
El bailarín José Parés en el centro de la foto cuando estudiaba en Nueva York, 1948 / Colección José Parés – Museo Casa Roig
Inesperadamente, abrazado a la cartera de mi mujer, el puertorriqueño José Parés se presentó en el elegante hotel de San Juan de Puerto Rico donde nos hospedábamos Belén y yo, invitados por el Festival de Cine que se organizaba en esa bella ciudad. Junto a Parés, mejor dicho, con Parés y dentro de Parés se encontraba el misterioso Doctor Coppélius, mago y fabricante de muñecas móviles, danzantes como la hermosa Coppelia que el Doctor sentaba en la ventana que da a la calle provocando la admiración de la aldea y el embeleso de Franz, el novio de Swanilda. Y Parés, notable bailarín de carácter, llegó a ser el Doctor Coppélius más célebre de la historia del ballet, prestigioso protagonista del ballet Coppélia (1870) de Saint Leon y Leo Delibes.
La víspera, al caer la tarde nos registramos Belén y yo en el hotel, dejamos nuestro equipaje en la habitación asignada y salimos a dar una vuelta de reconocimiento por los alrededores. Y en una zona desierta a esa hora y casi en penumbra, saltó de la espesura con furiosa demencia un joven armado de una navaja que se me vino encima con perversa violencia. Sentí el sonido de la navaja muy cerca de mi rostro y al retroceder instintivamente y caer de espalda, evité que me degollara. Cuando, atónito y desconcertado traté de levantarme, vi al sujeto zarandear bestialmente a mi mujer, arrebatarle la cartera y huir del lugar. ¡Fue cosa de segundos!
La noticia del atropello recorrió los pasillos del hotel y tocó la puerta de la Gerencia, que de inmediato asumió toda la responsabilidad temerosa de una posible demanda por negligencia, al no informarnos del peligro que acechaba en las cercanías del hotel. De inmediato pidió excusa y restituyó el dinero que Belén guardaba en su cartera y nos exoneró del costo de alojamiento y de los gastos que pudieran surgir durante nuestra corta estadía.
¡Es para no creerlo, pero pasamos la noche sin sobresaltos ni escalofríos leyendo en voz alta a Marguerite Yourcenar!
La policía turística encontró la cartera y dentro de ella, en uno de sus escondrijos, un papelito con el nombre y teléfono, no del extravagante Doctor Coppélius sino del boricua y bailarín de carácter llamado José Parés, amigo fraterno de mi mujer. Es lo que explica su inesperada aparición en el hotel a hora tan temprana, abrazado a una cartera.
Pero esta historia no comienza aquí, sino años atrás en Nueva York cuando mi hermano Omar decide estudiar ingeniería en una universidad neoyorquina, se casa con una hermosa chica de Puerto Rico, es padre de dos niñas, se le enreda el papagayo y solo alcanza a estudiar reparación de ascensores y al regresar a Venezuela gana más dinero reparando ascensores que si estuviera construyendo puentes.
La suegra de mi hermano resultó ser una anciana campesina analfabeta de Bayamón y cuando me despedí de ella en Nueva York me dijo:»¡Hijo, vas para tu isla!» porque creía que todos los países eran islas como el suyo. Un día hice su mapa y convertí a los cinco continentes en un inmenso archipiélago y no creo que exista un mapa tan fascinante como el de aquella campesina de Bayamón. No la volví a ver, pero al despedirme le prometí que algún día conocería el lugar que la vio nacer.
¡Y fui a Bayamón con mi mujer y el célebre y misterioso Doctor Coppélius!
Y en pleno Festival de Cine tuve que aparecer en televisión, pero en lugar de referirme a las películas en competencia conté la historia del asalto, la cartera y Parés y dije que mi trabajo en el festival no era otro que premiar al filme menos malo y prefería más bien referirme al hecho de que posiblemente los que me veían en la pantalla ignoraban que Puerto Rico tiene como hijos al Doctor Coppélius más famoso de la historia del ballet y a una anciana analfabeta que pasó por el mundo imaginándolo como el luminoso destello de un inventado archipiélago.
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