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Constituciones en la grupa

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Doscientos trece años de historia republicana en Venezuela dejan mucho para conseguir diversas explicaciones a la tragedia de sus nacionales de estos últimos veinticinco años de régimen bajo la férrea bota de la revolución bolivariana. El abultado número de constituciones más que para servir de contrato social a sus ciudadanos, ha servido en el tiempo de mampara para respaldar en normas las irregularidades de los hombres de capa y espada que han ejercido las funciones de gobierno desde la declaración de la independencia en 1811. Los personalismos desde la primera república se iniciaron con el Libertador Simón Bolívar que estuvo con el respaldo de tres cartas magnas, la de 1811, 1819 y la de 1821. Esta última vigente hasta 1830 cuando arranca otro texto fundamental para apuntalar el paecismo y el monagato hasta 1857, la de mayor extensión en el tiempo con 27 años después de la democrática de 1961 que tuvo una vigencia de 38 años. El guzmancismo no se queda atrás. Hasta la invasión de los sesenta, siete constituciones le sirvieron de vanguardia para los gobiernos del septenio, del quinquenio y del bienio, y los que lo precedieron y los que le sirvieron de encargo en el poder, hasta su muerte en París. Igual sucedió con el castrismo y el gomecismo. Ambos personalismos surfearon políticamente en once textos fundamentales. El perezjimenismo nadó sobre parte de la de 1947 y la de 1953. La democrática de 1961, la de mayor duración y vigencia permaneció hasta diciembre de 1999, cuando la del chavismo disfrazado de zamorano inició su recorrido desde hace 25 años. Con los saldos que están a la vista.

De manera que en materia constitucional no ha sido por falta o menoscabo de normas. Los venezolanos están ahítos de vigencia constitucional que no se cumple y que no pasa de un saludo a la bandera, están indigestos de cartas fundamentales para aplicar a conveniencia según y como su esmero afecte o no a grupos políticos en el poder, de códigos solemnes para respaldar los proyectos políticos del momento y de constituyentes que llevan marcado en la nalga de los ciudadanos el hierro al rojo vivo del caudillo civil de turno en la suerte de un mesías o del jefe militar que tiene amarrada en la reja del Palacio de Miraflores, la sudada cabalgadura de la que acaba de desmontar en el asalto al poder.

Ante la posibilidad de un cambio político a partir del próximo 28J los 30 millones de venezolanos deben provocarse el vómito ciudadano para propiciar el verdadero cambio en las estructuras de la nueva república que va a surgir y se va a construir para enfrentar el futuro. El alivio que se siente después de los espasmos estomacales es el mismo que se recibirá luego de calmarse en los morbos que se han arrastrado desde que Cristóbal Mendoza y Juan Germán Roscio redactaron la primera con una duración de siete meses hasta la capitulación de Francisco de Miranda en San Mateo frente al jefe realista Domingo Monteverde; las dolencias del militarismo, del golpismo y del pretorianismo. Las arcadas cívicas deben arrojar todas las inmundicias que se han consumido a lo largo de los 213 años de vida republicana, marcadamente influidos por el protagonismo de la capa y de la espada que no ha dejado avanzar la verdadera democracia en Venezuela.

La Constitución Nacional vigente desde 1999 tiene todos los residuos normativos para mantener incubados todos esos contagios en el espíritu, el propósito y la razón del texto aprobado en referéndum, sazonados debidamente en la asamblea nacional constituyente que la redactó desde la euforia del triunfo electoral del teniente coronel Hugo Chávez el 6 de diciembre de 1998. Es un traje pret-a-porter para el chavismo-zamorano, para aliento abierto del golpismo, para motivación y exaltación hacia el militarismo y para mantener resucitado in pectore de cada hombre de filas en la formación de lista y parte, y en muchos civiles al estilo del doctor Giacopini Zárraga que aún mantienen en la mente a Laureano Vallenilla Lanz y su tesis del gendarme necesario. Con todo el andamiaje académico y de pensamiento para alentar la tesis del caudillo, del mesías y el hombre fuerte, civil o militar. Esa que dice palabras más palabras menos que los venezolanos tenemos por allá en el inconsciente un policía listo para uniformarse en cualquier momento y ejercer la autoridad a los otros a fuerza de plan y pa’l cuartel. Un coctel perfecto con la guinda y la sombrillita coloreada del pretorianismo. ¿Qué falta allí?

Es válido contar los pollos antes de nacer y hacer ejercicios mentales en una opinión. Un cambio político y militar debe partir desde la base en la constitución nacional. Y este debe soltar todos los caballos amarrados alrededor del palacio de gobierno con las espadas sin desenvainar. Para impedir las futuras cargas de caballería contra la carta magna y contra la democracia naciente en la nueva república. Temas como el orden interno, la participación en el desarrollo nacional deberían eliminarse de las tareas constitucionales que están actualmente en el artículo 328 como misiones de la fuerza armada; lo de “esencialmente profesional, sin militancia política” debe formar parte de los debates constituyentes para reencausar la institución armada hacia sus principales deberes de soberanía y de territorialidad en la seguridad y la defensa de la nación, conceptos como la defensa integral, la corresponsabilidad en la seguridad de la nación del ciudadano con el militar que son el germen de la significación decimonónica y bananera de la fusión cívico-militar y el blanqueamiento político y militar de Ezequiel Zamora deben desaparecer en una nueva carta magna; la aprobación de los ascensos militares a partir de los grados de coronel y capitán de navío deben retornar como paso previo de aprobación hasta el parlamento nacional. Y por último, sin menoscabo de lo que significa la imagen de Simón Bolívar en los venezolanos ese diseño en cuanto a contenido y continente en el artículo 1 de que la república bolivariana “fundamenta su patrimonio moral y sus valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional en la doctrina de Simón Bolívar, el Libertador.” da para cualquier cantidad y calidad de debates y discusiones sobre sus alcances y adecuaciones. La opinión desde esta tribuna es que al caballo de Bolívar debería también dársele rienda libre en la sabana para la memoria y el honor de todos los venezolanos. Sin exclusividades.

Sin contar los pollos antes de nacer tomando referencias como la ruptura de cáscaras el próximo 28J: reconstruir la actual FAN y desvincularla del pasado golpista, militarista y pretoriano parte desde los cimientos de una nueva constitución libre de cualquier personalismo y contaminación chavista en el resumen golpista, militarista y pretoriano.

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