Apropiarse de algunas verdades espirituales tiene altos costos para la voluntad humana y aguerridas confrontaciones con el pensamiento. Es probable que trazas de fe sostengan credos olvidados por los privilegios fétidos de una modernidad sin fundamento, donde el más grande de los dioses sigue siendo el yo. Los placeres desbordantes e insatisfechos son como coliseos llenos de hedonistas con vidas perdidas. A propósito de tantas realidades, se aprecian los extremos vitales como gente olvidada, los niños y jóvenes clamando por dirección y buenos consejos de quienes tienen experiencia, y los ancianos desatendidos como seres sin valor.
Tantos perplejos frente a pantallazos de noticias y medias verdades, absortos en pensamientos absurdos, que pese a no definirles parecen controlarles y todos olvidados sin rumbo. Es digno de controversia el saber dónde encontrar las admoniciones que se pierden en los silencios nocturnos, asirse de la sabiduría que sostiene la percepción que tenemos de las estrellas y cómo encontrar el balance que la verdadera sanidad requiere. Todo esto, cuando constantemente se están alterando los ambientes que nos influyen.
Quiero pensar, por lo que veo de sus obras, que nuestro Creador no ha cambiado en su corazón. Al contrario, desde los inicios de la humanidad el hombre se adapta y transforma, avanzando en lo cognitivo y cambiando conductualmente y mudando unas disrupciones por otras. Empero, la naturaleza divina y sus consejos sagrados permanecen, se sostienen y mientras más perdición se exprese, más se validan las recomendaciones de una vida de humildad y autogobierno como el mejor camino a la realización del ser.
Ante tales planteamientos me pregunto si se alcanza el entendimiento o solo se atesta de conocimiento para dominio y vanagloria. Habrá tantos años de vida desperdiciados, antes de reconocer en el lecho de muerte la miseria que se eligió; o será posible mirar con justicia desde la juventud y reposar, a pesar de las aflicciones, en elecciones sensatas y blindadas de bondades, que se convierten en remembranzas. Ahora es cuando se necesitan consejos limpios de amarguras y flexibles, no para adaptarse a la multiplicidad de criterios, la mayoría de los cuales son tan inicuos como sus portadores, sino para amoldarse al diseño y las circunstancias de quien los necesita y está presto para atesorarlos.
Esta semana me invade una profunda necesidad compartida de tomar un café en la mesa del perito de los cielos, solo para recibir uno de sus consejos eternos. Un momento ante la plenitud de su sabiduría lo cambia todo, permite atisbar la meta real hacia la cual mi esencia se inclina naturalmente, y me recuerda con toda gracia y severidad, que más allá de todo esfuerzo irrisorio Él siempre está en control, y su voluntad es tan inquebrantable que enmudece la elocuencia de panegiristas del silencio y sentencia a facundos del poder a una última firma con sus nombres. Solo una petición alcanza mi corazón a engendrar, la cual probablemente no sea traducible en algún idioma como para escapar por los labios, pero algún sonido poseerá y yacerá como un tímido suspiro.
@alelinssey20