La ampliación de la enfermedad respiratoria conocida como el Covid-19 o coronavirus, como se le conoce en el lenguaje informal de muchos medios de comunicación, ha puesto a prueba todos los sistemas sanitarios del mundo entero y con ello, está poniendo en cuestión a todos los sistemas políticos que no sean capaces de gestionar con eficacia esta crisis epidemiológica.
Si bien no tiene los elevados índices de mortalidad de otras enfermedades, los gastos médicos que supone atender a millones de contagiados en materia de horas/hombre del personal sanitario, así como la cantidad de suministros en medicinas y otros enseres logísticos, hacen crujir hasta los sistemas hospitalarios más robustos del mundo, especialmente los de la Unión Europea, que tienen la virtud de prestar asistencia universal, incluso a extranjeros y refugiados, como bien lo pueden atestiguar miles de venezolanos que han emigrado principalmente a España y Portugal.
Las declaraciones contundentes de la canciller federal de Alemania, Angela Merkel, de que muy probablemente 70% de los alemanes terminaran contrayendo esta enfermedad, es un dato que trasladado al resto de Europa implica centenares de millones de enfermos que seguramente serán atendidos por su vasto sistema de salud, pero que llevada esta situación a otros países no es tan fácil de administrar eficazmente.
Igualmente, es importante acotar que las medidas de contención, especialmente las cuarentenas masivas, como en Italia, se están convirtiendo en una prueba de fuego para la economía y el mundo digital, debido a que muchos servicios y trabajos de oficinas en el mundo desarrollado se pueden seguir haciendo desde las casas de los trabajadores y en algunos casos los estudios de secundaria y universitarios, se pueden hacer vía online o por Internet para no perder meses de actividades y a su vez evitar la suspensión de estas actividades vitales para todas las sociedades.
La interrogante que uno se hace como analista es cómo se puede gestionar dicha crisis en países con graves deficiencias en materia de medios de comunicación, donde vastos sectores de la población están incomunicados por fallas de telefonía móvil y no tienen acceso a Internet grandes sectores sociales.
Es obvio que en casos como Venezuela, mandar a millones de trabajadores y estudiantes a sus casas, donde muchos no tienen computadoras y los que tienen, un gran número no tiene servicios de telecomunicación, hacen virtualmente imposible trabajar o estudiar en casa para gran parte de la población venezolana, mucho menos realizar tareas de telemedicina o diagnóstico y control sanitario, como se hace en la República Popular China con aplicaciones específicas desarrolladas para este fin.
Existen otras consecuencias económicas, que apenas se están descubriendo. La tragedia en cuestión estalla para aquellos países que no tienen sistemas sanitarios fuertes, donde estén registrados más de 90% de la población y por lo tanto vastos sectores están sin atención médica, como es el caso de casi todos los países del África Subsahariana, América Latina y vastos sectores de la población asiática.
Hasta es posible que este tipo de epidemias cambie la opinión predominante en la sociedad estadounidense y obligue a su clase política a consensuar un sistema de sanidad y protección social universal como en los países europeos.
No es exagerado decir que la epidemia del coronavirus va a golpear a la industria turística mundial, destruyendo a aquellos grupos que no tienen suficiente fortaleza financiera para soportar malos tiempos, afectando con ello a un gran sector de la economía mundial que depende de los servicios a estas poblaciones flotantes en tantas ciudades turísticas alrededor del globo.
La diferencia está en que países como Italia, Francia y España, que tienen la posibilidad de crear planes financieros para solventar las dificultades económicas de sus empresas y trabajadores turísticos, que ciertamente los países de otras zonas no van a poder solventar, como podemos imaginar de México, Cuba o las Islas Seychelles que dependen de su industria turística para buena parte de sus presupuestos nacionales y economía privada.
En países dependientes de la exportación de materias primas, la reducción de la demanda puede destruir muchos gobiernos que estén con estrecheces financieras, pues no todos tienen reservas financieras como la Federación de Rusia, que dispone según algunas fuentes de una reserva de 190.000 millones de dólares para sostener sus gastos corrientes aun en tiempos de una reducción muy grande de los precios del petróleo, que es su materia básica de exportación.
Países como la República Islámica de Irán y la República Bolivariana de Venezuela con unas economías muy quebrantadas y en franca ruina como es el caso de la venezolana, muy difícilmente pueden soportar un bajón repentino de los precios de su principal producto de exportación, sin que se produzca un colapso social y económico. Esta situación se complica en ambas naciones: en Irán por la enorme cantidad de población (84 millones de habitantes) y en Venezuela por el enorme deterioro de nuestro sistema sanitario, cuyas carencias han sido objeto de todo tipo de reportajes durante años.
No es exagerado pensar que el coronavirus puede tener un impacto importante en el futuro desarrollo de la robótica o la Industria 4.0, debido a que da respuesta a esta contingencia, al reducir o eliminar incluso el factor humano en un gran número de tareas, por lo cual no faltarán inversores que deseen automatizar todas sus fábricas en un futuro cercano.
Volviendo a la realidad de nuestros países subdesarrollados en términos económicos e institucionales, la idea de una cuarentena nacional que se pueda realizar sin que se produzcan situaciones de pánico o desòrdenes públicos, exige una elevación de la calidad gubernamental y una coordinación con los actores sociales, que es posible, pero que exige un cambio de actitud radical en muchos liderazgos políticos para poder guiar a la población en medio de esta crisis global.
Es por esta razón que se hace indispensable solucionar o congelar muchos problemas políticos que tiene el mundo en vías de desarrollo desde hace décadas para poder afrontar estos desafíos globales o muchos países corren el riesgo de disolverse como producto de su incapacidad institucional para solucionar sus asuntos colectivos estructurales en forma permanente.
Esperemos que en Venezuela se haga una gestión realista y con ello exitosa de esta crisis sanitaria…