OPINIÓN

Convivencia y connivencia

por César Pérez Vivas César Pérez Vivas

Con ocasión de mi artículo de la semana pasada titulado “Amor a la Patria”, en el que expresé mi preocupación por el clima de fragmentación política de la sociedad venezolana, fruto de la perversa conducta autoritaria de la administración Maduro y de nuestras propias miserias, y las graves consecuencias derivadas de la misma, varias personas me han expresado, por diversos conductos, su rechazo a mi tesis de buscar un mínimo de convivencia civilizada entre los diversos sectores de nuestra enferma sociedad.

Percibo en el cuestionamiento una falta de comprensión semántica de los conceptos y fundamentalmente del alcance de sus contenidos. Como la comunicación en general, y la comunicación política en particular, debería tener un contenido pedagógico, es necesario profundizar en algunos conceptos y abundar en un tema capital para poder regresar a la democracia y a la prosperidad en nuestro país.

Comencemos por precisar semánticamente el concepto. Para el diccionario de la Real Academia Española «convivencia» significa: “Vivir en compañía de otro u otros. Coexistir en armonía”. Convivencia civilizada significa vivir en paz, con un mínimo de reglas para respetar los derechos fundamentales de todos los miembros de una comunidad, llámese familia, ciudad, país o región del mundo, de modo que podamos vivir sin miedo.

El sociólogo e intelectual hispano-mexicano Fernando Escalante Gonzalbo, autor de Ciudadanos imaginarios, nos dice al respecto lo siguiente: “Es posible que en el origen de la sociedad esté el miedo. Es posible que en el origen del orden esté siempre la violencia. En todo caso, la civilización consiste en irse alejando de ese origen, para vivir sin miedo y sin violencia. Es probable que en la naturaleza deba imponerse siempre el más fuerte; es seguro que la naturaleza nos ha hecho, en muchas cosas, desiguales. La civilización consiste en alejarse también de la naturaleza para imponer, en cambio, ese orden imaginario de lo que nos parece justo, donde somos todos iguales y estamos obligados a dar razones. Para eso se hacen las leyes”.

No se trata, por lo tanto, de avalar comportamientos inmorales, crímenes o políticas públicas erradas. Mucho menos podemos entender la convivencia como encubrimiento o participación en esas conductas.

La grave ruptura espiritual impulsada por el verbo incendiario de Hugo Chávez y sus colaboradores, además de la ejecución de una serie de actos crimínales como la confiscación de bienes, de los ahorros y prestaciones sociales de vastos sectores del mundo del trabajo, el desalojo violento de miles de familias de sus hogares, las ejecuciones extra judiciales perpetradas contra miles de seres humanos, la invasión de predios agrícolas y viviendas, los secuestros o encarcelamiento de personas inocentes, la huida de nuestro territorio de millones de personas han creado sentimientos encontrados en el alma de la nación.

Sanar esas heridas no es una tarea fácil ni se puede lograr de forma exprés. Llegar a la reconciliación pasará por la necesidad de justicia, por un reforzamiento espiritual y por un tiempo de serenidad y elevación del clima moral de nuestra sociedad. Se trata de una tarea en la que será menester el auxilio de las religiones y las ciencias sociales. La política tiene un papel en ese proceso, pero necesita de esos auxilios. De ahí que siendo la reconciliación casi imposible de lograr en el corto plazo será menester, entonces, recurrir a la negociación para evitar la violencia y sus dramáticas consecuencias. Esa negociación debe conducirnos a un mínimo de convivencia, que no es otra cosa que un conjunto de reglas mínimas que nos permitan vivir a todos en nuestra patria sin tener que matarnos entre nosotros.

Convivencia, entonces, no es connivencia. De ninguna manera proponemos asociarnos o avalar la conducta de quienes han generado la tragedia en la que estamos inmersos. Los que han cometido crímenes de lesa humanidad, quienes saquearon nuestra riqueza deben rendir cuentas a la justicia. Justicia no es revancha ni venganza. Es precisamente la medicina que va a permitir el proceso de sanación de nuestra sociedad y sobre todo el elemento esencial de esa convivencia civilizada que debemos impulsar.

La Real Academia de la lengua española nos dice que connivencia es: “Disimulo o tolerancia en el superior acerca de las transgresiones que cometen sus subordinados contra las reglas o las leyes bajo las cuales viven». También la considera una “confabulación”.

En consecuencia, nuestra tesis de lograr en nuestra sociedad, comenzando por los sectores distintos del Partido Socialista Unido de Venezuela hasta llegar los demócratas, una convivencia, en ningún caso es un llamado a la connivencia. Es, por el contrario, la estructuración de un camino que nos permita avanzar a la restitución de la democracia para pode lograr la reconstrucción material y espiritual de nuestra nación.