OPINIÓN

COP27: acuerdos sobre el cambio climático y energías alternativas        

por German Creamer German Creamer

La Conferencia de Naciones Unidas por el Cambio Climático (COP27), sostenida en Egipto en noviembre de 2022, estableció un fondo para apoyar a los países vulnerables a desastres climáticos. Este fondo está destinado a reparar casos de destrucción o pérdidas por los cambios ambientales, pero no incluye medidas compensatorias que impliquen responsabilidad legal de los principales países contaminantes como Estados Unidos y China.

Esta conferencia acordó mantener el límite de calentamiento global en 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales como fue establecido en el Acuerdo de París de 2015, ya que una temperatura mayor puede generar grandes desastres climáticos. Sin embargo, ante el bloqueo de países como China, Rusia y Arabia Saudita, la COP27 no logró aprobar una propuesta que eliminaría la producción de energía a través de combustibles fósiles, como la principal fuente de calentamiento del planeta, solo acordó su reducción gradual.

El acuerdo de la COP27 también recomienda que los organismos financieros multilaterales aumenten el financiamiento de proyectos que contribuyan a la solución de la crisis ambiental. Aunque el acuerdo de esta conferencia no hace una referencia explícita al sector privado, apoya un reporte de las Naciones Unidas que establece que la emisión cero debería ser un objetivo prioritario del sector corporativo.

Las recomendaciones de la COP27 son una oportunidad para que los principales países latinoamericanos productores de petróleo, como Brasil, México, Colombia, Venezuela y Ecuador, aumenten el nivel de inversión y estímulo para el desarrollo de fuentes de energías alternativas. Afortunadamente, según un reporte de McKinsey, entre las principales tendencias a nivel mundial se encuentran el desarrollo de tecnologías para la generación y manejo de energías limpias y para el consumo sostenible. McKinsey estima que la inversión en energías limpias llegaría a 1,35 trillones de dólares en 2035 y estarían orientadas principalmente a la descarbonización y al uso de energías alternativas como la solar, eólica, geotérmica, nuclear e hidroeléctrica. Esta última es una de las fuentes más antiguas de generación de electricidad. Sin embargo, las sequías tienden a secar las represas usadas por las turbinas hidroeléctricas, lo que demuestra la importancia de romper con el círculo vicioso del calentamiento global, el cual se hace más difícil de solucionar mientras más aumenta la temperatura.

Consumo sostenible, la segunda tendencia mencionada, se refiere al desarrollo de bienes y servicios con un mínimo impacto ambiental al usar materiales sostenibles y tecnologías bajas en el uso de carbono. Aunque este enfoque es tecnológicamente viable, todavía es costoso para su uso masivo como es el caso de la producción y manejo de carros eléctricos. Sin embargo, sus efectos a nivel macro son muy importantes porque pueden contribuir significativamente a reducir los riesgos ambientales, especialmente el calentamiento global.

En conclusión, el desarrollo de una economía sostenible es responsabilidad tanto de cada ciudadano, como de las entidades públicas y privadas de reducir sus huellas de carbono en todas las áreas posibles.