El continuismo del presente y la esperanza en el futuro son dimensiones incompatibles en la realidad de Venezuela. El continuismo equivale a una frustrante resignación. Y la esperanza supone un cambio de raíz que termine con el continuismo.
Los mandoneros del poder y sus secuaces de variopinta índole, dentro y fuera del país, son los que están dedicados a mantener la hegemonía que los favorece y que destruye a la nación.
Ésta en su conjunto desea ese cambio de fondo, tal como se expresó el 28 de julio, de una manera abrumadoramente mayoritaria. La esperanza en el cambio tiene una naturaleza y alcance nacional.
Y tiene apoyo internacional en la comunidad democrática. La lucha debe ser combinada para que la esperanza se convierta en un camino concreto.
Venezuela rechaza el continuismo y sólo la imposición de la fuerza lo podría preservar. El cambio hacia la democracia se dará, alentado por la voluntad popular, por la esperanza de los venezolanos.