores sociales comprometidos con la atención de sus familias y comunidades. Producen e intercambian bienes y servicios no para obtener una ganancia, sino para responder a sus necesidades básicas y esenciales. En la economía no monetaria, los creadores de la riqueza se relacionan con otros productores a través del intercambio del fruto de una actividad no lucrativa. Crean un valor no monetizado que en estos tiempos de crisis humanitaria, covid y disolución de la moneda nacional ha sido un soporte clave para atender necesidades vitales de los sectores más vulnerables de la población.

La economía no monetaria también tiene un establecimiento productivo en cada hogar. Imaginemos a cuánto ascendería la factura si tuviéramos que pagar a otros por los desayunos, almuerzos y cenas que se consumen en cada familia, por la ropa que se lava y plancha, por las noches de hospedaje y cuidados que recibe un familiar enfermo, por el transporte de los hijos al colegio. Si contabilizáramos todo esto nos daríamos cuenta de cuánto aporta la economía no monetaria al PIB. Pero se trata de una economía oculta que a pesar de generar una inmensa riqueza de bienes y servicios para la vida, no es incluida en las estadísticas del PIB.

También hay otras formas de economía no monetaria cuyo impulso está asociado a la expansión de las Tecnologías de Información y Comunicación (TIC). Los correos electrónicos hace rato dejaron atrás las cartas que antes se enviaban por correo postal; las fotos digitales sustituyeron las fotos impresas en un estudio fotográfico; cada vez se compran menos libros y música en formato físico y se descargan a través de Internet; los pagos y transferencias a través de la banca electrónica sustituye el trabajo remunerado del empleado bancario; y, en la salida de los supermercados se instalan escáner que suman el precio de los productos que van en el carrito y lo cargan automáticamente a la tarjeta de crédito que se utilizó al entrar. El teletrabajo y la modalidad del comercio electrónico han facilitado millares de emprendimientos familiares y cooperativos.

Superada la pandemia, la economía no monetaria seguirá creciendo por la inercia preventiva que se mantendrá hasta que la población haya sido vacunada. El autoservicio será un mecanismo de defensa social que sustituirá el trabajo remunerado de vendedores y mesoneros en comercios y restaurantes. Y este será un trabajo gratis que cada uno de nosotros hará para conformar una nueva economía en la que un importante porcentaje del nuevo valor creado por nosotros mismos no será remunerado, ni mucho menos contabilizado en las estadísticas del PIB ni sistemas de cuentas nacionales.

 

@victoralvarezr