El Ballet Contemporáneo de Cámara fue una iniciativa gestada a la luz de los años setenta del siglo pasado con una motivación clara por parte de su promotora, la bailarina y coreógrafa María Eugenia Barrios.
Su idea era fundar una compañía de pequeño formato que apuntara a la creación dentro de las nuevas tendencias del momento y trabajara en la difusión del arte del ballet entre todos los públicos. La característica de ser una agrupación de muy pocos integrantes facilitaría no solo una buena comunicación entre los mismos, sino también las labores de producción y difusión artística.
Contaba para tal logro con su sólida formación recibida inicialmente en Italia con los reputados maestros Alexander y Clotilde Sakharoff, y posteriormente en la Julliard School de Nueva York, bajo la guía de Anthony Tudor y José Limón, entre otros reconocidos creadores, institución de la cual egresó como bailarina y coreógrafa.
Barrios integró el elenco del Ballet Nacional de Canadá, compañía con la que interpretó en febrero de 1973 en la ciudad de San Francisco la célebre obra de Limón La pavana del moro, teniendo a Rudolph Nureyev como bailarín invitado en el rol principal.
Igualmente, tomó parte del Ballet Internacional de Caracas, con la dirección artística de Vicente Nebrada, durante su primera etapa y cumplió con una apreciable carrera internación como bailarina huésped en Suiza e Italia a partir de mediados de los años ochenta.
Diez años durarían las actividades del Ballet Contemporáneo de Cámara. María Eugenia Barrios, como directora artística y coreógrafa, ahondaría en la búsqueda de una síntesis del específico código académico y su acercamiento a lenguajes artísticos alternativos.
Dentro de este espíritu, se aproximó a grandes nombres de la plástica nacional: Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez, Mercedes Pardo, Víctor Valera y su propio padre, Armando Barrios, procurando una valoración de lo corporal altamente visual.
Igualmente, se unió a notables músicos: Antonio Estévez, Evencio Castellanos, Fedora Alemán, Alfredo Rugeles, Alberto Grau, Isabel Palacios, Felipe Izcaray, y su madre Reyna Rivas, tras la consecución de una identidad sonora auténtica y renovadora.
En el orden coreográfico, Barrios alternó sus propias obras con la de connotados creadores internacionales: Antony Tudor, John Butler, Jiri Kylián, Anna Sokolov, Héctor Zaraspe y también del venezolano Carlos Orta en su retorno al país, en procura de una mirada diversa y contemporánea de la creación en el ballet.
Sus coreografías Valses venezolanos (Delgado-Vollmer), Cromosaturación (Estévez), Invenciones (Kabelac), Canto a la tierra (Mahler), Epistula-ae (Textos) y Sueño al amanecer (Bartok), la revelaron como una creadora de arraigos con clara visión universal.
El libro Por Amor a la danza (1985), autoría de la propia coreógrafa, constituye una bien documentada memoria de la década de existencia del Ballet Contemporáneo de Cámara. En su texto, Barrios se refiere a un eclecticismo necesario en la danza como arte:
“He querido lograr dentro de mis proposiciones y búsquedas un integración entre las artes coreográficas, la música, las artes visuales, la luz y aún las artes de la palabra y de la poesía. Creo que el espectáculo de danza es esencialmente teatral y, en ese sentido y para su propia vitalidad, debe integrar todos esos aspectos siempre”.
La década de los noventa trajo la reaparición de la compañía María Eugenia Barrios, siempre junto al bailarín Offer Zaks, ahora con el nombre de Ballet Contemporáneo de Caracas. Durante esta nueva etapa el proyecto contó con un ampliado elenco de bailarines nacionales y extranjeros de destacable nivel interpretativo.
Este nuevo momento trajo consigo un amplio y destacable repertorio inscrito dentro de una diversidad de corrientes creativas imperantes, al tiempo que mantuvo una dinámica agenda internacional.
La muy difundida muestra escénica didáctica Ven a danzar se convirtió en un programa bandera de la relanzada compañía, dirigido fundamentalmente al público infantil y adolescente. Su objetivo fue la formación y ampliación de nuevas audiencias para la danza artística, enfatizando en el conocimiento y la divulgación de sus aspectos históricos, estilísticos e interpretativos.
María Eugenia Barrios, asentada actualmente en Israel, cumple con una permanente labor pedagógica alrededor de la danza académica. Sus aportes a la danza escénica venezolana son claramente constatables y representan una vertiente cierta dentro de una factible escuela coreográfica venezolana de ballet.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional