La difusión de los programas públicos se extiende mediante la publicidad en los medios escritos, radiofónicos y de televisión, a través de comunicados de escasa relevancia mediática y por su actividad en las redes. En este último aspecto, parece que los más activos tienen que ver con las noticias de índole policial o relacionadas con catástrofes o desastres, así como en especial las meteorológicas.
Esto nos lleva a generar preocupación relacionada con las noticias de que el modelo iniciado por Musk en X se extiende al sistema Meta de Zuckerberg (Facebook, Instagram, WhatsApp, Messenger) y muy probablemente al resto de las empresas de los milmillonarios que han ido a presentar sus respetos a Trump. Al igual que hizo Musk al comprar Twitter, Zuckerberg acaba de anunciar que cambia el sistema de verificación de datos, de probada eficacia, por las notas de comunidad. La justificación es “ajustar los filtros para que requieran mucha más confianza antes de eliminar su contenido”, ha declarado Zuckerberg, antes rival de Musk y ahora aliado.
La Unión Europa mediante el reglamento de servicios digitales (DSA) pone algún freno a las actividades de estas empresas, imponiendo multas cuantiosas que en todo caso no son más que una parte ínfima de las ganancias de estas sociedades. Es un intento rodeado de dificultades, pues a la protección de la libertad de expresión ha de oponerse la veracidad de las afirmaciones, que no es una realidad tangible con demasiada frecuencia.
El verdadero problema ya está aquí. Quienes dominan las redes, que no tienen barreras, fronteras o dificultades especiales en conectarse en cualquier territorio de las democracias, pueden difundir aquellas ideas que consideren oportunas. En las últimas semanas tenemos algunos ejemplos no precisamente tranquilizadores.
El primero se debe a Musk que ataca en dos frentes europeos: contra el premier inglés, Starmer, e inmiscuyéndose en las elecciones alemanas al realizar una entrevista con la líder de la AfD, el partido de extrema derecha alemán, de raíces ideológicas neonazis. El primer ministro británico acusa al propietario de X de “extender mentiras y desinformación” sobre los abusos sexuales a menores mientras que el presidente francés dice que el magnate lidera “una nueva internacional de reaccionarios”.
Es hora de que las democracias occidentales actúen. Primero fue el establecimiento de sistemas de evasión fiscal que les permitieron tributar por cantidades ínfimas, después fue la emisión de ideas extremistas jaleadas por los sistemas de las redes: las pequeñas cortapisas y controles de X desaparecieron con la llegada de Musk, ahora Zuckerberg acaba de eliminarlos.
Hay un proceso, iniciado hace años, de sustitución de la información desde los medios tradicionales, sometidos a controles y con connotaciones ideológicas manifiestas, pero con determinación de veracidad, por los contenidos de las redes sociales que alcanzan incluso a los Estados democráticos. Por ello se califica esta forma de actuar de suicida y más aún la que llevan a cabo las instituciones de los Estados democráticos que recurren a X para comunicarse directamente con los ciudadanos. (Ridao, 2025)
En las redes, el individuo busca aquello que es coincidente con su parecer y cuanto más espectacular o escandaloso es el contenido más gratificante es su lectura. La desaparición de esos mínimos controles que acaba de abandonar Meta, va a suponer la extensión de contenidos cada vez más alejados de la realidad, pero profundamente impresionantes o provocadores. Es un tema de identidad, de creencias, y por eso propaganda es un término más adecuado. (DiResta, 2025)
Si tengo una ideología, por ejemplo, no voy a valorar las cosas que vengan en contra de mi ideología. Las ideologías funcionan como una especie de filtro que solo afecta a lo que confirma la ideología. Por eso cada vez se polarizan más. (José Antonio Marina, 2025)
En suma, la difusión de las noticias institucionales, tradicionalmente de dificultosa inclusión en los medios de comunicación, se eleva exponencialmente en esta época de liderazgo oligárquico en la comunicación de las redes sociales. Incluso la información política está mediatizada por su espectacularidad o la ausencia de ella, cuando se analiza la incidencia del contenido emitido.
Por estas razones, la desaparición de controles en las redes sociales más extendidas no son una buena noticia. Son, en cambio, un acicate más a la difusión de bulos y a extender el barro, olvidando que mal que bien los medios tradicionales de comunicación se basaban en la comprobación de la veracidad de la noticia, aunque con cierta frecuencia también erraban.
Las plataformas sociales son una conciencia social. Y los influentes (influencers) son los administradores digitales de esa conciencia. (James Carville. 2025)
Por ello, también es necesario el control de las redes, limitando afirmaciones falsas o bulos que incesantemente circulan por ellas, incluyendo las que conciernen a las administraciones públicas, como aquellas que adjudican la lentitud procedimental al exceso de burocracia, estigma generalizado para vilipendiar los servicios públicos.
@velazquez. bsky. social