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Cosas del acoso

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Foto Netflix

El acoso ha sido un tema tradicional en el cine. Aun cuando no siempre se lo nombrara como tal, registra más de una película memorable. La que salta a la memoria es Cabo del miedo en sus dos versiones, la original de 1962, dirigida por J. Lee Thompson con Robert Mitchum y Gregory Peck y la remake, no menos electrizante de Martin Scorsese en 1991 con Nick Nolte y Robert de Niro. La película es paradigmática por dos rasgos permanentes hasta entonces. El primero es que el del acoso se ha posicionado tradicionalmente como un subgenero del cine policial. El segundo es que el acoso es una ruptura de la vida normal, un desgarramiento de lo cotidiano que abre una rendija por la cual entra el Mal a la vida de una familia normal…Con un pequeño reparo, ese hilillo de agua que la trama transformará en torrente dramático ha sido posibilitado por algún acto pasado de alguno de los protagonistas, acto por el cual se cuela además la culpabilidad de los mismos. Dicho de otro modo hay dos demonios que juegan en el acoso cinematográfico, el del actor tal vez no tan ingenuo que lo precipita, y el del perpetrador que aprovecha el cebo.

Los memoriosos recordarán un filme misógino que hizo furor en 1987. Michael Douglas, un ejecutivo atildado tenía una noche loca con la determinada Glenn Close que a partir de ese momento le volvía la vida un etcétera. Los dos rasgos mencionados estaban presentes, pero el desliz de Michael Douglas pesaba un poco más en la trama como para que el espectador pudiera especular que, a decir verdad, la tragedia que le caía encima era merecida. Hubo variantes como Mujer soltera busca (Barbet Schroeder,1992) en LA cual la maldición le caía a la pobre Bridget Fonda que buscaba una “roommate”. Tal vez el título local ocultaba la culpa racista que el original revelaba: Blanca, soltera, mujer. En todo caso, el movimiento en la fórmula era perceptible y la culpa no recaía casi exclusivamente en el villano, sino en los deslices de la víctima, brincaparriba uno, racista soterrada la otra.

Bebé reno, la serie de Netflix tiene varios rasgos de interés y es consistente con esta línea, respecto a la cual marca una progresión importante. Se nos aclara que se basa en una historia real, ese homenaje que la ficción se cree obligada a rendirle innecesariamente a la realidad, aunque el libreto se base más bien en un unipersonal del libretista, creador de la serie y actor, Richard Gadd. La trama postula a un comediante tal vez talentoso pero poco afortunado que se gana la vida como barman. Siguiendo la fórmula, un día una cuarentona, gorda y mitómana se sienta a la barra, lo cual precipita la compasión del protagonista y el consiguiente acoso que dura siete episodios. La serie por su formato permite libertades narrativas que una película excluye y hubiera sido tentador hurgar en el pasado de la acosadora. Inteligentemente Gadd elige otro rumbo, ciertamente más interesante, y probablemente, si damos por bueno lo del homenaje a la realidad, más autocrítico. El gatillo del acoso no depende solo de la mujer sino muy explícitamente de la inicial compasión del comediante que inmediatamente da paso a una larga serie de inseguridades que intenta conjurar conociendo a alguien más débil que él. Pero como tiempo hay, y de sobra, la trama va y viene en el tiempo, se distrae en episodios laterales, vínculos con los padres, expiación de la culpa con una amante transexual, episodios homosexuales en los cuales se mezclan además la ambición y la droga. El conjunto funciona muy bien porque inevitablemente la trama vuelve al núcleo central que poco tiene que ver con la acosadora cuyo pasado es despachado en una escena. Más bien la culpa, si culpa hay, vuelve una y otra vez a las dudas del protagonista sobre su talento, la búsqueda frenética de reconocimiento y la pobre vida que le ha tocado en suerte. Pero es esa dinámica la que le permitirá, gracias a un acto de contrición en público acceder a la fama, tan ansiada como indeleble. Una escena final vuelve el drama al principio. Como un acto de compasión degenera en una relación tóxica, donde se cruza la línea entre la solidaridad y el aprovechamiento, hasta qué punto es lícito acercarse a la debilidad de una persona. La serie toca todos estos temas sin caer en el discurso sobre ellos y mucho menos dictar cátedra. Apenas los señala apoyándose en actuaciones de antología. Una muy buena serie.

Bebé reno (Baby reindeer). Inglaterra. 2024. Creada por Richard Gadd. Con Richard Gadd, Jessica Gunning, Nava Mau

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