OPINIÓN

Covid-19  & Agonía del sistema educativo en Venezuela

por Daniel Arias Alfonzo Daniel Arias Alfonzo

Se ha vuelto interesante observar cómo en los últimos días se ha hecho evidente para amplios sectores que la crisis económica y ahora sanitaria están por acabar con gran parte del sistema educativo debido a su efectos destructivos, sobre todo los trabajadores del área de la enseñanza, dejando atrás el sectarismo de tomar parte por un sector específico, cuando los tres sectores (docente, obreros y empleados administrativos) son vitales para el quehacer cotidiano del área de la instrucción.

Después de varios años de hiperinflación que destruyó los sueldos y demás beneficios contractuales de todos los trabajadores, con el silencio cómplice de muchos que aún le tienen más miedo al ministro que a la muerte por inanición (hambre) de sus familiares y su propia persona, nos encontramos con las manifestaciones tardías, pero no menos desesperadas de quienes ya perciben el derrumbe del sistema escolar ante la compleja decisión de arriesgar la vida propia y de sus familiares ante la pandemia del covid-19, por unas remuneraciones tan escasas que sería más decente decir que se da clases ad honorem, descubriendo de paso todas las debilidades de las escuelas e instituciones universitarias escasas de presupuesto.

Veamos,  por ejemplo, la Federación Venezolana de Maestros:

“En primer lugar no se cuenta con servicios públicos eficientes para ofrecer a la población, agua potabilizada, electricidad, transporte, alimentación salud, menos servicios de comunicación a través de Internet, ni recursos tecnológicos computadoras, tabletas, teléfonos inteligentes para que este programa llegue a todos los hogares, en consecuencia, es un programa discriminatorio, porque solo tendrán acceso a él quienes cuenten con recursos económicos para subsidiar eventualmente un plan de datos a través de las operadoras privadas. Las propuestas que se promueven desde el Ejecutivo nacional en materia educativa, están cargadas de improvisación y una exagerada dosis de falsedad para aparentar normalidad”.

Yo me pregunto si acaso descubrieron “el agua tibia”, o no es cierto que estos problemas tienen años, anteriores a 2020, cuando se hace evidente la incapacidad de demasiados docentes y estudiantes de pasar del modo presencial al modo a distancia o virtual, a pesar de que Conatel  ha impedido en los últimos años que se terminen de actualizar (dolarizar a precios internacionales) las tarifas de cobro de las operadoras de telecomunicaciones en Venezuela. Yo me pregunto si acaso el Ministerio de Educación tiene cuadrado un acuerdo secreto para engancharse con el nuevo sistema Starlink  que dará  servicios satelitales de datos de alta velocidad (Internet) para todo el planeta en los próximos meses y no lo sabemos.

Será acaso que la caída de los programas de alimentación estudiantil en escuelas, el cierre de comedores en universidades, la suspensión de rutas de transporte estudiantil (que también usan trabajadores universitarios), era un misterio insondable que nadie percibía. Será que olvidaron la llamada “dieta de Maduro” que según algunas publicaciones implicó pérdidas masivas de peso corporal para centenares de miles de personas (incluyendo docentes).

Pero lo más dramático de ello es la situación frente a la misma pandemia, que se puede expresar en palabras de la misma federación:

“Si bien muchos países del mundo han restablecido las actividades educativas, aplicando medidas de seguridad, en Venezuela constituye un hecho notorio, público y comunicacional que el Estado no tiene capacidad para dar respuesta a la crisis sanitaria de vieja data profundizada con la pandemia de covid-19, mucho menos para cumplir con las recomendaciones de la Unesco”.

Es cuando uno se pregunta, porque ahora todo el mundo reconoce una crisis sanitaria de “vieja data”, cuando una multiplicidad de doctores, enfermeros y trabajadores de gremio de la Salud, han pagado con sanciones laborales y legales sus denuncias sobre las deficiencias del sistema de salud en Venezuela, sin el menos apoyo de otros entres gremiales y sindicales, que no les importaba las condiciones de los hospitales y ambulatorios, porque sus afiliados disponían de un seguro HCM que los separaba del “pueblo de a pie”, dejando durante años que avanzara la total decadencia de todas los instituciones públicas y privadas  hasta llegar a este extremo de que ni los servicios funerarios permiten disponer de los trabajadores del área de la educación.

Pero quizás lo más grotesco de esta tragedia es la cobardía estructural de muchos dirigentes gremiales, de seguir reduciendo el problema al tema de los salarios y demás cláusulas contractuales, sin tocar el tema de la economía nacional ni los problemas políticos que nos rodean independientemente de su posición, no porque sean brutos, sino porque tienen miedo de decir cosas incómodas que todas las personas comentamos todos los días en todos los ámbitos comunicacionales.

Recuerdo las palabras de Prieto Figueroa sobre la tragedia de tener un maestro “servil” que en vez de formar ciudadanos, forma esclavos y sirvientes, mientras recuerdo a aquel combativo educador, diputado, alcalde y ministro de Educación que señaló una vez que un maestro cobarde no puede ser ejemplo para nadie  y por lo tanto no debería formar a nuestros niños y jóvenes.

En medio de esta tragedia, uno observa propuestas de ajuste salarial de centenares de dólares, como si los trabajadores del área de la educación tuvieran más derecho de comer y vivir que los del área de la salud, de la seguridad, del transporte, en fin, de todos los sectores de la vida nacional. Pedir 500 o más dólares mensuales para los docentes es ignorar a los 4 millones de pensionados y el resto de la administración pública, que también merecen y exigirían un ajuste en sus magros ingresos en un país que apenas tiene 600 millones de dólares en su liquidez monetaria (suma de todo el dinero público y privado de la nación). Está más que claro, que pagar dicha cantidad en bolívares soberanos, llevaría la hiperinflación a escalas desconocidas y los dólares pasarían a costar de centenares de miles a decenas de millones a corto plazo. Esta no puede ser la solución, solo un plan de subsidio directo con recursos internacionales sean propios o de la banca internacional pueden rescatar a los trabajadores, la economía y la sociedad venezolana como un todo.

Hoy, cuando celebro el justo pago de 100 dólares  mensuales para los sesenta y tantos mil trabajadores de la salud, durante los próximos meses, considero menester ampliar dichos beneficios a la totalidad de la población y por ejemplo utilizar la data del sistema gubernamental Patria para otorgar subsidios en dólares (25 dólares, 50 dólares) a las 6 millones de familias organizadas en dicho sistema de forma direccionada para gastarse solamente en supermercados y abastos a través de tarjetas de débito, de la misma forma como se hace con los donantes de sangre en Florida, Estados Unidos. Esta tarjeta y el programa en sí no genera inflación ni despilfarro y permite el control digital de los precios y consumo de productos a los beneficiarios en forma eficaz y permanente.

Los beneficios sociales deben ser para todos o todos colapsaremos sin importar el sector al cual pertenezcamos…