La sorpresa de los venezolanos no es que haya sido desenmascarado un grupo de corruptos. Tampoco nos sorprende que sean tantos, que se hayan robado tanta plata ni que incluyan en sus delitos ciertas perversiones morales. Eso no sorprende a nadie, porque todo el mundo sabe que en la administración ilegítima de Maduro, la corrupción no es una excepción sino la norma.
Lo que sorprendió a todos es que sea el más corrupto de todos, la cabeza, el corifeo, el Capo di tutti capi, quien, con la más absoluta desvergüenza dice estar indignado por tanta corrupción y que está decidido a erradicarla. Sin duda, se trata de uno de los actos de cinismo más insolentes que hemos visto en la historia de nuestra atribulada Venezuela.
A pesar de la lista de detenidos, de las cifras astronómicas que dicen haberse robado, la peste de la corrupción no es nada nueva para esta mafia criminal que ocupa el gobierno en Venezuela. Recordemos los más de 30.000 millones de dólares que el propio Maduro pagó a la empresa Odebrecht al inicio de su gobierno por obras que nunca se construyeron. Parte de esos millones están reflejados en el primer punto de cuenta que firmó al encargarse de la Presidencia de la República, en el que se le entregó a Odebrecht un monto de más de 190 millones de dólares para la construcción del segundo puente sobre el lago de Maracaibo, del cual, como cualquiera puede constatar hoy, solo se construyó un pilote de concreto de escasos 2 metros cuadrados.
También recuerdo con claridad los 800 millones de dólares que se robó la exministra de salud Eugenia Sader, que estaban destinados a la construcción de 3 hospitales. En su momento, a dicha exministra le libramos orden de aprehensión, cuya ejecución fue impedida por Cilia Flores, quien ordenó al Poder Judicial no materializarla. Y otro hecho bochornoso, que sorprendentemente no se ve abordado en esta razia, es la casi inauditable millonada de dólares que se robaron en complicidad con Alex Saab, ese indigno personaje que funcionaba como proveedor del gobierno de alimentos en mal estado y con sobreprecio.
Maduro, su esposa y su entorno, tienen una relación estrecha con la corrupción. Siempre han sido parte de ella, por eso sorprende tanto que justo ahora le resulte tan preocupante la expoliación y destrucción de Pdvsa. Ahora se muestra ofendido e iracundo, pretendiendo convertirse en paladín en la lucha contra la corrupción. Lo vemos impartiendo órdenes a fiscales y jueces, en un flagrante acto de autoritarismo en el que demuestra que no respeta la autonomía del Ministerio Público y del Poder Judicial.
¿No sabrá Nicolás Maduro que en ese negocio también tiene las manos metidas uno de sus flamantes magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, socio de Fernando Bermúdez y Álvaro Pulido en la trama de los buques de Pdvsa? ¿Acaso no fue Nicolás Maduro quien dio la orden para que liberarán a Bermúdez y se le permitiera huir del país? Tal hecho es conocido en ciertos círculos degenerados del poder, pero cometieron un error importante al realizar esta maniobra: ¡se les olvidó borrarlo de la lista que hicieron pública a través de los medios! También es sabido que Maduro dio la orden de liberar a Álvaro Pulido después de Semana Santa, y pidió expresamente que sea exonerado de cualquier responsabilidad de estas recientes investigaciones.
Estos hechos deben recordarnos que no es el presidente o un funcionario del gobierno el que decide que hay que luchar contra la corrupción, esa es labor de todas las instituciones del Estado, la cual no funciona en Venezuela. Si esa lucha es selectiva, como parece que está ocurriendo, si se persigue a unos corruptos y se dejan impunes a los de otro grupo, a eso no se le puede llamar una lucha contra la corrupción, porque esa acción es en sí misma otro acto de corrupción, y uno de los peores, porque es corrupción judicial. No puede haber una lucha eficaz contra este fenómeno si las personas encargadas de la persecución penal actúan en connivencia con los intereses corrompidos que deben castigar.
Llamar lucha contra la corrupción a una acción en la que un corrupto le quita a otro corrupto lo que se robó, es cinismo, es una burla para los trabajadores venezolanos cuyo sueldo no les alcanza para mantener una vida digna.
¿Cree sinceramente alguien que los autos de lujo, las lanchas y yates, las mansiones, las joyas y el dinero que se confisque a los corruptos será destinado al bienestar colectivo? ¿Quién se quedará con los Ferraris, los Lamborghini o los Maserati? ¿Quién se va a mudar a las mansiones y apartamentos que dicen haber confiscado? ¿Quién puede comprar esos bienes en la actualidad en Venezuela, si acaso decidieran venderlos? El deber ser es subastar unos y rematar otros para sacarles el mayor provecho posible, e invertir ese dinero en obras sociales. Los dineros incautados, recuperados en estas acciones, han de ser aprovechados para pagar mejores sueldos a los maestros, médicos y enfermeras, pero todos sabemos que eso no sucederá. Cada casa, cada carro y cada “caleta” de dólares que confisquen es parte de un botín que unos malandros le están quitando a otros delincuentes. Nada de eso servirá para aliviar las penas de nuestra gente, porque con toda seguridad terminará en manos de uno de los corruptos que «aún» no están siendo investigados.
Es debido a esa corrupción que tenemos el país destruido y sumido en la miseria, no es debido a las sanciones impuestas como pretenden hacernos creer. La incapacidad y la descomposición moral de todo el tren ejecutivo, la corrupción endémica que ha debilitado hasta los cimientos más profundos de la institucionalidad, es la que nos ha traído hasta esta situación de pobreza y desolación.
¿Qué debemos hacer, entonces, ante esta situación? Como ciudadanos nos corresponde organizarnos, movilizarnos y prepararnos para hacer triunfar la dignidad y la determinación de los venezolanos. Reconstruir nuestra institucionalidad y defender la democracia con más democracia. Es un momento aciago y doloroso, es una etapa oscura para la República, pero los cimientos morales de la ciudadanía hoy más que nunca son necesarios para las luchas que tenemos por delante. No se trata de enfrentamientos violentos ni de acciones callejeras. Iremos a esta lucha armados con el más poderoso instrumento que nos brinda la Constitución: el voto. Iremos a esta lucha decididos y convertidos en un solo pueblo ejerciendo masivamente su derecho al voto para desalojar del poder a esta mafia corrupta y desvergonzada que dirige Maduro. Sé que estamos indignados, nos sentimos burlados, estamos hartos de tanta maldad, corrupción e incapacidad. La solución es simple y está en nuestras manos, trabajemos desde nuestras comunidades en la creación de la conciencia que tanto necesitamos para que cada hombre o mujer indignado se convierta en un voto definitivo contra toda esta maldad y a favor de un nuevo futuro para el país. Rescatar a Venezuela es algo que haremos nosotros mismos.
Cada minuto de mi vida lo estoy dedicando a esa causa. Cada día se suman más y más personas a la misma lucha. Hagamos todos lo mismo, y muy pronto veremos a Venezuela renacer.
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