Durante la etapa de su vida cuando escribió y compiló sus Cuentos Selectos (Edición de la empresa «https://www.valmorca.com.ve/», 2021), a Ricardo Gil Otaiza pareciera no importarle la invención sino sucesos personales de índole explícitamente domésticos. Su cotidianidad resalta en una puja escritural que hace rato luce madura e intenta que otras cosas para él irrelevantes no tengan cupo en su personalísimo estilo de sobrellevar la vida. Hacerlo adecuándose -sin dificultades- al imperio de las Redes de Disociados que tomó las riendas de la poderosa bestia representada en quehaceres de la vida y muerte de cada individuo en un mundo que desaparecerá tras sucesivos escándalos.
En las Redes de Disociados el rigor literario todavía alza la voz entre muchas y diversidad de tintes anecdotarios saludándose mutuamente, cierto, pero a veces culmina en soliloquios. Los escritores del mundo somos víctimas de una detonación mediática que nos ha obligado convertirnos en quirurgos enfocándose en las historias realmente valiosas, aun cuando ya seamos trazas del alud que sepultó nuestro estilo de existencia afianzado en conceptos de cultura, familia, propiedad, distinguidas apariciones sociales, propósitos de trascendencia.
Cuentos Selectos es un gran testimonio individual sin partida de nacimiento. Leyéndolos, advertí que Ricardo tuvo que hacer lo que todos los escritores testigos de la hecatombe latinoamericana y mundial, la disolución de afectos por causa de la migración forzosa. Fuimos felices y orgullosos de nuestro arraigo en sectores específicos de Terraco, compactamos e intentamos mantener inquebrantables nuestras familias y amores. Sus narraciones devinieron en diario con anécdotas muchas veces tristes, donde cuenta súbitas alucinaciones, la devastación imposible de maquillar, recuerdos gratos, alegrías y edificaciones de un mundo mejorable que fue [«abortado»] demolido por la maldad política sospechada por muchos entre nosotros.
Su compilación no es –rigurosamente- de cuentos con estirpe clásico, pero el formalismo de intelectuales que levantaron los cimientos de la sabiduría dejó un rastro perceptible en su decantación durante años de oficio escritural más que científico o académico [que lo fue muy destacado e irgue sin insolencias en su expuesta consagración pública]
En breve comunicación de alguien que como yo ha sido su amigo desde hace tantos años, que descubrió su talento, lo fomentó y animó prosiguiera por el sendero del apriorismo, tanto como a otros que murieron o apartaron su ser físico y psiquis de la existencia desamparándonos de la sensación de fraternidad, le expresé que al cabo pienso del cuento que podría ser novela o viceversa. No pienso en géneros, sólo en figuras literarias.
Cuentos Selectos es una trama novelesca pero igual apuntes dispersos en el diario de un bibliófilo. Los lectores no tendrán que preocuparse por el modo de adentrar en su pensamiento, porque Ricardo no intentó ser menos maestro o erudito distanciándose de lo estrictamente filosófico. De hecho, nunca fue desafiante leer sus textos:
-«No sabemos con exactitud en qué momento debemos saltar de la vigilia al sueño» -sentencia en la página 19.
De súbito, Ricardo desata su imaginación que ha mantenido intacta y distanciada de lo senil inducido o el acomodo cobarde para e inmerge para luego subir hacia la superficie a transferirnos visiones relacionadas con anunciaciones de peligrosidad, sus días son los de todos aquellos que nos mantenemos alertas en días finales de una humanidad que no aprendió ni mereció ser lo que ese vocablo define. Es mayor de edad intelectual y hábil, domiciliado en Terraco, sabe que la violencia rigió, lo hace y proseguirá ofuscándonos hasta la culminación de aparenciales sucesos:
-«Los linderos entre la realidad e imaginación a menudo son confusos, como si la realidad se empeñara en eso. Lo que no sabemos es cuándo transformamos la verdad en una mentira» -sostiene en la página 21.
Es comprensible su porte elegante y persistencia, en su diario irrumpen formulaciones de autores que ha creído principales o distingidos. Destaco su inocultable obcecación por la lectura, aparte de compulsión de escritor magnífico. No diré más, los lectores no necesitan que lo haga. Tampoco él. Se abrió paso y se siente. Legará.
@jurescritor