OPINIÓN

Costos y choques en las productividades

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

Nunca pensé que sería tan rica para poder comprar un automóvil, ni tan pobre para no poder pagar sirvientes.

Agatha Cristhie

 

Cuando se ofreció por primera vez el Cuarteto de cuerdas Nº 14 de Beethoven, en 1826, cuatro personas lo ejecutaron en apenas 40 minutos. Para el año 2010, repetir una vez más dicha interpretación por otras cuatro personas también duró, obviamente, 40 minutos. Es decir, entre los casi 200 años pasados entre 1826 y 2010, la productividad del cuarteto de cuerda no se incrementó nada. Sin embargo, el salario promedio por hora de estos virtuosos o ejecutantes subió de 1,16 dólares en 1826 a 26,44 dólares en 2010, lo cual implica que el costo de la interpretación se amplió casi 23 veces.

Este aumento del precio de los servicios intensivos en el factor trabajo, o donde el tiempo del trabajador constituye la esencia del servicio, es lo que se conoce en los medios académicos como el síndrome de los costos o efecto Baumol. Si bien pudiera parecer discordante, que los servicios sean proporcionalmente más caros no significa que no sean a la vez más accesibles. La gente y el público melómano puede darse el lujo de pagar tantas actuaciones como en el pasado. Efectivamente, aun más, en vista de que el incremento de la productividad en los otros sectores nos ha permitido enriquecernos. Esta aparente paradoja ocurre puesto que tendemos a pensar en los precios como una medida de cuán disponibles nos parecen los diferentes bienes en relación con nuestro ingreso. Así, es posible económicamente que a pesar de que haya aumentado el precio de determinado producto sea a la vez más aprovechable si nuestro ingreso ha crecido gracias al progreso en general y la expansión de la economía.

Una examen o reflexión interna, que puede aparecer al concebir la conducta de los precios en varios sectores es la siguiente: en tanto que los precios absolutos no existen, sino que el precio en sí es una medida relativa del valor entre dos productos, se puede establecer firmemente que es imposible que todos los precios disminuyan o aumenten al unísono. También este postulado es un rechazo absoluto a la tesis de la neutralidad de una expansión o reducción de la oferta monetaria en los precios relativos. Y aquí nace el postulado inverso –más bien– de que cualquier expansión monetaria afecta a los precios relativos, y causa por ende distorsiones. Recurriendo de nuevo a nuestra idea fundamental, podemos dividir a fines analíticos la economía en dos sectores: un sector de bienes y productos, cuya importancia subyace en la tecnología en su producción, por lo que se caracteriza por un fuerte crecimiento de su productividad; y el sector de servicios, en especial aquellos como los servicios de salud o educativos donde el propio trabajador presta el servicio y de esta manera el crecimiento de su productividad es casi nulo. Entonces cabe preguntar ¿cómo puede ser que el sector servicios crezca más que el sector intensivo en tecnología (sector de producción de bienes) si tiene una menor productividad? Sin embargo, para entender cabalmente por qué los costos en el sector estancado están aumentando, debemos voltear la vista del sector estancado hacia el sector intensivo en tecnología y altamente productivo.

En el sector intensivo, su particular aumento de productividad le permite reducir el coste de los bienes producidos y aumentar el salario de los trabajadores y a la vez que se obtienen ganancias. En el sector estancado, es el sempiterno costo de oportunidad de los recursos en forma de trabajadores que se utilizan para dar servicios lo que causa el aumento del coste laboral. Es decir, dado que demandamos servicios necesitamos desviar trabajadores del sector de producción de bienes físicos hacia el de servicios y la manera de lograrlo es mediante la igualación del salario independientemente de la productividad en este otro sector lo que acaba provocando el aumento del costo del servicio. Este aumento del costo se genera sin aumento en la calidad del servicio. También notamos que los servicios no son bienes transables, esto es, no se pueden importar desde donde hagan falta, mientras que los bienes tangibles máquinas y materias primas sí, e incluso la tecnología con los contratos “know-how”.

Al mismo tiempo que aumentaban sus costos y gastos, el sector de servicios ha estado aumentando su participación como porcentaje del total de la economía. En una visión de conjunto podemos apreciar que, dado que la sociedad está trasladando más recursos a sectores de menor productividad, el resultado inevitable es la desaceleración del crecimiento de la productividad neta. Aunque este trasvase de recursos hacia el  sector servicios disminuya la tasa de crecimiento de la productividad general, el cambio en sí no es algo perjudicial siempre y cuando esto suponga una mayor satisfacción del consumidor.

En Estados Unidos se están produciendo tensiones en la salud donde el factor humano en médicos y enfermeras es intensivo, y en educación donde la educación universitaria es la mejor del mundo según muchos cánones y medidas. Y ahí aprieta el tornillo de la política, los políticos “progresistas” quieren pechar al sector intensivo en tecnología para invertir a través del gasto público en el gasto de salud y en el gasto de educación. Mientras que los políticos conservadores quieren que sigan medidas proteccionistas para impulsar industrias en decadencia tecnológica como la siderúrgica en Estados Unidos y otras más.