El mundo sumiso a las órdenes del nuevo orden, mientras detrás de las bambalinas se tejen las nuevas estructuras del poder y control social; las personas se preguntan: ¿Cómo sobreviven los sistemas tiránicos en un mundo globalizado donde la democracia dice ser el sustento de dicho sistema global? La respuesta a esta y muchas tantas interrogantes de este tipo descansan en el poder de los monopolios económicos financieros, que pese al interés transan con las tiranías a sabiendas de que en dichos sistemas se violan los derechos fundamentales de las personas. Ejemplo: Venezuela.
En el momento que se entienda que más allá de las distintas cosmovisiones y diferencias en cada persona, forman parte del mismo sustento planetario; se comprenderá que el daño o perjuicio que se le causa o le sucede al otro de forma material o mental nos lo estamos haciendo a nosotros mismos. En ese instante habrá una verdadera revolución de desarrollo social y tecnológico como nunca antes en siglos pasados.
A lo largo de la historia se han basado los diferentes sistemas políticos en una falsa individualidad o en una supuesta ilusión de modelos colectivistas, representando múltiples caras de la misma visión tribal de la historia, con esa equivocada cosmovisión; se han ocupado del desarrollo de la ciencia, la filosofía, el arte y la religión desde un enfoque reduccionista y aislado sin tomar en cuenta el todo.
Sin embargo, las naciones están concebidas como islas más semejantes a Kibutz; en cambio, otros son meros guetos dentro de la comunidad internacional, en ese basto archipiélago de modelos de administraciones con extensos procedimientos, muchos absurdos; donde a mayor sistema estatista, mayor cantidad de procedimientos, que sólo sirven para el seguimiento y control social; cuando se trata de los fines de un sistema en el que se piensa que existen para lograr la mayor suma de dicha y felicidad para todos, sin embargo, los resultados son contrarios para la población.
Por ejemplo, se contaminan el aire y no precisamente con la industria, ya que el proceso de desindustrialización es cada vez más evidente; por otra parte, cada día más la población se alimenta de productos sintéticos, llenos de azúcar que endurecen los órganos y afectan directamente la salud. Entre muchos males, todos saben lo que sucede alrededor, pero nadie se siente con la suficiente libertad y seguridad de decir algo.
Si se detuviera un momento el tiempo presente y se observara en perspectiva el futuro que se les está dejando a las generaciones actuales, la humanidad tuviera un motivo más para el despertar.