El proceso electoral presidencial venezolano trae consecuencias inevitables. El gobierno pudo aprovechar esas elecciones para resolver la crisis política, económica y social que viene afectando a los venezolanos desde hace más de dos décadas. Prefirió asumir una línea de agravamiento de la crisis. “Vamos a quedarnos en el poder por las buenas o por las malas”. Lo dijeron con mucha claridad. Decidieron intentar quedarse en el poder por las malas. Prefirieron adoptar el modelo de Ortega en Nicaragua que el modelo de Lula en Brasil, quien cuando perdió las elecciones lo reconoció y entregó el poder democráticamente para después de unos años recuperar la confianza del electorado brasileño.
Maduro y sus amigos resolvieron quedarse por las malas “porque les da la gana”. Esta política, desde luego, tiene consecuencias. Y las consecuencias las pagará el sufrido pueblo venezolano. Por de pronto, la crisis política continuará. Agravada ahora por la represión, por el incremento de los presos políticos y de las violaciones de los derechos humanos y por la acentuación de la polarización.
La decisión del gobierno agrava la crisis económica. Será imposible renegociar la deuda externa del país. Será imposible restablecer relaciones, que tanto necesitamos, con los organismos financieros internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo o la Corporación Andina de Fomento.
Venezuela y su gobierno estarán mas aislados todavía de lo que hemos estado en la comunidad internacional. Con un gobierno que no es reconocido por ninguno de los países democráticos de este hemisferio y del continente europeo. Ni siquiera por gobiernos de izquierda que hasta ahora se habían manifestado como amigos del gobierno venezolano.
Las inversiones brillarán por su ausencia. Y al no poder resolver la crisis política ni la crisis económica, se agravará la crisis social. Volverá la inflación, el desabastecimiento, la inestabilidad del signo monetario. Aumentará el hambre, el desempleo, la informalidad. Nada de eso parece importarle a quienes dirigen el gobierno.
Hace unos días se fue la luz eléctrica en casi todo el territorio nacional. Para el gobierno la excusa es muy fácil: ¡Sabotaje! Se trata de una acción de sabotaje de la oposición fascista. El problema es un poco más complejo. El deterioro de los servicios públicos es un hecho inocultable. No solo, por cierto, de la electricidad. Son todos los servicios públicos. Es la electricidad, la educación, la salud, las telecomunicaciones e Internet, la seguridad personal y la seguridad social, el agua y la vialidad.
Eso explica que una abrumadora mayoría haya votado a favor del cambio.
La respuesta no puede ser incrementar la represión y los presos. No es con más represión que se resuelve la crisis venezolana, sino con más inteligencia y con disposición al diálogo y al respeto a las reglas del juego.
El sufrimiento del pueblo venezolano debe mover los corazones del liderazgo político en el gobierno y en la oposición para buscar una solución inteligente y efectiva.
Seguiremos conversando.
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