OPINIÓN

Constitución y constituciones

por José Tomás Esteves Arria José Tomás Esteves Arria

Con la imposición de la Constitución llamada bolivariana de 1999, Venezuela es el país de América Latina que más constituciones ha tenido desde su independencia en 1811 hasta la actual vigente: ¡26! y pare usted de contar. Es interesante destacar que según el libro de Rafael Arráiz Lucca, Las Constituciones de Venezuela, la Constitución de 1830, que estableció la República de Venezuela separada de la utopía bolivariana de “la Gran Colombia” duró 27 años, y la de 1961 que estableció la democracia civilista se mantuvo en pleno vigor durante 38 años.

Efectivamente, la llamada Asamblea Constituyente convocada ilegalmente puesto que no se llenaron los requisitos para reformar la Constitución vigente de 1961,  promulgó esta nueva Constitución con un período más largo seis años para el ejercicio de la presidencia de la República, y permitió la reelección. Un mal permanente en estas naciones hispanoamericanas.  En este sentido, cabe destacar que la mejor Constitución de nuestra región es la de México, promulgada en 1917 prohíbe totalmente la reelección, y es la más antigua de los países hispanoamericanos, al punto que le ha ahorrado golpes de Estado, gobiernos militares y ha permitido que gobiernen hombres que salieron de partidos distintos al Partido Revolucionario Institucionalista.

En el plano mundial, el Reino Unido no tiene Constitución sino leyes fundamentales, y en América la Constitución cuyo borrador redactó Thomas Jefferson todavía está vigente. En Francia ya ha habido mínimo siete constituciones, fruto de las convulsiones políticas que ha experimentado la nación gala. En España tuvo lugar en 1978, la promulgación de una Constitución que implantó la monarquía parlamentaria y la democracia, para reemplazar al régimen franquista.

La llamada Constitución bolivariana fue aprobada en un referéndum consultivo, en el que participó 37,65% de los electores y se abstuvo 62,35%.  De los que participaron, 87,75% dijo que sí, a la pregunta: ¿Convoca usted una Asamblea Nacional Constituyente con el propósito de transformar al Estado y crear un nuevo ordenamiento jurídico que permita el funcionamiento efectivo de una democracia social y participativa?

Con la rapidez con que un mago saca un conejo de un sombrero de copa, se realizaron elecciones para nombrar a los miembros de la Asamblea Constituyente, y en estas 40% de la población votó a favor de los candidatos de la oposición y apenas obtuvo 5% de los escaños (6), mientras que el 60% que votó a favor del gobierno obtuvo ¡95% de los miembros!

Por si fuera poco todo esto. La Asamblea Nacional Constituyente, haciendo uso y abuso de la soberanía que el pueblo le había dado, intervino incontinenti al Poder Judicial y también al Congreso que había sido electo en noviembre de 1998. El 30 de agosto de 1999 la Asamblea decreta una “emergencia legislativa” y suspende toda actividad del Congreso de la nación. Sea como fuere, el 27 de diciembre la Asamblea clausura al Congreso, y de repente  empieza a funcionar o legislar un “congresillo”.

Esta Constitución de 1999 eliminó la bicameralidad del extinto Congreso y permitió la reelección presidencial con seis años. Debilitó por otra parte el control civil sobre el estamento militar al despojar al Poder Legislativo. Se estableció un referéndum revocatorio a mitad del mandato de todos los cargos electos por voluntad popular. Referéndum que nunca sirvió para algo.

Otra curiosidad más: el referéndum con el cual se consultó la aprobación o no de la nueva Constitución se llevó a cabo el 15 de diciembre de 1999, la abstención fue de 55,63%, según datos oficiales del Consejo Nacional Electoral, de modo que 44% de los electores aprobó con 71,78% la nueva Constitución, mientras que 28,22% dijo que “no”.

Total, el resultado del nuevo texto constitucional fue el arrebato de todos los poderes públicos para las manos de Chávez.  La clase política venezolana no supo luchar a brazo partido para impedir este asalto al poder y a la razón democrática.

Todavía hoy hay un columnista de la prensa que alaba la actual Constitución que no ha servido ni siquiera para garantizar los derechos humanos, la independencia del Poder Judicial (no olvidar el caso Afiuni por favor). La primera tarea que deberá hacer un nuevo parlamento donde el oficialismo no tenga mayoría será reformar esta Constitución para dejarla como la del año 1961, e introducir la prohibición absoluta de la reelección presidencial, fuente de todos los males en nuestros países.

Recordemos que Marco Tulio Cicerón decía que la República romana tenía la mejor de las constituciones porque en ella no solo habían trabajado las mejores mentes de una generación, sino las mejores mentes de todas las generaciones.