El título no es mío. Fueron los calificativos que Maduro dio a los recién detenidos funcionarios. Veinticuatro años le tomó darse cuenta de que en su entorno hay corrupción, bandidaje y mafias… Me pregunto si le tomará veinticuatro años más ponerle coto a esta plaga de sinvergüenzas. “Caiga quien caiga”, ofreció. Daría risa, si no fuera por la tragedia que entraña.
Dicen que hay cosas que son imposibles de esconder: el estar enamorado, la tos, el humo y el dinero. Sobre todo, el dinero mal habido. Porque los nuevos ricos son fanfarrones, ridículos y petulantes. Tienen la necesidad de ostentar sus riquezas. Como aquellos chavistas que escandalizaron a los dueños, empleados y comensales de La Tour D’Argent en París (por cierto, algo bastante difícil de lograr, porque a ese restaurante va el epítome del nuevorriquismo mundial) cuando, en 2009, terminaron la cena con un vino Petrus, cosecha 1982, que costó 17.000 euros cada botella. ¿Maduro no leía la prensa en aquel momento? Porque para unos funcionarios explicar que pagaron eso con sus suelditos ha debido ser imposible. Dirán tal vez que fueron viáticos de viaje. Nadie, en un país normal, lleva viáticos para pagar botellas de vino a ese precio. Pero Venezuela, por desgracia, dejó de ser un país normal desde hace casi un cuarto de siglo, cuando entraron ellos al poder con las fauces abiertas, hambreados de poder, venganza y lujos.
¿Qué pensaban –o qué sentirían– esos revolucionarios cuando Chávez se desgañitaba profiriendo insultos a la burguesía, diciendo que “ser rico era malo” o usando los peores calificativos en contra de los “capitalistas”, cuando “capital” es lo que se necesita para pagar una botella de Petrus de 17.000 euros y salir ilesos del restaurante? Y este es solo un pequeño ejemplo de una muestra de riqueza mal habida groseramente expuesta. Solo hay que entrar en las redes sociales de los funcionarios y sus familiares para ver sus viajes, sus automóviles, sus aviones, sus fincas, sus casas, sus edificios, su ropa y un largo etcétera para darse cuenta del dineral que se han robado.
Yo no sé qué es lo que está detrás de esta súbita razia en contra de Tareck el Aissami y su grupo. Tampoco sé por qué no lo detuvieron como jefe del clan. Obviamente, lo de “caiga quien caiga” no es tan cierto. De ser verdad, todos los que están en posición de poder deberían entregarse a la justicia. Ahí nadie aguanta una contraloría. Pero ¿a qué justicia se van a entregar? ¡Si la justicia está tan o más corrompida que el Ejecutivo, el Legislativo y el Moral!… Si algo tiene El Aissami es inteligencia y contactos internacionales. Y esto se puede complicar de mil maneras, cada una peor que la otra. Lo único que quizás terminaría saliendo bien, podría ser que el final de toda esta historia -de la que solo hemos visto la punta del iceberg- sea que acabemos saliendo del chavismo por obra y gracia de ellos mismos, por corruptos, bandidos y mafiosos.
@cjaimesb