La primera reacción significativa ante el coronavirus por parte de Nicolás Maduro fue el 28 de febrero. Dijo entonces que hay “muchos análisis” que demuestran que el coronavirus “puede ser” una cepa creada para la guerra biológica contra China. Esa arma se utilizaría no solo en contra de China, también “en contra de los pueblos del mundo”. Añadió que Venezuela, con “su sistema de salud pública y su pueblo consciente”, enfrentarán la amenaza, de la que saldrán airosos.
La declaración anuncia lo que viene: hacer uso político de la que, hasta hoy (escribo este artículo el jueves 5 de marzo) es calificado por los expertos del mundo como una epidemia. Hacer uso político en varios sentidos: propagar la tesis de la izquierda radical más desquiciada, según la cual el virus fue creado por los enemigos de la revolución y exportado a China. Asumir, desde ya, una posición victimista ante lo que se anuncia. Y, quizás lo más alarmante de todo, promociona la solvencia del sistema de salud pública venezolano, cuyo estado es absolutamente ruinoso. Maduro, en vez de advertir a los ciudadanos que el país no cuenta con los recursos necesarios para afrontar una posible epidemia, miente. Miente sobre una cuestión tan sensible para la salud y las vidas de las personas.
Numerosos médicos venezolanos, algunos de ellos, reconocidos expertos en epidemiología, lo han señalado ya: es probable que muy pronto el coronavirus ingrese en Venezuela, como ya está ocurriendo en otros países de América Latina. Aparecerá ante un sistema de salud, en verdadera situación de calamidad. Veamos.
Uno: nuestro sistema de salud -¿se le puede llamar todavía sistema?- no cuenta con los recursos humanos suficientes, por la cantidad de médicos y paramédicos que se han marchado del país, huyendo de la violencia, los salarios infames, el maltrato y los abusos de los operadores políticos del PSUV y otros malhechores y, esto es vital, de las cada vez más inciertas y precarias condiciones de trabajo. Dos: el estado de la infraestructura hospitalaria es entre deficiente y ruinoso. Se producen fallas eléctricas. No todos tienen agua: dependen de recibirlas en camiones cisternas. Los ascensores no funcionan: hay camilleros que deben subir a pacientes en estado crítico, por las escaleras, a lo largo de varios pisos. No funcionan los sistemas de aire acondicionado. Laboratorios, quirófanos, salas de cuidados intensivos y equipos para diagnosis, o están dañados o funcionan de forma intermitente o son insuficientes en relación con la demanda. Tres: no hay dotación ni de medicamentos básicos, ni de los insumos para los elementales procedimientos médicos (como inyectadoras, gasas, cintas adhesivas o catéteres), ni mucho menos, tecnologías especializadas como tomógrafos y resonadores, ni tampoco alimentos para los pacientes hospitalizados, ni siquiera alimentos para bebés y niños. El sistema hospitalario venezolano está devastado y la red de atención ambulatoria, como Barrio Adentro, es casi una ficción: de acuerdo con denuncias realizadas por trabajadores del propio Ministerio de la Salud, entre 86% y 88% de los módulos están cerrados. Algunos de ellos han sido ocupados y se han convertido en guaridas de delincuentes y bandas armadas. Cuatro: los hospitales se han convertido en lugares peligrosísimos donde deambulan delincuentes, milicianos que venden cupos en colas o consiguen medicamentos e insumos a cambio del pago de comisiones. No estoy develando ningún secreto cuando recuerdo que los hospitales son permanentes focos de corrupción.
Miente Maduro y también el titular del Ministerio de la Salud, Carlos Alvarado. En la página web de ese ente, en cuyo cabezal aparece Chávez disfrazado de médico -una payasada-, dice esta perla: que ya tienen en 45 “hospitales centinelas” dotados y en capacidad de atender los casos que puedan producirse. Lo vienen repitiendo los sindicatos, los médicos y paramédicos: hay centros hospitalarios prácticamente cerrados. No hay mascarillas ni guantes. Como ha declarado, con su indiscutible autoridad el ex ministro José Félix Oletta, un sistema de salud que no es capaz de responder a las demandas cotidianas, mucho menos podría atender a las exigencias de una enfermedad emergente.
¿Toma medidas el régimen de Maduro, además de mentir? Sí. Por ejemplo, permanece con los brazos cruzados, asume la posición del mero espectador, ante el cierre del servicio de terapia intensiva del Hospital de Niños J. M. de los Ríos. Otra medida: envía a grupos de paramilitares a amenazar a profesionales de la salud, si denuncian lo que está ocurriendo. ¿Algo más? Banaliza el peligro. Hace payasadas y declaraciones que son simplemente vergonzosas. Lean la transcripción de la declaración de Maduro en el Encuentro con los Gobiernos Comunitarios del Estado Miranda, el día 28 de febrero: “Y nosotros mosca, Barrio Adentro mosca en todos los barrios, el sistema de salud mosca, la alerta epidemiológica mosca, todo el mundo mosca, activado, ¿verdad? Y cada uno, por este período, hay que dejar de darse tanto la mano, porque se transmite por la mano. Eso de estar dándose besito y besito y besuqueadera y abrazo, vamos a dejarlo para después. Escalona inventó un saludo, el puñito, pup, uno puede llegar y saludá con el puñito, pa’ ve’, mira, pum, cariñoso, saludo el puñito, o con la cadera, el caderú, pup, con la cadera, ve a un amigo, en vez de abrazarlo, Escalona es muy abrazador, capitán abrazador, ahora él le da con la cadera, pup, el caderú, o con un pie, epa, pa’, y nos cuidamos del coronavirus, o tope-tope-tope con la frente, eso sí, no respiren de cerca”.
¿Hay que añadir algo más?